LO QUE SOY

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mayo 16, 2011

A DESTIEMPO (septima parte)




Después de que el reloj marcaba las doce de la noche, sonaba el teléfono, algunas veces a las doce con cinco, algunas noches a las doce con trece o cuatro, pero jamás pasaban de las doce con treinta minutos para que el volumen de la música tras aquella ventana, sonara más bajito después de descolgar la bocina.

Algunas noches Lucía dudaba en levantar la bocina y marcar aquellos ocho números que le ayudaban a dormir, pero sobre todo le ayudaban a soñar, sabía que Gábriel trabajaba a esas horas y le daba pena interrumpirlo, algunas veces al despertar y recordar las platicas que tenían de madrugada, ella terminaba temerosa de que algún día Gábriel se aburriera, o se molestara por ser sacado de sus labores insomnes para pasear por el jardín, o caminar a la orilla del mar o cerca de una nube, entonces el día para Lucía se volvía largo, las horas avanzaban lentas, más lentas que de costumbre, no podía concentrarse en nada, y deseaba que llegara la noche para poder tomar el teléfono y marcar aquellos ocho números, y preguntarle a Gábriel una noche mas, como se veía la Luna desde donde estaba.

Lucía era una mujer bastante racional, por su profesión estaba acostumbrada a analizar todo comportamiento humano, encontrándole siempre una explicación a cada conducta, pero le costaba trabajo muchas veces encontrarle explicación a sus propias conductas, en parte era eso lo que le había hecho escoger su carrera, pues esperaba poder entenderse un poco más, o solo un poco; cada decisión que ella había tomada había sido analizada cuidadosamente, jamás se dejaba llevar por impulsos, o por lo irracional que había dentro de ella, aunque había mucho, pues por parte de su madre había crecido dentro de ella un lado que poco exploraba, porque le daba miedo no entender el porqué de muchas cosas que sentía, además de tener miedo a sufrir si se dejaba llevar por sus emociones.

Pero algunas veces, sus impulsos ganaban, y le dejaban algo bueno, o no tan doloroso, como ese impulso que solía tener al no poder dormir de marcar números al azar y que le había hecho encontrar a Gábriel, y él a ella.

Aun no entendía el porqué había tenido la necesidad de guardar los ochos dígitos la mañana siguiente del primer encuentro, no entendía el porqué había podido dormir tan bien aquella noche, y mucho menos entendía el porqué de volver a soñar, pero no había sentido ningún daño, y muy por el contrario se había estado sintiendo más feliz que de costumbre con una palabra dentro que le costaba mucho trabajo admitir y que sin embargo esta vez lo le causaba miedo, y dejaba que esa “ilusión” creciera dentro de ella, sin saber hacia dónde avanzaba, pero no tenía miedo.

-¿si te aburres de mi un día me lo dirás?

-¿Por qué me aburriría de ti? Al contrario eres tu quien puede aburrirse de mi

-no, no, mejor no me lo digas, solo no descuelgues la bocina y sabré entonces que te he aburrido.

.¿y si se va la luz? ¿Qué pasa si no tengo luz? Sabes que mi teléfono funciona con luz y si no tengo luz no podría contestar.

-no sabía eso, mmm, pero es bueno saberlo, así no me desilusionaré si un día no respondes la bocina.

-¿Por qué crees que me aburriría de ti?

-no sé, puede pasar ¿no?, a la gente le duran muy poco las ilusiones, nos desmotivamos muy fácil cuando las cosas nuevas pasan a ser parte de nuestras cotidianidades, entonces nos deja de sorprender el abrir los ojos una mañana mas, nos deja de saber especial el café, nos deja de hacernos feliz sonreír, las ilusiones nuevas duran poco, y cuando las volvemos algo cotidiano dejan de sorprendernos, así un día te aburrirás de mi y tendrás pocas ganas de llevarme a pasear por las noches, y te aburrirá hacerme dormir una noche más.

-me gusta eso de ser parte de tus cotidianidades, sería entonces como el llavero que cargas, y estar contigo todo el día, aunque no me veas, aunque solo recuerdes que me traes cargando dentro de tus bolsillos antes de abrir la puerta.

-y me enfadaría si te deje olvidado.

-pero sería solo un rato, solo tendrías que esperar a que llegara el vecino para que te prestara el otro juego de llaves, y al entrar y encontrarme en la mesa sonreirías y me guardarías de nuevo en tu bolso para que me volvieras a olvidar.

-ahora cada que vea mis llaves me acordare de ti, aunque tu un día me olvides.

-ahm, de nuevo con eso, ¿Por qué crees que pasara eso? En serio es más fácil que tú un día te aburras de mis paseos y me olvides a que yo lo haga.

-¿Por qué crees que es así?

-pues porque somos de mundos diferentes, tu mundo es real, el mío lo invento cada noche, tus amigos tienen años de conocerte, los míos me conocen solo el instante en el que estoy con ellos, tienes agenda y horarios que cumplir, yo no tengo ni siquiera hora para dormir o comer, tu todo lo analizas, cada paso que das tiene un sentido, sabes que hacer, a donde quieres ir, yo siempre estoy perdido, no se a donde iré ni a qué hora llegare…

-pero aquí estamos ¿no?

-lo sé, lo sé, y me gusta que estés aquí, pero no entiendo porque hoy me pides que te diga si me aburro de ti, ¿tienes miedo?

-un poco, ¿tú no?

-¿de qué?

-no lo sé, eso es lo que me desespera, que no se a que le tengo miedo, esto no es normal para mi, hacía mucho tiempo que no soñaba.

Lucía entonces me conto sobre su niñez, sus padres se separaron cuando ella era muy pequeña, pero pese a su edad recordaba aun los problemas y las discusiones, la incompatibilidad que existía entre sus padres y al final el acercamiento de su padre hacia alguien más, ella recordaba que pese a tenerlos separados, había aprendido a preferir esa distancia entre sus padres, porque las discusiones habían terminado, de su padre me hablo poco, al parecer él siguió adelante y le resulto más fácil tener otra familia que a su madre, ella describía a su madre como una mujer fuerte, que jamás se quejo por tener que trabajar doble para sacar adelante los gastos de ellas dos, pese a las largas jornadas de trabajo su madre al regresar a casa pasaba tiempo con ella, y le contaba historias antes de dormir, encargándose de sembrarle desde aquellos años una semillita de fantasía que le ayudara a escapar de la realidad.

A pesar de ser una mujer muy fuerte, su madre era también extremadamente sensible, sabia apreciar y valorar los sentimientos, los de ella y los de los demás, así que las amistades eran importantes, las lealtades en el trabajo y en la familia, las pequeñas muestras de aprecio que uno da y recibe, así que era normal que le recordara siempre llegando a casa con algún regalo, o comprando algún detalle cuando salían mientras mencionaba lo mucho que le gustaría a fulanito o fulanita, Lucía se había acostumbrado también a tener siempre visitas en casa, no era raro para ella que los fines de semana no pudieran salir en todo el día porque amigos o familiares llegaban a acompañarlas, pero por esa sensibilidad que tenía su madre, también era común, algunas veces, que su madre estuviera triste porque algo la decepcionaba o la defraudaba, pese a eso, siempre le decía a Lucia que una vida sin ilusiones no podía ser una vida feliz.

Lucía no aprendió esto último, y era lógico, para ella su madre lo era todo, y le dolía verla lastimada, por sus compañeros del trabajo, o por algún pretendiente, le dolía verla llorar cuando las cosas no le salían bien en algún romance, así que comenzó desde muy chica a racionalizar todo, muchas veces esa manera de analizarlo todo, era lo que hacía que su madre dejara de sentirse mal, poco a poco Lucía comenzó a relacionar las emociones, con dolor, y las ilusiones con dolor, y fue acorazando su corazón, y fortaleciendo su razón.

Pero la semilla que su madre había sembrado dentro de ella era un árbol muy fuerte, y pese a lo racional que Lucía era, la voz de su corazón nunca dejaba de escucharse, aunque my pocas veces le hacía caso, pero ahí estaba, gritándole muchas veces lo que ella necesitaba y no sabía.

Me imaginaba algo así cuando fui conociéndola, porque al saber lo que hacía y poco a poco conocer más de su mundo, o más bien, pese a conocer lo que me contaba de su mundo, encontraba en ella ese lado mágico que seguramente era parte de ese árbol que su madre le había sembrado, ella tan racional y tan segura de que los sentimientos solo eran reacciones químicas y aun así, sonreía a la gente y socializaba tan fácil con los demás, volviendo a desconocidos personas tan familiares con ese trato que ella les daba, la manera en que sonreía y se emocionaba por cosas tan pequeñas como una flor o las hojas de los arboles lloviendo en naranjas y ocres, o emocionarse por las babosadas que solía inventarle para escucharla dormir, definitivamente era más fácil que ella se aburriera de mi que yo de esa encantadora manera de contagiar su alegría.

Aquella noche no salimos a pasear a ningún lado, y fue ella quien detuvo el tiempo esa noche contándome las historias de su madre, sus travesuras en festividades, y las pequeñas sorpresas que su madre le regalaba sin razón alguna más que hacerla sonreír, aquella noche creo que se le olvido una noche mas, tener miedo a lo irracional, aquella noche durmió sonriendo como cuando era una niña y contrario a lo que había decidido aprender de aquellos días, esta noche había decidido hacerle caso a su madre y dejar crecer una ilusión dentro de ella, al menos para poder soñar.

El reloj marcaba las cinco con tres minutos y como cada noche, colgaba el teléfono con mucho cuidado para no despertarla y me preparaba a salir de nuevo, a perderme, o a encontrarme, no lo se, nunca lo he sabido, pero algo era seguro, que pasaría el día esperando a fuera de noche, para volver a bajar el volumen de la música y escuchar la voz de Lucía.