Era encontrar en ella la complicidad suficiente para ser él,
solo él, y ella encontraba en él lo mismo, esa libertad los unía, ser con todo
su pasado, ser con todo su presente, y saber que pese al futuro, juntos o
alejados, ellos habían conseguido tener esos momentos de complicidad, ese
presente en que podían derrumbarse por las cosas que les sucedían en el mundo
de afuera, y ponerse de pie entre abrazos y besos, entre madrugadas en que se
escapaban de todos y de todo para deshacer la noche y el día, los días, las
cosas que pesaban, poder hablar de otros nombres, o de la falta de nombres,
pero reconocerse sin una sola letra en los brazos del otro, olvidarse de que
giraba el mundo, y aun así, saberse vivos mientras los besos por la madrugada
durarán, hay cosas que no saben atarse a la oscuridad de la noche o a la
radiante luz del mediodía, a ellos nada los ataba, pero los juntaba esa
libertad en la que se entendían, o con la que se entendían y se reconocían, se
acompañaban, se sacudían la soledad de la solapa o del vestido, pero sobre
todo, la soledad que dejaba la falta de comprensión en sus mundos, no era que
no hubiera amor, no ese que ata, ese que asfixia, entre ellos había más, había
libertad, había sinceridad, había entendimiento y comprensión, había
aceptación, habia latidos, intensos latidos que les iluminaban como estrellas cada que se encontraban, como si el universo se completara para formar una galaxia cada que sus cuerpos colisionaban en un abrazo y eso era mucho más de lo que algunas parejas que dicen amarse
tienen.
http://www.youtube.com/watch?v=-22I0AOgEfo
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