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noviembre 30, 2014

DE GALAXIAS QUE COLAPSAN Y LUNAS SIN COLOR

¿Recuerdas cuando todas las galaxias estallaron y se perdió el color de la Luna?, pues volverá a suceder un día, o una noche, no sé bien cuando, ya sabes que el tiempo no he aprendido a manejarlo, pero sé que pasara.
Eso le dijo él a ella mientras tomaba su mano cuando subían a la montaña donde cada tarde solían esperar a que la Luna asomara el rostro, en aquellos días el saberse juntos era lo único que importaba, aunque dentro de ellos el miedo a las despedidas seguía arrastrándose dejando surcos de vez en cuando al irse a dormir.
Yo los miraba de lejos, jamás tuve el valor para acercarme a ellos, verles amarse tan valientemente me intimidaba y respetaba demasiado los latidos que soltaban y con los que iban pintando nubes de color violeta, sin embargo a quienes se les cruzaban en el camino aquel derroche de colores parecía molestarles o insultarles, muchas veces vi acercárseles serpientes y reyes topos para cuestionar sus latidos, y las serpientes le rozaban a ella la nuca mientras susurraban dentro de su oído todo el veneno que sus glándulas drenaban.
-¿Por qué te deja ir cada noche? ¿Por qué no te habla de todo? ¿Por qué si tiene tantos colores en el bolsillo, no le pone a alguno tu nombre?
Ella por momentos se intoxicaba con aquel veneno, cuestionaba el porqué las manos pequeñas, el porqué la mirada ausente, el porqué los silencios y las despedidas temporales, cuestionaba cada latido, hasta que terminaba por cuestionar los suyos, ¿Por qué le espera cada mañana? ¿Por qué le toma la mano? ¿Por qué le cree si no es más que un nomo? ¿Por qué no puede volar como ella sueña volar? , y entonces le soltaba la mano a él, y miraba los pies de otros, miraba los labios delgados y rosados de príncipes varoniles y gallardos, miraba el calor que emanaban aquellos príncipes y sus brazos tan fuertes y protectores, miraba como volaban tan alto y jugaban con el sol sin que sus alas se derritieran, miraba a todos con las ganas que ya no ponía en los ojos de él.
Llegaban los reyes topos, con su astuta ceguera y tapándole los ojos le hablaban de todas aquellas cosas que estaba dejando de ver por seguir al lado de aquel tonto nomo, le hablaban de otros reyes, de el brillo del oro que cubría sus cabezas, de las reverencias que los súbditos les hacían y de lo bien que se sentía ser rey y pertenecer a aquel gremio de reyes y poderío.
Entonces ella volvía a mirarlo a él y veía sus desgastadas ropas, veía que nada pendía de su cabeza, que no tenía ningún poder sobre nada, que siempre hacia complicidad con todos para poder crear algún color en el cielo, que se juntaba con lacayos y criminales, que lo mismo le daba sentarse en una banca, que en la escalera más alta, que solo veía peldaños cuando se le ponía enfrente el altar de aquellos reyes, lo veía hablando con el viento para elevarla, lo veía hablando con las flores para hacerle coronas a ella, lo veía acariciando el mar, para mecerla por las noches y que soñara cosas bellas, lo veía tan pequeño y tan falto de poder, de riqueza, de gallardía, lo veía tan lejos de aquella imagen con la que hacía mucho tiempo soñó, la idea de pasar los días al lado de un príncipe terminaba empañándole los ojos cuando veía que estaba perdiendo los días al lado de un nomo.
Muchas veces cuando esto pasaba, él se daba cuenta, pues el viento descubría el rostro de ella para que pudieran verse los cristales de sal que le rodaban por las mejillas, entonces él dejaba de apretar su mano, y poco a poco le iba soltando, mientras las estrellas temblaban y las galaxias que habían construido comenzaban a colapsarse, a los pájaros se les caían las plumas, y el mar se hacía tan duro que la Luna no podía salir cada noche de su panza, era entonces que por miedo a que la Luna se ahogara él le sujetaba la mano de nuevo y angustiado por tanto polvo de estrellas que caía sobre las nubes le besaba, y era un beso lo que le regresaba a ella al lado de él, mientras todo el veneno de las serpientes y de los reyes topo caía convertido en pétalos azules bajo sus pies.
Una vez alguien me conto que una noche no fue así, y que todas las galaxias se perdieron, y se perdió el color de la Luna, pues una noche a ella le ganaron las ganas y le soltó la mano a él para correr al lado de un príncipe, una noche a ella le entro tan profundo el veneno que no hubo tiempo de sacarlo antes de que todo aquello se perdiera, una noche él simplemente dejo de ser para ella el latido más fuerte, y se volvió la nada para ella.
Después de aquella implosión de sus latidos, las cosas quedaron vacías por muchos años, se escondió el viento y la Luna dejo de menguar, el mar ya no hizo espuma, y las aves fueron devoradas por serpientes y reyes topos, que envidiosos por no poder volar, decidieron terminar con las alas de cualquier criatura para que nada surcara los cielos, intentaron hasta comerse las nubes, pero ningún árbol quiso crecer tanto para servirles de escalera a aquellas envidiosas criaturas.
Fueron días muy obscuros, y aunque no viví en aquel tiempo, la tristeza de las cosas que me narran aquel terrible momento, me hace saber que fue terrible aquello, y es que nunca vi a un pincel llorar tanto, ni a una hoja teñirse se naranja tan rápido, ni vi jamás al viento enfriarse tan rápido, ni a una piedra desmoronarse con un susurro de esa manera, así que ante tales narraciones uno no puede evitar creer que aquello fue terrible, que aquello debió de dolerle hasta las raíces a los arboles más grandes, pero hacia demasiado tiempo de aquello, habían pasado muchos inviernos desde entonces, y ahora aquel suceso tan trágico servía para que cada vez que a ella le comenzara a subir el veneno de las serpientes y de los reyes topos, él apretara su mano y con un beso le sacudiera el veneno de aquellas criaturas.
Sin embargo después de todo eso, el miedo había dejado una semilla en cada criatura de aquella tierra, y el miedo poco a poco despertaba con cada gotita de veneno, y por mas besos y latidos que él le pintara en el cielo, la semilla del miedo iba creciendo mas y mas, echando raíces en el corazón de ella y de él, a ella cada día le daba más miedo despertar y darse cuenta de que estaba desperdiciando sus días al lado de un nomo, cuando podía estar llenándose de riquezas y poder al lado de un príncipe, a él le daba miedo dejar de soñar para descubrir la realidad de que ella seria más feliz lejos de él, y los dos en un palpitar del miedo preferían quedar en silencio, sin decir nada, sin confesarse nada, ella comenzaba a esconder sus latidos para que él no los viera, esos latidos que a ella le hacían saber que había otros reinos, otros cielos, otros brazos y besos y otros, otros que no eran nomos.
Él se había dado cuenta de aquellos latidos escondidos y había decidido esconder sus lágrimas, y esconder su tristeza y esconder su enfado por ser tan solo un nomo y no aquellos príncipes con los que ella soñaba y deseaba tener al lado.
Ella abría ventanas cada noche para sentir el viento de otros lugares, de otras voces, de otros besos, él dejaba que los colores se secaran mucho antes de que pudieran teñir alguna nube para ella, ella contaba cada noche las plumas de sus alas considerando seriamente las distancias que podría recorrer si echara a volar al salir el sol, él contaba cada noche los pasos que la iban alejando de ella, ella sonreía mientras miraba a lo lejos nuevos horizontes donde el eco murmuraba su nombre, él se daba media vuelta tapándose los oídos para no ver ni escuchar que otras voces nombraban mas dulcemente el nombre de ella.
Aun así, a pesar de aquel miedo que crecía dentro de ellos, cada tarde se tomaban de la mano y subían la montaña para ver brillar la Luna y dibujar de nuevo los latidos que juntos iban creando, nuevas galaxias a las que algún día llegarían, nuevos colores que teñían de luz cada nube que jugaba insomne en sus sueños, nuevos días en que quizás el futuro se volviera presente y fueran memorables todos sus latidos y fueran más fuertes los corazones para que ningún miedo les lograra crecer dentro, e inmunes a cualquier veneno las sonrisas de ella jamás se volvieran cristales de sal.
Hace mucho tiempo que les miro subir a aquella montaña, algunas veces parece que les pesa más subirla, y otras veces apresurados les miro llegar a lo alto, como si algo les esperara en aquella cima, esta noche les veo débiles, y creo que se saben débiles, tan débiles que fue necesario que él le recordara a ella que un día todas las galaxias colapsaron y la luna perdió el color, aunque dudo mucho que recordar todo lo que se perdió, sirva para evitar que suceda de nuevo, dudo mucho que el miedo a perder lo que se tuvo, sirva para no perder lo que se tiene y una noche sin que lo esperemos, todas las galaxias vuelvan a colapsar y la Luna pierda el color para dejarnos de nuevo en completa obscuridad.