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diciembre 13, 2010

ENTRE SUEÑOS INSOMNES

Sin saber como había llegado de nuevo a aquella banca donde la escucho siendo ella por primera vez, aquella tarde le había encontrado ya viviendo dentro de él, quizás fue cuando se sorprendió al ver una ardilla, quizás fue cuando le conto su vida, quizás fue cuando le dijo que por irracional que fuera, él era la única persona que la conocía en realidad, quizás solo fue que aquella tarde hacia frio, y por primera vez él le prestó su abrigo, no lo sé, pero ahí estaba de nuevo sentado sobre aquella banca dentro del parque.

La librería de enfrente aun no estaba abierta, las ardillas aun no salían a hurgar entre los evónimos, las cafeterías aun no tenían sus mesas sobre las aceras, y a su lado, aun no estaba ella, de nuevo no estaba ella.

Habían pasado muchos días así, sin saber cómo, despertaba cada mañana en aquellos sitios donde la había encontrado tantas veces, donde la había conocido por primera vez, cada primera vez, cada beso, cada palabra, cada mirada, cada primera vez que le sonreía, para hacerle sentir que su vida había cambiado y que ella sintiera lo mismo, y juntos por primera vez, sentirse enamorados.

Sin saber cómo, desde hacía varias mañanas, el despertaba en medio de esos lugares, inevitablemente la buscaba a su lado, sentada con el vasito de té sobre las rodillas, con la taza de café separándoles, con el plato de comida sin terminar, con su abrigo cubriéndole la espalda, pero cada mañana, la sonrisa que le dibujaba el reconocer esos lugares en un parpadeo, se le borraba cuando al voltear a su lado, no la encontraba, ni encontraba su vasito de té, ni encontraba su taza de café, ni el plato con comida, ni su calor, aun entibiando su abrigo.

Ante tanta ausencia él no podía hacer más que soltar una lágrima, o varias, y dejarse ahogar por los recuerdos de todas sus primeras veces al lado de ella.

Sin saber cómo, cada mañana despertaba en aquellos lugares donde a su lado solo encontraba su ausencia, y el frío que había dejado su partida.

No sabía cómo, pero recordaba cuando había comenzado todo eso.

Jamás habían conseguido estar juntos, pese a las ganas que tenían uno del otro, pese a todas sus primeras veces, pese a todos sus latidos y pese a su nueva vida, jamás habían podido estar juntos, muchas cosas aun le ataban a ella, y a él le faltaba mucho para poder ser el hombre con quien ella quisiera envejecer, y sin poder evitarlo llegaron los días donde se decía solo una palabra, adiós.

Pese a todo, incluso a las despedidas, incluso a la distancia, incluso a sus ausencias, algo no dejaba de latir dentro de ellos, algo que por primera vez les mantenía juntos, algo que les mantenía de nuevo, sintiéndose por primera vez, pese a sus silencios, pese a no escucharse, pese a no abrazarse, pese a no encontrarse de nuevo al dar vuelta en aquella esquina, en aquel café, en aquel parque, pese a todo, él seguía buscándola, pese a encontrar solo al dar la vuelta en aquella esquina, en aquel café, en aquel parque, solo su ausencia, solo su recuerdo.

Pasaron muchos días así, sin que él supiera algo de ella, ni ella algo de él, él imaginaba que por fin ella era feliz, que el olvido le había alcanzado por fin, y que de aquella historia solo quedaría una migajita atorada en la comisura de los labios de ella, que de vez en cuando al sonreír, nadie notaria, sin embargo, no dejaba de pasar los días perdido en aquellos recuerdos, que se volvieron su compañía, que se volvieron los latidos que llenaron el espacio que había dejado su ausencia, pasaron muchos días, ella sin él, él con sus recuerdos.

A pesar de no saber uno del otro, algo aun latía dentro de ellos, por primera vez, cada primera vez, una noche ella enfermo, y tuvo miedo, recordó entonces los días al lado de él, las noches en que velaba su sueño para que pudiera dormir ella sin pesadillas, las noches que su abrigo le cubría las piernas para sacudirle el frío.

-me haces falta, tengo miedo y te necesito. Dijo ella por la madrugada, después de haber tratado de dormir y no conseguirlo por los dolores.

Él no la escucho, él estaba muy lejos y sin ella, pero lleno de todos sus recuerdos, compartiendo el café de las madrugadas con las fotos de ella, compartiendo las caminatas dentro de los parques con su ausencia, compartiendo cada latido que seguía sintiendo por ella, con su recuerdo.

Sin saber porque, esa noche en que ella lo nombro de nuevo por primera vez, a él lo invadió un sueño terrible, sin querer entrar bajo las sabanas para no perder los sueños de ella, que aun se anidaban bajo su almohada, se quedo dormido al lado de la cama sentado en una silla, como tantas noches a su lado, como cada noche que a ella le invadía el miedo o la enfermedad, de nuevo por primera vez, se quedo dormido en aquella silla.

Y ella se quedo dormida en su cama lejos de él.

Esa noche soñaron juntos, aunque no estaban juntos, soñaron juntos, se encontraron de nuevo en alguno de esos lugares donde se encontraron tantas veces, donde por primera vez se conocieron y se reconocieron, las bancas de los parques, los andenes del tren, las esquinas donde él la esperaba, las tazas de café humeando, el sabor del frío entre sus brazos, el paladar inundado de sus besos, todo de nuevo por primera vez, todo de nuevo en sueños por primera vez.

A la mañana siguiente ella despertó sin miedo, ella despertó sintiéndose un poco mejor, ella despertó sin él, pero sonriendo, paso la mañana aun con el recuerdo de aquel encuentro, y el café le supo a él, en el frío encontraba sus brazos, en el viento sus besos, y en aquel sueño un poco mas de fuerza para seguir aguantando su enfermedad.

Él despertó en alguna banca, en algún parque, en alguna estación de tren, despertó reconociendo aquellos lugares donde fue con ella, donde aun encontraba restos de ella, pero a su lado, ya no estaba ella, pero dentro de él, tenia aun latiendo el sabor de su voz cuando en sueños le decía por primera vez, cuanto la amaba.

Han pasado muchos días desde aquella primera vez en que el despertó sin saber porque, lejos de casa, pero más cerca de ella, aunque sin ella.

Ahora de vez en cuando, el despierta algunas mañanas, sentado en aquellos lugares, sin saber porque, sin saber cómo, pero despierta feliz después de haber soñado con ella, después de haberla encontrado en sueños, dentro de todos esos lugares, ella de vez en cuando siente miedo, y pierde el sueño, pero solo hasta que le nombra de nuevo, y en sueños él viaja a su lado, para estar al lado de ella.

Una vez leí que la velocidad más rápida para viajar era la del pensamiento, y que bastaba con pensar el lugar donde se quería estar para que en menos de un parpadeo se pudiera estar ahí, yo prefiero la velocidad de los sueños, pues a la velocidad del pensamiento uno puede estar donde quiera, pero a la velocidad del sueño, uno llega a donde se le quiere, a donde se le nombra con latidos.

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