LO QUE SOY

Puedes ver mis manchas en

junio 29, 2010

EL DÍA SIN TI

Sucede que algunas veces, sin saber cómo, uno se encuentra con un latido que lleva su nombre, jamás considere encontrar en aquella banca una mirada que me reconociera, y reconocerle en la sonrisa los sueños que ella no creía poder encontrar, pero sucede que los días se han vuelto extraños y llueve cuando no debe de llover y el invierno se sigue sintiendo a principios de julio, al menos dentro de aquellos que guardamos para vestirnos el abrigo de la soledad, de aquella que va creciendo como enredadera después de esperar las mañanas de enero un copo de nieve que mantenga la esperanza de sucesos inesperados e inexplicables, tan inexplicables y sin sentido como el reconocerse en la sonrisa que se le despierta a alguien cuando su mirada se clava en nuestro pecho.

Algunas veces deberían de explicarnos que cualquier día tiene una fecha marcada en el calendario, que el día menos pensado llega mañana o se asoma en el ticket del metro el día de hoy, que nos giña un ojo lo inesperado terminando con las esperas, aunque sea tarde, aunque sea a destiempo, aunque cuando el corazón llegue no encuentre en su otra mitad un hueco donde cobijar sus latidos y sea neceser reservar en la alacena y bajo la cama todos los besos y caricias que ya no caben en la piel de quien se reconoce y que por nombre tiene cualquier nombre que conjugue la palabra amor, que no importa ni el nombre de uno cuando en una mirada se olvidan todas las palabras y se dialoga gritando latidos, gritando con un roce un te amo, gritándose en un abrazo un te extraño, gritándose en una mirada un quédate toda la vida y que así como cualquier día llega, para siempre sea hoy y mañana y ayer cuando le vi en aquella banca.

Quien iba a pensar que llegaría, quien iba a pensar que tenía en las manchas de mis dedos todos los sueños que le faltaban, que ella guardaba en su sonrisa todos los latidos que yo jamás había dado, quien iba a pensar que después de encontrarle y a pesar de reconocernos el tiempo corría a destiempo, el tiempo ya no era nuestro tiempo y sin pertenecernos avanzó, avanzó tanto que ni ella ni yo podíamos ser uno del otro, que no podíamos conjugar ningún presente, ni podíamos tomarnos las manos sin remordimientos, ni podíamos cubrir uno al otro aquellos huecos que dentro del pecho uno va rascando por las noches cuando el frio de las cuatro de la madrugada toca a la ventana, ni mucho menos, aquel tiempo en que tomándole la mano ella supiera que le amaba y recogiendo su cabello ella me regalara las estrellas que le hacían falta a las calles que recorríamos, no el tiempo en que al verle en aquella banca, en aquel anden, en aquella mesa de la cocina, en aquel sillón de la sala, pudiéramos amarnos sin preocuparnos por el mundo que afuera arde en el sinsentido de la rutina y sin el asombro de la cotidianidad.

Ninguna despedida pesa tanto, como aquella que se sabe no llegara a perderse en un vagón, en una sala de espera de aquella terminal, no hay despedida de aquello que jamás pudo quedarse a tu lado, aunque fuera una tarde, aunque fuera una mañana, una madrugada de esas que se alargan entre gemidos y sabanas frescas, de esas en que se nombra todo el amor del mundo en una caricia y se pintan constelaciones entre lunares y arrugas, entre cicatrices y estrías, entre la perfección imperfecta que se descubre en la piel de quien uno ama, de quien uno ama como jamás ha amado, como cada noche sería capaz de amar, como cada mañana, como cada tarde, como cada día seria uno capaz de amar, pero las despedidas no llegaron, ni llegaron esos días, llego el tiempo con sus tardanzas, con su inoportuno paso ligero, con un pasado que era presente conjugándose y que por más que uno deseara no podría ser pasado.

Llego el día en que nos reconocimos, el día en que encontramos uno dentro del otro, todo aquello que nos faltaba, llego el día en que tu corazón dijo mi nombre entre un suspiro y un latido, llego el día en que el mío dijo te amo entre el rencor contra el tiempo por llegar a destiempo y todas las ganas de poder quedarme un poco más, a pesar de no encontrar dentro de ti un solo rincón para dejarte un latido que al menos te hiciera recordar lo que jamás pudo ser, llego el día en que te encontré en aquella banca y me reconociste y el café se enfrió entre tu sonrisa y las hojas secas que usaba para pintarte sobre los adoquines cielos ocres, estrellas purpuras y mares verdes, llego el día y poco a poco llegaron sus horas mientras toda la vida de ausencia desaparecía entre un tic tac, llego la tarde y la noche, llego el momento en que de tu vida desaparecía sin poder aparecer del todo, llego el día en que no pudimos vivir juntos todo lo que nos falto por vivir toda una vida lejos, sin ti y sin mí, llego el día sin que pudiéramos decir hola, te esperaba, te encontré, te amo, no te vayas quédate esta noche y todas las que sigan, llego el día y desperté sin ti, después de haber soñado todas las noches contigo.

junio 28, 2010

EN EL ANDEN

No sé que pudo ser, pero se, que los andenes del tren desde aquella tarde jamás volvieron a oler tanto a soledad como la tarde en que ella y él se encontraron para perderse, un poco después.
Había llegado a la estación como siempre con bastante tiempo de sobra, en la barra del café que esta antes de entrar a la estación había pedido un vaso para llevar, las mesas de aquella cafetería estaban cubiertas por periódicos y platos con desayunos que incluían café, té o jugo de fruta, yo la verdad tengo la mala costumbre de desayunar a las tres de la mañana, no antes, ni después, no a las nueve donde me incluyan tres servicios, ni a las once donde te arman con las sobras del desayuno una serie de platillos disfrazados de desayuno, no después de medio día entre portafolios y sacos colgando de las sillas, no por las tardes en que el cabello enmarañado de una oficinista pide liberarse para jugar con el viento, tanto como piden sus tacones salir volando para esconderse dentro de una coladera, así que aquella mañana, como todas las mañanas, solo un vaso de café.
Sabía que a esas horas las bancas que hay sobre el andén están vacías, la gente demorada prefiere ansiosa esperar el tren de pie como si el acercarse a las vías apresurara la llegada del tren, así que nadie suele notar que las bancas del andén suelen dormir a esas horas aun, a menos que un tipo despreocupado les llegue a despertar, así con un poco de pena y con mucho cuidado de no molestar a la banca deje mi mochila caer sobre aquellas tiras de madera obscura que perezosas me miraban con aire de reclamo, trate de no ser molesto al sentarme y preferí colocar la mochila sobre mis piernas y en su lugar dejar el vaso de café con la tapa sobrepuesta, saque de la mochila los lentes y un pequeño libro con cubierta roja, pero antes de poder platicar con Pavese algo me distrajo, o más bien alguien.
A esas inoportunas horas en que la gente se precipita sobre las vías del tren y las bancas duermen hasta después de medio día es poco común que alguien más se atreva a despertar a alguna somnolienta banca de aquel anden, sin embargo al lado de mi banca un tipo osaba igual que yo a interrumpir el sueño de aquellas tiras de madera, aquel tipo sostenía entre sus manos un vaso parecido al mío y al lado de una indiscreta libreta le contaba sus secretos a la banca, supongo que por esta situación la banca no refunfuñaba por haberle sido interrumpido el sueño, el tipo daba sorbitos de café de vez en cuando, mientras atento miraba a quien llegaban y se iban de aquel anden, entre ida y vuelta la mirada de este tipo cambiaba, entre desolación y esperanza pasaban sorbo a sorbo sus ojos sobre aquella marea de gente, de abrigos, de portafolios, de mochilas y bolsos al hombro, de tacones y tenis, de cabello recogido o suelto y una o dos trenzas de vez en vez.
No sé que me llamo más la atención de aquel tipo, si el cambio tan drástico de su mirada, la paciencia demostrada para de un momento a otro llenar sus ojos de esperanza después de asomarse en sus pupilas la desolación mas desolada, o quizás ese vasito de café que parecía interminable, el mío des pues de un rato ya tenía menos de la mitad, el caso es que fue inevitable que Pavese me esperara un poco mas y devolviéndolo a la mochila me quede disimulando un poco que no estaba observando a aquel tipo.
Después de algunas idas y venidas de pasos sobre aquel anden comencé a pensar que aquel tipo era uno de esos que para aprender a ser pacientes la vida algunas veces les regala un plantón, pero el paso de aquellas marejadas de cabellos y aromas y labiales no eran algo breve en cuestiones de suspiros, así que me acerque a aquel tipo que por estar inmerso en su ida y venida de desolaciones y esperanzas no noto que me senté a su lado, antes de que pudiera yo decirle algo el comenzó a decir –ella llegara, ella llegara, se que llegara. Para cualquier persona aquello podría ser un síntoma de locura, pero a mí me parecía normal y la base del sentido de aquella espera, ¿Qué mas podría estar haciendo aquel tipo que esperar a una mujer? Era lógico, al menos para mí, un completo ilógico, aquello tenía lógica.
Después de un rato el tipo me había contado todo lo que su larga espera representaba para él, todo lo que se podía decir de una espera en dos o tres horas, no sé bien cuanto tiempo paso, pero sé que paso tiempo, como pasaron más tacones y mas miradas de esperanza y desolación a cada ida y venida de gente sobre aquel anden, se vaciaba de uniformes, se vaciaba de portafolios, se vaciaba de madres que regresaban del mercado, de poca gente al medio día, de uniformes sucios después de medio día, de portafolios con la panza llena de papeles al comenzar la tarde, pero no se vaciaba de la espera de aquel tipo que de vez en cuando repetía de nuevo que ella llegaría, lo repetía con tanto anhelo que hasta yo esperaba que ella llegara.
Era ya la hora de los regresos, de andenes vacios que se llenaba al llegar el tren solo para dejarlo partir mas vacio cada vez, fue dentro de uno de esos vagones que la mirada de aquel tipo se lleno de una esperanza diferente, como la del sediento que después de cruzar el desierto encuentra frente a él, el pozo de agua fresca y cual sediento se puso de pie y camino hacia el vagón que poco a poco bajaba la velocidad para poder abrir sus puertas y vomitar a quienes regresan a donde alguien les está esperando.
Ella llego, de tarde casi noche, pero llego, con la mirada cansada y el cabello enmarañado, pero llego, con una bolsa colgando de su mano y arrastrando los tacones, pero llego, del brazo de otro tipo, pero llego.
Ella lo miro, mientras su acompañante miraba a una rubia que salía de otro vagón, él le miro mientras nadie más la miraba a ella, se reconocieron enseguida y lo sé porque en los ojos de ella aparecieron sus sueños y la mirada triste y cansada se perdió tras una sonrisa que en forma de mueca se asomo en la comisura derecha de sus labios, caminaba hacia él del brazo de otro, él de pie inmóvil al verle con una mano sosteniendo el bolso y con la otra, la mano de su acompañante, decidió meter sus manos dentro de los bolsillos de su gabardina, se clavaron las miradas uno en el otro, sin importarles quienes bajaban y se marchaban, sin importarles los pasos apurados por regresar, sin importarles los paraguas que se preparaban para despertar bajo la lluvia que caía afuera de aquella estación, sin importarles ni siquiera que los pasos de ella dejaran huelas al lado de alguien más.
Paso junto a él sin despegarle la mirada, paso junto a él con sus sueños despertando, con su sonrisa un poco más grande, con su cansancio y su tedio olvidados mientras la distancia se acortaba entre ellos dos, paso junto a él y no dijo nada, y él tampoco le dijo nada a ella, la siguió con la mirada mientras ella sin preocuparse por disimularle a su acompañante, volteaba una y otra vez para no perderle de vista a él, no sé que vi en aquel momento en los ojos de él, ni en la sonrisa de ella, ¿Qué hace que dos personas después de reconocerse y pese a encontrarse, no se digan nada, no se abracen, no se queden uno al lado de otro? ¿Qué hace que se llegue tarde al andén? Tan tarde como para que ella haya llegado con otro.
Paso un chico corriendo a l lado de ella, ella que no dejaba de voltear a verlo a ella solo se sacudió por el golpe en el costado que aquel chico le dio al pasar a su lado, su acompañante dio tres pasos soltando la mano de ella, amenazando con ir tras aquel chico, él se acerco rápidamente a ella, ella que no dejaba de verlo con los ojos llenos de vida, él se paro frente a ella y la sonrisa de ella estallo, él se agacho y recogió el bolso de ella que con el golpe había soltado, se irguió y la sonrisa de ella le ilumino el rostro y la vida, la vida que aquel día había pasado entre esperas, entre desolaciones y la esperanza de que ella apareciera, la vida que se le resumía en cada letra que su libreta le conto a la banca, su vida que en ese momento en que los ojos de ella se clavaron en los de él había tenido sentido, aunque yo aun no le encontraba sentido a aquel encuentro tardío.
Le entrego el bolso y en un pequeño roce de sus dedos se dieron todo lo que podían darse,
- ¿te conozco de algún sitio?
-no creo, aunque tú te pareces mucho a alguien que he estado esperando
Pudieron haberse dicho muchas cosas, haberse dicho sus nombres, haberse dicho aunque sea un hola, aunque sea un gracias no me di cuenta que había soltado mi bolso por estarte viendo, pudieron haberse dicho no te preocupes la verdad mis manos estaban pidiéndome a gritos que las sacara de los bolsillos para rozarte la piel, pudieron haberse dicho que su espera había terminado, que su tristeza se había aventado a las vías del tren, que sus sueños los encontrarían al despertar cada mañana entre sonrisas, que él tenía guardado en la alacena un frasquito con todos los latidos que a ella le faltaban y que se los daría entre lunas para que la sonrisa de ella no dejara de iluminar sus noches y ella pudiera aprender a soñar, pudieron decirse muchas cosas, pero fue el acompañante de ella quien dio las gracias, fue el acompañante de ella quien dijo adiós mientras la tomaba del brazo y comenzaba a caminar, pero fue el acompañante de ella, quien llego antes que él, él que volvió a meter las manos a los bolsillos, él que ya no regreso a la banca donde su vaso lo esperaba, él que cuando llego el siguiente vagón se dejo tragar por sus puertas sin dejar de mirarle a ella, ella que ya no estaba, ella que llego, tarde casi noche, pero llego, con el cabello enmarañado y los ojos llenos de tristeza y cansancio pero llego, del brazo de otro pero llego.
Llego y lo encontró a él, llego y por un momento sobre aquel anden se suicidaron su tedio y su cansancio junto con la desolación de él, llego y a falta de palabras le regalo una sonrisa, él le regalo un latido cuando sus dedos se rozaron, no sé qué paso ni con él, ni con ella, no les volví a ver sobre aquel anden, solo sé que los andenes del tren desde aquella tarde jamás volvieron a oler tanto a soledad como la tarde en que ella y él se encontraron para perderse, un poco después.

junio 14, 2010

ME QUEDE A TU LADO

Me quede a tu lado, como cada noche desde que llegue, llegamos.

Me quede a tu lado, porque nada podía hacer más que quedarme después de llegar

Me quede a tu lado, porque estabas cansada y yo también.

Me quede a tu lado porque nos reconocimos, aun sin conocernos.

Me quede a tu lado, porque hacia frio y tú no traías abrigo y mis brazos estaban tibios.

Me quede a tu lado, porque me viste y te vi y me sonreíste y me sonroje.

Me quede a tu lado, porque tu corazón dijo mi nombre, y el mío supo escucharte.

Me quede a tu lado, porque te hacía falta algo y yo necesitaba exactamente lo que encontré en ti, porque las rutinas pesaban y el tedio calaba los huesos, y los dos traíamos sueños, tantos, más que heridas, más que decepciones, más que ganas, más que tu y que yo, más que eso lo mejor era ser nosotros y dejar el tu y el yo, o él y ella.

Me quede a tu lado ya ves porque no pude hacer menos, porque quiero hacer mas, porque terminaron las ausencias, las despedidas, los ayeres, y el pasado que traías ya no te quedaba y el mío estaba demasiado desgastado, y el polvo pesaba y los pies dolían no más que el corazón.

Me quede a tu lado, porque no podía no quedarme a tu lado, después de llegar.

Me quede a tu lado porque eres mi mejor pretexto para seguir soñando, porque eres mi deriva, mi oasis, las sonrisa que recuerdo de madrugada y que me acompaña por el camino al trabajo, a la tienda, al parque, a mi Luna.

Me quede a tu lado porque no quiero despertar sin ti una noche más, porque te encuentro en todos lados sin buscarte, porque apareces entre las pinceladas sobre mis lienzos en blanco, en las nubes que pinto de madrugada, en las estrellas que me acompañan cada vez que subo a mi Luna, solo para encontrarte también allí, entre telas blancas, entre azules radiantes y melancólicos, como la mirada que tenias cuando llegue y decidí quedarme a tu lado.

Me quede a tu lado, esta noche, y la noche de ayer, y las de hace 20 años, y las que vendrán después de que te encuentre una noche, para poder quedarme a tu lado

...

Sin saber a dónde has ido, esta noche empaco lo que queda de mi en los bolsillos de mi abrigo, voy metiendo los beso tuyos esos que sin explicación y sin razón brotaban tan espontáneamente de tus labios para mí y en medio de una sonrisa en la esquina de Bolívar o en Bucareli me dejaban con la duda de que habría hecho para merecerlos, sin embargo si me atrevía a preguntar la misma respuesta me dejaba con más dudas –tenia ganas- eso decías y me preguntaba de que mas tenias ganas.

Voy guardando también los desvelos tuyos, esos que terminaban con los míos y que sin tanta insistencia lograban hacerme entrar en cama para soñar a tu lado, sin preocuparme en qué lugar despertarías, en brazos de quien estarías pasando la madrugada mientras susurrando decías mi nombre y yo aparecía, aparecía bajo la sabana deslavada que solías poner en primavera, por ligera, por fresca, porque el calor de tener un cuerpo al lado te hacia aventar la ropa al piso exiliando almohadas y sabanas y tu pijama y tu sostén y las bragas que siempre lograban salvarse del tapete y terminar colgadas en la codera del sillón, mientras de mi cuello terminabas colgada tú, mientras de mi quedabas colgada tú, con tus muslos enredándose y desenredándose, con tus caderas subiendo y bajando, con mis manos deslizándose por tu espalda mientras mis ojos descubrían tus gestos y tus cicatrices y tus lunares y dos pecas y descubrían en el aire que el sexo no era solo sexo, que los inquilinos de al lado tendrían de que evitar hablar mañana en el desayuno, mientras el esposo le pedía el café a su mujer y su mujer pensaba en su amante que llegaría después de medio día cuando el esposo en la oficina viera a la chica de la fotocopiadora y al descubrirle la pantorrilla recordara que la noche anterior era mi voz quien besaba las tuyas, sin saber ambos si sucumbir a sus tentaciones y hacer cada uno por su cuenta, lo que tú y yo hicimos y que les despertó a la una de la madrugada.

Voy guardando con mucho cuidado, también las lagrimas de tu pasado, esas que me hicieron conocer tu presente, o al menos ese en que te encontré y que de a poco me fuiste descubriendo, mientras de vez en vez una lagrima o dos rodaba por tus mejillas y mis dedos resecos pasaban a recogerlas como trenes sin destino que puntuales aparecían sobre el andén del tiempo cada que esos pasados tuyos le daban un ticket a la nostalgia y a tu tristeza, a los dolores que tuviste, a tus cicatrices internas, a la primera vez que alguien partió de tu vida, a la primera vez que algo te robo la sonrisa y la alegría y el entusiasmo, que aunque sea todo esto tan efímero como un tic tac del reloj, resultaban ser tantos como para saber que fuimos felices juntos.

Voy guardando los planes que escribimos en nuestra escasa memoria, esos que olvidábamos tan seguido cuando en el camino hacia algún lugar encontrábamos algo que nos distraía y planeábamos llegar al sur, pero en la esquina te detenías porque un colibrí paso y entonces íbamos al este para corretearle, tu al colibrí, yo a tu sonrisa y el colibrí a su libertad, planeábamos salir a cenar pero el agua de la regadera te seducía tanto que mientras planchaba tu ropa aparecías con tu bata semiabierta dejando la mitad de tus senos al aire y tus muslos escurriendo humedades y entonces las arrugas de tu blusa sobrevivían un día mas y las de tus sabanas aparecían un día mas y cenábamos cualquier cosa que a las tres de la mañana encontrara en el refrigerador mientras tu encontrabas en mi ausencia sobre tu cama que te amaba y me lo decías con una sonrisa cuando entraba a las tres y cuarto con tu sándwich y mi café reclamándome tanta ausencia, mientras de mi parte no tenía nada que reclamarte, si no todo lo contrario, planeábamos para toda la vida, pero algo apareció y toda la vida se olvido, como se olvida uno del tic tac que el reloj lloro hace tres horas.

Voy guardando en los bolsillos de mi abrigo tantas cosas que quizás sea mejor tomar el directorio y contratar una mudanza, aunque primero debo de saber a dónde voy, donde me he de mudar para terminar de salir de tu vida, sin que esta ausencia tuya me siga gritando que ya no estás, que la casa esta vacía, que las ventanas se han cerrado, que tu paraguas ya no cuelga del perchero, que tus sabanas ya no están remojándose en la lavadora, que no hay mas besos que comer de madrugada porque la alacena está vacía, como vacía esta mi vida ahora que ya no estás y tengo llenos los muros de ti, la cama anidando aun el aroma de tu piel, escurriendo los besos que no te alcance a dar y los ecos de tu risa siguen despertando a los vecinos y tus gemidos ya no les quitan el sueño y tus lagrimas se confunden con las mías, tengo tanto de ti en este espacio vacío que es mi vida tan lejos de ti y pa´mi desgracia, mi memoria funciona mejor, tan bien, que no hago otra cosa más que recordar todo lo que vivimos juntos.

junio 09, 2010

ALGUNAS VECES

Algunas veces me dejas solo de madrugada con tu recuerdo, me dejas a solas con tus ganas, con tus ojos obscuros que no miran más que la interminable espera de ti en los míos y de todos tus regreso, y te pierdo al amanecer y te encuentro de nuevo sobre el asfalto mojado de una calle que me grita que le faltan tus pasos para levantar olas y desaparezco entre las gabardinas y paraguas y desaparezco en los besos que regalas a los labios que jamás saben a mí, y los míos saben a café y a la ausencia de los tuyos, asi como mis manos que no sujetan nada sin buscar tu piel, que no consiguen aferrarse al pasamanos del vagón, ni a la taza de café sobre la mesa de aquella esquina donde te encontré sin encontrarte en cada sombra y se me escapa de las manos el ticket del metro y siguen mis dedos buscando tu piel en el humo de los latidos que dejas como rastro bajo un puente, en la banca del parque, en aquel portón donde una tarde esperamos a que terminara de llover, mientras seguíamos con los pies mojados, en aquel rincón dentro de mi donde esta ese muro en blanco donde no se escribir tu nombre porque no se tu nombre.

Algunas veces te espero más que de costumbre cuando llegas de madrugada, y pasamos entre ilusiones del hola al quédate conmigo esta noche, sueña a mi lado mientras variamos la historia y duermo a tu lado pero los ecos de cada gotita de lluvia que resbala sobre las hojas de la magnolia me sacan de mi estupor y vuelvo a no verte frente a mi dejándome el desconsuelo de tus espejismos sobre los oleos y el vapor de la cafetera que termina por vaciarse antes de las dos, que es la hora en que mas llenos tengo los dedos de pintura, y escurren manchas sobre el piso que como agujeros negros se van tragando mis pasados sin ti para dejarme flotando en medio de una incertidumbre, esa en que despierta mi sonrisa cuando imagino que piensas en mi, que llegas a las tres que te vas cuando me vaya, que volvemos a encontrarnos en un hola y borramos el adiós de este cuento reciclable que es perderte y encontrarte.

Algunas veces aunque no estés aquí, descubro tus huellas en cada nube que insomne viene a asomarse por la ventana pa´ver que hay de nuevo, aunque sus reproches son los mismos pues nada nuevo hay, seguimos esperando y seguimos sin ti y no alcanzo a encontrarle la respuesta a los interrogatorios de aquellos algodones que terminan escurriendo por la ventana con sabor a sal, distinguimos ya poco tu rostro entre el humo de los cigarros que van dejando cenizas sobre la tierra y sobre mis pies, me voy volviendo ceniza junto con ellos y solo alcanzo a dejar en el viento un testamento que indique donde enterrar este recuerdo de ti que tengo y que soy sin saber ser algo mas,

sin saber si llegaras a ser algo más,

si dejaras de ser humo

y café

y ganas

y manchas entre mis dedos

y ojeras a medio día

y te extraño

y te encuentro

y te pierdo

y jamás me canso

y divago una y otra vez a las tres de la tarde

de regreso a casa

si has pasado ya junto a mí este día

o debo de regresar sobre mis pasos

o los tuyos

para encontrarte

y terminar por no encontrarte

y perdido vuelvo,

vuelvo sin ti,

vuelvo sin mí,

a esta espera que es ser solo de ti

quien algunas veces,

por no decir siempre,

piensa en ti mientras te espera,

algunas veces,

algunas veces

deberías llegar.

junio 08, 2010

SOBRE UN FANTASMA

No sé cuantas veces te has cruzado por mi camino, no sé cuantas veces llegaste con los pies firmes, con el empeño envalentonado por terminar de entibiar tu corazón y congelar el mío, quizás fue con una mirada, quizás fue tan solo un roce, una de esas tantas veces en que sin querer levante la mirada y la obscuridad de unos ojos me dejo petrificado, con el tiempo detenido y los suspiros colgados del pasamanos de un autobús llenando el espacio que me rodeaba

¿Cuántas veces fuiste tú? ¿Cuántas veces, por un segundo, fuiste tú? Y sin embargo fui yo, solo ese momento, mas mío que tuyo, mas de mi corazón, de mis ganas, de mis pasados y futuros inciertos, que de todo lo tuyo, y aun asi dejaste todo lo tuyo, todo lo que podías dejar, todo lo que podías entregar en una mirada, en ese momento que duro el tiempo necesario para quedarse grabado en mi memoria y recordarlo por la tarde al regresar de casa mientras las dudas asaltándome me sofocaban ¿serias tú? ¿Y si…? Y no quedaba más de ti más que una duda, y me acompañabas vestida en esa duda, acurrucándote en ese recuerdo, en ese vaso vacio de café, que al final de la tarde quedaba sobre mis rodillas mientras los bolsillos de mi abrigo se llenaban de todas las posibilidades de cambiarle el final a ese recuerdo, a ese momento en que la tarde agonizaba y mis ganas también y mis esperanzas y yo también un poquito o bastante, no sé cuánto puede morir un recuerdo, cuanto puede morir quien recuerda, quien solo recuerda.

No sé cuantas veces fuiste tú, cuantas veces tome tu mano, cuantas veces en un beso fuiste tú, robándose la piel y el nombre de alguien más, mientras yo reconocía en mis latidos lo poco que quedaba de mí, lo poco que quedaba de ti y de nosotros, aunque al terminar el beso te desvanecieras y volviera a no reconocerte, a no encontrarte, a intentar buscarte en unas manos que no guardaban tu frio, en una cabellera obscura el marco perfecto para la luz de tu mirada que no brillaba en esos ojos, en esos ojos que al final decían adiós, en esos ojos que me rendían lo que rinde una mirada, y nada más, y nada mas de ti y nada mas de mi, y perderte de nuevo, sin esperanza , si las ganas de quedarme más tiempo a buscarte, sin las fuerzas de querer engañarme esperando en un beso más que aparecieras y que fueras tú después de una mirada, después de cruzar la calle tomando tu mano y reconocerte del otro lado de la acera en una sonrisa y que siguieras siendo tú, tú por la mañana, tú por la tarde cuando más te recuerdo en esa ausencia que me hace regresar a solas y cansado a casa, tú esperándome, tú nombrándome, tú llegando y yo, yo siendo solo quien podía ser a tu lado, quien más te amaría.

No sé cuantas veces apareciste, cuantas más llegaras y volverás a irte, no sé cuantas veces más te reconoceré solo para volver a desconocerte en una mirada, y encontrarme de nuevo en medio de esta desolación que es andar pateando las banquetas sin el sonido de tus latidos dejando huellas en un muro y en mi corazón, sin preocuparme de que lleguen los vientos del otoño y borren tus sonrisas de mi horizonte, de mis paredes en donde te pinto una y otra vez sin saber nada de ti, sin saber más que cada vez que decidas aparecer te entregare como siempre lo que soy, lo poco que soy, en un latido, en ese momento que dures frente a mí, para quedarte y sentir aunque sea ese momento, aunque sea solo ese momento, lo mucho que te amo.

Una vez leí

“un fantasma es un evento terrible condenado a repetirse una y otra vez. Un instante de dolor quizás. Algo muerto que parece por momentos vivo. O un sentimiento suspendido en el tiempo como una foto borrosa, como un insecto atrapado en ámbar. Un fantasma. Eso soy yo."

Ahora que pienso en las veces que te he encontrado tan solo para perderte creo que quizás seas tú mi fantasma

o yo el tuyo.

junio 04, 2010

Bien bien, aprendimos muchas cosas mientras estuvimos juntos, me parece que compensamos con sonrisas y latidos todo aquello que pudimos haber perdido o dejado al lado del camino mientras tomaba tu mano y tu tomabas mi insomnio para arrullarlo como una criaturita a la que le tomaste mucho cariño, una de las imágenes que mas guardo es la de ti sentada bajo el árbol de magnolias, con sus flores abiertas después de media noche, destellando lucecitas como si fuera una réplica exacta del universo, en que las flores enormes y blancas con ese centro amarillo hacían el papel de estrellas, envueltas en sus hojas verde olivo tan obscuras que difícilmente puedes contarlas de noche, y tu sentadita bajo aquel manto obscuro, con tu carita blanca salpicada de carmín en las mejillas, meciendo mi insomnio con nanas que susurrabas para romper el silencio de aquella plaza, encontrarte asi después de que me mandabas por un par de cafés y tu libreta, ¿sabías que te miraba desde la cocina?, mientras calentaba el agua me gustaba observarte mientras la única luz dentro era la de la flama de la estufa y yo hundido en esa obscuridad mirando toda la luz de Luna que deseaba en ti.

Asi como esa debes de saber que guardo en los frasquitos de café que hay bajo la cama, todos los momentos que pase contigo y en que pudimos vencer todo para ser felices, aunque ahora sabemos lo frágil que es la felicidad, pero lo persistentes que son esos momentos, guardo también tus suspiros dentro de los libros que hay al lado del sillón de la sala, esos que dabas después de que una letra te hacia sonreír, entonces cerrabas con ternura aquel libro y me decías – ven, ven, acabo de aprender una palabra nueva para decirte lo que siento por ti- me acercaba y decías sopa, o clavo, o cobija, o frio, y tu expresión tan alegre me hacia sonreír e inevitablemente besaba tu frente y te abrazaba y nos quedábamos asi envueltos en silencio diciéndonos todo lo que un par de enamorados podía decirse, sobre todo en el silencio.

Es una lástima que tus sonrisas se hayan ido desgastando con el tedio y el desencanto que poco a poco le fuiste tomando a mis colores, aun recuerdo como tus carcajadas salpicaban por todos lados pedacitos de tu risa, y caían sobre la cama y caían sobre el tapete de la entrada y salpicaban el jardín y las cortinas, y empapaban las ventanas que hacían creer a quien pasara por fuera que estaba lloviendo dentro, entonces no faltaba algún vecino que preocupado nos tocara para regalarnos un paraguas y al cerrar la puerta de nuevo tus muecas y tu risa empapándome la vida.

Hace poco descubrí mientras barría cristalitos de esas sonrisas, sin saber que mas hacer y como siempre fuiste mi Luna, salí a colgarlos de la Magnolia que por temporada había dejado de tener flores, lo curioso fue que después de media noche mientras de nuevo preparaba tan solo una taza de café una luz en el jardín llamo mi atención, resulta que aquellos pedacitos de tu sonrisa que colgué en las ramas de la magnolia se habían vuelto flores, radiantes y luminosas como tú cuando arrullabas mi insomnio después de media noche.

Ahora hago el aseo muy seguido y barro con cuidado para recoger esos pedacitos de tus sonrisas que salpicabas al reír, me he vuelto un experto en cernir el polvo para poder separar los cristalitos y por la tarde salgo al jardín a colgarlos de la Magnolia, y cada noche mientras preparo el agua para llenar la única taza de café que hay en el fregadero me envuelvo en la obscuridad de la cocina y mirando tras la ventana donde tantas noches te mire, ahora miro esos pedacitos de tus sonrisas florecer y al recordarte tan feliz mientras estabas junto a mí, vuelvo a sonreír con tu recuerdo y a desear que con quien estés, estés igual de feliz que cuando estabas conmigo y éramos felices.

DESPUÉS DE UN ADIÓS

Y aunque las cosas no salieran como esperamos que resultaran, no hay momento ahora para reproches o despedidas entre cristales que arañen lo que un día fue nuestro pasado entre palabras dulzonas y horas cursis, ratitos en que no existía nada más que la inexistente nada que llenábamos con los latidos que nacían de ti y de mi, para ti y para mí.

Ahora ya las distancias nos hacen empequeñecer nuestros latidos, volvemos a nuestros pasados, donde ni tus manos ni las mías eran trazos sobre cielos purpuras que como alfombras servían de descanso para nuestro tedio, que lejos quedaron las jacarandas y las tardes de otoño, el viento que despeinaba tu cabello y mis dedos necios que no se rendían y seguían descubriendo debajo de tu flequillo tu frente, que lejos quedaron tus frías mejillas de mis diciembres, los amaneceres tibios de mis eneros, el frio, que lejos quedo el frio, y tu cuerpo tiritando y mis ganas escapando de mis brazos para emancipar tus temblores y tus crisis y tus pucheros y ese genio tuyo con que llegabas del trabajo y tu sonrisa después de una mañana en una banca tomando café y tu rollo de canela, que lejos quedaste tú, que lejos me aventó tu desprecio y tu tedio a la hora del adiós.

Pero no es culpa tuya el que hubiera una despedida en esta historia, no es culpa de lo que no pensamos sucedería, no es culpa del frio que tenga que llegar el agobiante calor de marzo, no es culpa que después de un hola, después de un después, tengamos que decir adiós.

Ahora las ventanas aun quedan abiertas, para imaginar que un día bajo aquel árbol aparecerá tu silueta de nuevo, con solo tu corazón entre las manos, sin maletas, sin abrigos, sin más papeles que las cartas que te envié en botellas vacías, ahora mi soledad se ha vuelto mi nada personal y tan efímera bosteza cada que tu recuerdo reaparece de entre algún cajón o en aquellas paredes donde queda espacio para una foto tuya, ahora nos sentamos a esperar cada tarde en la banqueta tu almohada y mis colores, tus ilusiones y mis sueños a tu lado, ahora, ahora ya no despierto para no dejar de soñar en ti, y las madrugadas tras tu adiós se han vuelto mi momento preferido de mis días, pues solo de madrugada llega el frio que encontré sobre tu piel.

Ahora voy aceptando que tenias que irte y voy llenándome de esperanzas de un día ser lo que no pude ser y que regreses para ser lo que esta vez no pudimos ser.

junio 03, 2010

Aunque pese tu ausencia tengo que irme acostumbrando a este hueco en la almohada que has dejado al partir, aunque pesen los desvelos sin ti, no cupo el amor en esta historia que fue encontrarte sin saber dónde poner cada letra que en besos fui escribiendo sobre ti, pero tu piel estaba tan pendiente de otras huellas que mis dedos no encontraron un lugar para dejar mi corazón, y fuimos perdiendo las ganas de insomnios y las ganas de dibujar sobre cielos naranjas esos pasados que compartimos entre café y manos frías y silencios en que desahogábamos la tristeza que había quedado al paso de los años y las lagrimas.
Y ahora no tuve valor para mirar atrás, no quise verte partir llevándote solo tu ropa y dejándome todos los recuerdos juntos en un bolsillo de mi abrigo, y aunque supe desde el principio que el adiós llegaría, duele que seas tú ahora quien se va sin más que el tedio recogido en estos últimos días, que me dejes con esta agonía de despertar mañana tan lejos de ti y todas esas promesas que ahora no sé dónde meter, duele ser quien tenga que soltar tu mano para verte crecer sin saber que tan alto volaran tus alas.
Pasan los días y sigo sin acostumbrarme a unos muros sin tu sombra, al silencio sin ser violentado por tu risa, a los sueños sin despertarlos a tu lado, pasan los días dejando sales sobre mi rostro, y mis manos dejan de dibujar en el aire la silueta de cada peca o lunar que te descubrí, ya no brillan las constelaciones sobre mis sabanas, ni encuentro lunas colgando de tus cabellos, ni astros menguando en tu sonrisa, ya no encuentro tras mis parpados tus pucheros, ni tus muecas al hablar, y lo que es peor, ya no encuentro tus sonrisas y solo veo tu mirada de indiferencia al decir adiós.
Y me guardo las ganas de gritarte que no quiero perderte, las guardo en ese minuto en que te vi salir sin mirar atrás, y me guardo las ganas de gritarte que no quise que fuéramos una historia de adiós, de lagrimas contenidas y de silencios resignados para evitar confrontaciones, que no quiero que salgas sin nada de todo lo que me has dejado, que pesa quedarme con las manos llenas cuando te fuiste con la maleta llena de ti y vacía de nosotros, y decirte que un día fuimos nosotros, nosotros y nadie más.
Pasan los días y sigo sin acostumbrarme a escuchar tu adiós en cada rincón donde ya no estás, donde te busco sin encontrar más que tus pasos al salir, donde me he quedado sin ti, lleno de habitaciones con tu recuerdo.

No es que pretenda cambiar tu opinión sobre mí, ni que pretenda que apresures tu paso y te quieras acercar, no es que pretenda encontrarte en cinco minutos, cuando salga de casa a comprar cigarros, no es que pretenda que en este momento levantes la mirada y te des cuenta de que te amo, de que lato por ti como nadie más lo hará, no es que pretenda que despiertes y te levantes de la mesa, que dejes el café enfriarse y olvides pagar la cuenta, que salgas apresurada a tomar el primer tren que te lleve lo mas lejos de todos y mucho más cerca de mí, no pretendo apresurarte, no pretendo que bajes el volumen a la tv y escuches a lo lejos como esta mi voz gritando tu nombre, y atiendas el teléfono preguntando si estoy yo del otro lado, no pretendo que empaques sin saber que empacar, que dejes el abrigo y el traje de la oficina, que llenes la maleta de besos y de sueños, de tu almohada añejando tus ronquidos, de tus cuadernos y tus colores en donde tengas un nombre pendiente que escribir, esa libreta que anida notas viejas sin destinatario, sin más post data que un te amo, sin más color que el de un beso dibujado de tu boca, no pretendo que se terminen las esperas en esa banca donde muchas veces te detuviste sin saber que esperar, sin saber a quién esperar, no pretendo que le sueltes la mano a quien está a tu lado, ni que dejes de besarle como yo quisiera besarte, no pretendo que cierres la puerta, que te escondas para llorar sin saber por qué lloras, no pretendo que te enteres que estoy ahí y aquí pensándote, soñándote, esperándote, abrazándote a distancia escondido detrás de aquella lagrimita que se escapa por las noches mientras duermes, no pretendo que me veas, no pretendo que me sientas, no esta noche, no ahora.

Pero si pretendo, y aunque pueda parecer demasiada ambición de mi parte, que un día llegues frente a mí, que tu camino y el mío se crucen tras el frio de una mañana, y que después de un rato sepas quien soy y pretendo que en ese momento te enamores de mi tanto como yo lo estoy de ti, que sin saber nada de ti, te espero, sin mas pretensión que esperarte para enamorarte.