LO QUE SOY

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abril 15, 2011

A DESTIEMPO (quinta parte)



Eran las ocho con doce minutos cuando me despedí de Lucia.

-¿te volveré a ver extraño?

-¿Cómo? ¿No te aburrí lo suficiente?

-tonto, claro que no me aburriste, eres, no sé, ¿raro?

-si, lo sé, todo mundo lo dice, perdón por eso, pero aun no aprendo a comunicarme.

Sonreía de una manera tan cálida, y el brillo de su mirada hacia iluminar aquel arco de piracanto que tenia la entrada de su departamento. Su mirada se clavaba hasta lo más profundo de mis ojos, y me resultaba difícil evadirla, una mezcla extraña entre vergüenza y fascinación me hacían correr los ojos del suelo, a sus ojos.

-¿dime entonces? ¿Volveré a verte?

-si quieres me volverás a ver, y aunque no me veas, si en algún momento quieres que este a tu lado, ahí estaré, de alguna manera, pero estaré, aunque sea en un recuerdo.

Sonrió y de un solo paso me abrazo para darme un beso en la mejilla.

-está bien extraño, te estaré dando entonces mucha lata, a ti o a tu recuerdo.

Al sentirla tan de cerca en ese abrazo no supe que hacer, mis brazos no se movieron, y no supe que decirle, por un momento el aroma de su cabello llego hasta a mí, con su cabeza recargada tan cerca de mi rostro era imposible no haberlo detectado y supongo que aspire demasiado fuerte aquel aroma, porque inmediatamente levanto la cabeza para mirarme, no dijo nada, solo sonrió, así, aun abrazada a mí, la vergüenza que debí de sentir por casi ser descubierto inhalando el aroma de su cabello supongo que me hizo hacer alguna mueca, así que solo sentí todos los colores subiendo por mi rostro, junto con un bochorno terrible.

Eran las nueve con tres minutos cuando un gusano naranja me succionaba junto con muchos que con el rostro cansado y fastidiado viajaban de regreso a donde aquellas heridas de la cotidianidad serian curadas por las sonrisas y besos de quien les esperaba en casa, a mi no me esperaba nadie, sin embargo sonreía.

Todo el camino de regreso fui recordando cada detalle de aquel día, los nervios que sentía mientras le contaba a mi amigo el viejo párroco la razón que tenia para estar esa mañana en aquel parque, el pavor que sentí cuando apareció aquella diminuta mujer con esa intoxicante sonrisa, la vergüenza que sentía cada vez que me sorprendía mirándola para tratar de memorizar cada detalle de su rostro, sus gestos al hablar, la manera en que movía la nariz cuando hablaba, la manera en que abría y cerraba los ojos al contarme lo que había en su mundo, ese morderse los labios después de un bocado para limpiarse cualquier migaja que pudiera haber quedado, ese perder la mirada al recordar algo y como niño pequeño, salir de su estupor con cualquier cosa que se atravesara enfrente, un ave, una falda de colores, una hoja descolgándose de un árbol por tener la necesidad de viajar, de conocer que hay mas allá de aquellas ramas, cada detalle de sus gestos y de su rostro me tenían fascinado.

Pero era inevitable sentir pena al ser descubierto mirándola de aquella manera, era la primera vez que la tenía enfrente y pese a que por las locuras que le contaba por teléfono para hacerla dormir y que obviamente dejaban muy claro el tipo de loco que yo soy, tenía miedo de que pensara que podía ser un tipo de loco diferente, así que cada vez que era descubierto por sus ojos, bajaba la mirada.

No es que sintiera atracción física por ella, pese a ser una mujer bastante bonita, no era del tipo de mujeres que va despertando suspiros a su paso, porque no tenía esa pose de femé fatal, lo que hacía que llamara la atención era esa actitud tan libre que la envolvía, entre el movimiento de su falda y su suéter de colores, entre esa forma en que se sacudía su cabello cuando movía la cabeza para voltear a verme al caminar, esa manera de dar brinquitos sobre los charcos, todo eso, era lo que llamaba la atención de ella, en mi, y en quienes la veían y sonreirán al verla.

Era difícil no sonreír frente a ella, a cada lugar donde íbamos socializaba con la gente, y la gente dejaba de lado sus barreras para sonreírle, quizás era su voz, su mirada o aquella sonrisa, pero sin importar que tan severo se veía el rostro de quien le tenía enfrente, terminaba desmoronando aquel ceño fruncido para regresarle la sonrisa, al verla tan amable con todos, me sentía encantado por haber tenido el número telefónico que tenia, como para que una noche de entre todos los números que pudo ella marcar, marcara el mío.

Me sorprendió mucho de entre las cosas que me conto, su manera de expresarse de las emociones, llamar al amor como algo mas, sin nombre, sin encontrarle las letras adecuadas, pero explotando dentro de cada persona, aunque muchas veces apresado por muros de hierro por miedo o por preferir perder el tiempo en roses vacios, era raro escucharle hablar con tanta pasión de las emociones, de la tristeza, del enfado, de la decepción y sus candados, era raro porque ese tipo de voz se la conocía a los insomnes, a los que como los amorosos, pasan las noches despiertos, soñando con latidos que conocieron, que esperan conocer, pero aquellos insomnes eran gente que, casi siempre, desde el nacer tenían grabadas las letras sobre su frente o bajo las ojeras, pero Lucia no era tan insomne, y por su profesión me parecía que tendría que ser completamente racional y como los otros psicólogos que conocía yo, una persona completamente segura de que el amor solo era una descarga de substancias en el cerebro, con caducidad y todo, pero ella hablaba de otro amor, el que no se encuentra en los libros, porque no hay letras que puedan hablar de él.

Eran las diez con doce minutos cuando llegue a casa, llegue con la sonrisa en el rostro por todos los recuerdos que aquel día, y pese a lo extraño que resulta siempre un primer encuentro, esta vez me había sentido cómodo al lado de Lucia, lo que era raro pues nunca he sociabilizado muy bien, siempre me he considerado un autista sociable, era fácil que me sintiera intimidado cuando estaba rodeado de personas, pero aquel día me había sentido cómodo al lado de Lucia, y esperaba que ella también, lo que me hacia tener miedo ahora, de no volverla a ver, porque aunque podría decirse que aun éramos extraños, sentía ganas desde su primera llamada, de seguir conociéndola más, la mayoría de la gente que conocía era así, con ese encanto que te hace desear pasar muchos momentos al lado de ellos, aunque por diferentes razones me había separado mucho de la gente, sin embargo, quien quería, seguía regresando para despertar fantasías sobre las bancas de los parques y conspirar para cambiar el mundo en algún café, así que pese a lo poco que conocía a Lucia, la consideraba a esa hora, una amiga.

Era raro tener tanta familiaridad con alguien que hasta hace pocos días no conocía en persona, conocerle sus sueños, sus fantasías, su manera de asombrarse por el brillo de una estrella, o por el color de una flor después de media noche, conocer hasta sus ruiditos al dormir, y sin embargo, no haberle visto nunca, adquirir confianza bajo ese anonimato era fácil, porque muchas veces ese anonimato te da confianza para ser como eres, sin miedo a ser juzgado o criticado por ciertos comportamientos, y aquellas llamadas anónimas, que se habían vuelto no tan anónimas, habían servido para conocerle sin conocerle, ver en ella más que lo que quienes pasaban el día a su lado podían ver, y esa confianza se la agradecía cada noche.

Eran las doce con veintitrés minutos de la noche cuando el teléfono sonó, reconocí el número en el identificador, y al hacerlo sonreí.

-hola ex extraño, ¿puedes ver la Luna desde donde estas?

-hola Lucia, si, si se ve mi Luna desde aquí, ¿Por qué no te has dormido?

-me hacía falta salir a caminar para que el aroma del mar me hiciera dormir, pero como si se ve la Luna desde donde estas, supongo que no saldremos al jardín.

-¿Cómo reconocerás el aroma del mar, si dices que no lo conoces?

-como te reconocí a ti, sin conocerte y supe que eras tú.

-dudo que el mar tenga ojeras, en todas las vidas que tengo de conocerle, nunca le he visto, ¿quieres salir al jardín?

-te aprovechas porque no conozco el mar, llévame.

-¿al mar?

-no tonto, al jardín, bueno si quieres también me llevas al mar, pero esta noche no, porque caminamos ya mucho.

Por lo que conocía de ella, durante esas llamadas anónimas, podría asegurar que ya estaba acostada y que mientras me pedía que la llevara al mar se estaba acomodando en su cama.

-¿irías al mar conmigo?

-claro, ya te lo dije la otra noche, quiero que me cuentes lo que ves en tu mundo, y que me dejes contarte lo que veo yo, después creamos otro mundo con lo que veamos juntos, ¿te parece?

Su manera de hablarme me gustaba, tan familiar como si nos conociéramos de muchas vidas, de muchos lugares, como si nos hubiéramos encontrado después de cada muerte, después de cada noche, de cada día.

-está bien, me gusta cómo ves el mundo tu, y me gusta cómo ves mi mundo, ¿no te aburrí?

-tonto claro que no, me la pase bien, me dio gusto conocerte en persona, y ver tus ojeras.

-¿no te decepcione?

-si, sigues así colgare y volveré a hacer llamadas anónimas, además no tenia porque decepcionarme ya te conocía ¿no?

-¿a si? ¿De dónde?

-pues te conocí cuando te llame por primera vez, así como esta noche, eres igual a como has sido todas estas noches, así que no tenia porque decepcionarme, ¿y tú? ¿No te decepcionaste?

-ya te conocía ¿no?

-¿a si? ¿De dónde?

-de cuando te escuche dormir por primera vez.

-¡hay no! Qué pena me da que recuerdes eso, y más que no solo haya sido una vez.

-pues mira que no te debe de dar pena, tus sonidos al dormir son encantadores, y ahora que te he visto de frente, puedo imaginar mejor tus muecas al dormir.

-¿a si? ¿Por qué?

-pues porque ya vi tus muecas al hablar

¿Eh? ¿Hago muecas cuando hablo?

-si.

-¿Cómo?

-pues…

Y le describí lo que recordaba de ella, sus movimientos al caminar, sus gestos, y hasta el aroma de su cabello.

-entonces si me estabas oliendo la cabeza.

-que pena me da aceptarlo, pero si, aunque no fue culpa mía, tu cabeza quedo cerca de mi nariz y pues, el viento hizo lo demás.

-que pena para mí porque seguramente a esa hora ya debía de olerme feo.

-no, para nada, olía bien.

-oye

-mande

-¿como te fijaste en tantas cosas mías?

-me gusta ver a la gente, no soy muy sociable, y cuando salgo con alguien es como tener contacto por primera vez con un humano, entonces me fijo en sus detalles, sus gestos, su tono de voz cuando menciona algunas palabras, su manera de mirar las nubes, los sonidos que le llaman la atención, supongo que algunas veces debe de ser incomodo ser observado así, pero no puedo evitarlo.

-eres como los psicólogos, así ven a la gente, te equivocaste de profesión Gábriel.

-no, no, cuando era pequeño pase mucho tiempo con psicólogos y la verdad me incomodaban sus miradas, de hecho por eso no me gusta mirar a la gente mucho tiempo a los ojos, o que me miren, me hace sentir analizado.

-¿y entonces tu que buscas al fijarte en todos sus detalles?

-conocerles mejor.

-¿Cómo?

-como decía el libro de el Principito, conoces lo que les da alegría, lo que les da miedo, lo que les emociona, y así, ves porque sonríen, si les da pena algo, si les incomoda algo de ellos y que traten de ocultar con alguna mueca, conoces muchas cosas cuando ves esos pequeños detalles de la gente, lo que les enfada, lo que les agrada, ves que tipo de recuerdo es el que te cuentan, si uno que les ilumina la mirada, porque fue muy bueno, o porque desearían volver a vivirlo, o si es un recuerdo que traten de perder, perdiendo la mirada en el piso, si de verdad creen en las palabras que mencionan, cuando las dicen con cierto tono, y les miras las cejas levantarse, si creen en el amor cuando una sonrisa les ilumina el rostro al mencionar esas cuatro letras.

-no he leído nunca el Principito, pero después de escucharte lo tendré que comprar.

-si quieres te lo presto, es un libro enorme, aunque se supone que era para niños, creo que cuando creces le vas encontrando mayor significado.

-bueno la próxima vez que te vea me lo llevas, ¿y cuando volveré a verte?

-cuando quieras, ya te lo dije.

-mmm, ahora.

-está bien, entonces cierra los ojos.

-ya, la verdad los he tenido cerrados desde que escuche tu voz.

-ok, dime ¿a dónde quieres ir?

-a donde nunca haya ido.

Gábriel entonces le pidió que le describiera su habitación, Lucía fue diciéndole las cosas que había en aquella pequeña recamara, le conto de sus muebles y de los colores que había en las paredes, le conto que ya estaba con las luces apagadas, él recordaba que no tenia ventanas pues por eso preguntaba siempre en sus llamadas anónimas si se podía ver la Luna, se paro al lado de la cama donde estaba acostada Lucía, se puso de rodillas y le susurro algo al oído, Lucía sonrió, Gábriel saco uno de los tickets que tenía en el bolsillo de aquella tarde, e hizo un barquito de papel, abrió uno de los cajones del buro que estaba al lado de la cama de Lucía y saco un lápiz labial, se puso de pie y se acerco a una de las paredes, trazo un rectángulo que se volvió una ventana cuando él rozo con sus dedos el perímetro de aquel rectángulo, tomo las cajas de zapatos y unos libros del closet, y armo una escalera, por las hendiduras de aquella ventana comenzó a cruzar la luz, para iluminar aquella habitación, Lucía abrió los ojos por tanta luz, y al hacerlo Gábriel empujo la ventana para abrirla.

Gábriel tomo aquel barquito de papel y lo puso en el marco de la ventana, miro a Lucía y estiro su mano para sacarla de la cama, al bajar Lucía de la cama, se dio cuenta de que aquella habitación era más grande, y las cajas de zapatos y los libros se elevaban muy alto, el foco del techo se veía tan pequeño, Lucía miro todo asombrada, sintiéndose a cada paso más pequeña, Gabriel apretó su mano y le dijo:

-vamos a naufragar.

Lucía sonrió, y lo abrazo, fueron subiendo poco a poco aquellas cajas de zapatos y libros, la luz que cruzaba aquella ventana cada vez era más intensa, y comenzaba a escucharse un rugido extraño a cada paso, al llegar al borde de la ventana, Gábriel le pidió que imaginara todos los tonos de azul que conocía, que se los imaginara moviéndose de un lado a otro, mezclándose en una tanta agua como pudiera imaginar y que con cada roce se formara una espuma blanca y suave, tan frágil que el viento al tocarla la hiciera brincar, le pidió que se imaginara una alberca inmensa, o una tina de baño, lo que le fuera más fácil de recordar, pero que la imaginara tan grande que no pudiera ver el otro extremo, y que dentro de ella pusiera todos aquellos tonos de azul que conocía, bailando de un lado a otro, creando espuma con cada roce, salpicándose unos a otros como ella lo había salpicado aquella mañana con el agua de la fuente.

Subieron al pequeño barquito de papel que ahora era mucho más grande o ellos mucho más pequeños, le pidió Gábriel, al viento, que los moviera, y comenzaron a flotar sobre aquella enorme mancha de azules, cada gotita que salpicaban destellaba brillo, como si fueran cristales brincando de un lado a otro, fragmentando la luz para crear arcoíris, el viento algunas veces soplaba más fuerte y aquellos colores llegaban más alto, tan alto que se quedaban colgados de alguna nube, aquel barquito se mecía suavemente mientras Lucía sacaba las manos por la borda para rozar el agua teñida de todos los azules que recordaba, miraba su reflejo en aquellos cristales que salpicaba el agua y sonreía, Gábriel la miraba y suspiraba.

Se sentaron en aquel barquito de papel recargándose en la borda, Lucía abrazo a Gábriel mientras el barquito seguía meciéndose, hasta que de nuevo a las cinco con treinta minutos de la mañana, por la bocina del teléfono Gábriel distinguía los soniditos que Lucía hacia al dormir y sonreía.

-un día te llevare a conocer el mar.

Susurro Gábriel antes de colgar, teniendo cuidado de no despertar a Lucía.







1 comentario:

  1. Si sigues escribiendo así, lloraré mucho... pero bueno me encanta disfrutar de las lecturas... me había atrasado con las vacaciones pero aqui estamos de nuevo leyendote con un gusto Dx me encanta mucho eso de "quiero que me cuentes lo que ves en tu mundo, y que me dejes contarte lo que veo yo, después creamos otro mundo con lo que veamos juntos" la otra vez estuvo pero no así, aún con todo me encanta disfrutar tus lecturas lalalala :D gracias nomo

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