LO QUE SOY

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septiembre 17, 2011

A DESTIEMPO (octava parte)



Había olvidado que las calles lucen más brillantes de noche que de día, que los adoquines del centro de esta ciudad se derriten a la luz de la Luna para convertirse en mares que esconden entre oleajes y corales, el eco de los besos que tantas vidas atrás cubrieron los muros de los edificios, había olvidado que el frío de madrugada es mas tibio, porque siempre trae el recuerdo de batallas insomnes, de besos que cabalgaron en una hora todos los kilómetros de piel que hay entre un lunar y una estría, entre un pómulo y una húmeda clavícula, entre una axila y el horizonte de unos muslos, tibios.

Había olvidado tantas cosas de la noche, pero Karla prefería naufragar de día, y por las noches refugiarse en el humo de algún antro donde el sonido de la música dejara pocas ganas de intentar soltar una palabra o diez, Karla prefería algún bar fino donde se sirvieran tragos con nombres exóticos, algunos en francés que daban pie a que pudiera burlarse de la difícil pronunciación que le daban a los tragos algunos de sus amigos, Karla era una mujer de día, y si bien era cierto de solía acercarse a mi mundo cuando se hartaba del rímel y los polvos, cuando le quemaban la espalda las etiquetas de su costosa ropa, cuando buscaba desnudarse hasta de su nombre y ser simplemente quien roncaba lejos del glamur que ella portaba para guardar la pose.

Siempre me sentí privilegiado por poder ser testigo de aquello, siempre le estuve agradecido por haberme tenido la confianza necesaria para dejarme verla sin poses, sin maquillajes, sin sus escandalosos tacones al caminar, que igual que su risa, hacían que inevitablemente todo mundo la volteara a ver cuando entraba en alguna habitación, pero cuando entraba en mi mundo, se desnudaba hasta de esa risa, y varias veces me dejo ver correr por su rostro, una o varias lagrimas.

Karla y yo éramos de mundos diferentes, sin embargo habían cruzado muchas veces las mismas estrellas al mismo tiempo, sobre nosotros, y nos encontrábamos sin buscarnos, debo decir que sus compañías no eran de mi agrado, y muchas veces desistí a sus invitaciones para seguir la noche al lado de su grupo de amigos, algunas ocasiones, supongo que ella no estaba de tanto animo de dichas compañías y se quedaba conmigo, pasábamos la madrugada entonces en una de esas cafeterías de veinticuatro horas, como esa en que nos conocimos la primera vez, era en esas madrugadas que sin saber si era el café, o el insomnio, o el humo que de noche brilla diferente, o sus ojeras radiantes a las cinco de la madrugada, que me hacían verla diferente y pese a ser rubia, me parecía hermosa a las cinco con veinte minutos cuando salíamos de aquellas cafeterías a naufragar los pocos minutos que le restaban a la obscuridad.

La relación entre Karla y Gábriel había cambiado mucho, Gábriel encontraba en Karla lo que ella a nadie más le mostraba, y ella encontraba en él, a quien la miraba como nadie más lo había hecho, poco a poco ella se permitía ser al lado de Gábriel, la mujer que nadie más quiso ver, la mujer que ella tenía miedo de ser, pero Gábriel, por alguna razón, siempre la vio así, bajo el maquillaje y la ropa extravagante, bajo ese aire vulgar de femé fatal con el que solía vestirse Karla, Gábriel sabía que había algo mas, algo más que ropas caras, algo más que maquillaje, algo más que piel, algo más que esa carcasa manoseada que cubría a Karla.

Algunas veces vemos en alguien algo que nadie más puede ver, algunas veces ni siquiera esa persona a quien miramos se da cuenta de ese algo que nos llama, inexplicablemente nos llama a quedarnos a su lado, sin razón alguna, sin encontrarle una explicación clara a ese algo, y muchas veces, pese a todas las diferencias que nos separan y pese a lo distantes que pueden ser nuestros mundos, se unen por ese delgado hilo indescriptible que sentimos sin razón, y que pareciera ser algunas veces, que solo nosotros lo vemos, lo sentimos, Gábriel veía ese algo en Karla, algo que ni ella ni sus amantes habían visto, pero Gábriel si, y era ese algo, lo que hacía que él se quedara al lado de Karla, pese a todas las diferencias que existían en sus mundos, en sus vidas, en sus cotidianidades.

Algunas veces ese algo va apareciendo con el trato, con el paso del tiempo, o algunas veces aparece a destiempo, sin razón alguna, en la primera mirada, en el primer roce de los dedos cuando por azares del destino dos personas toman el mismo libro al mismo tiempo en una librería, en ese roce de viento cuando esperando la luz verde de un semáforo, el aroma escondido tras la nuca de una mujer se escapa para despertar ese algo, en el tipo que al lado va pensando en pagar la renta o la mensualidad de alguna tarjeta, rescatado por el aroma aquel fulano voltea y la mira, tan solo para darse cuenta que ha naufragado en un indescriptible mar con labios carmín, lo que suceda después depende del valor del fulano, o de su cinismo, o como en el caso de Gábriel y Karla, del cinismo de ella, una rubia escandalosa que una noche lo vio sentado afuera de una cafetería y que sin tener idea, ninguno de los dos, aquella noche habían comenzado a naufragar.

Karla y Gábriel habían sentido ese frío filo recorriéndoles la espalda desde la primera vez que sus miradas se cruzaron, pero demasiadas diferencias en sus mundos hacían que se separaran y se encontraran, algunos encuentros eran más breves que otras noches, muchas veces Gábriel terminaba hastiado de ese aire vulgar con que se vestía Karla, pero entonces ella desnudaba una mirada, un sollozo, un recuerdo perdido que había dejado algún eco viviendo dentro de la voz de Karla que como fantasma aparecía repentinamente entre alguna carcajada, y Gábriel lo veía, y Gábriel lo sentía, y entonces volvía a pensar que había algo en Karla más grande que todo ese aire de femé fatal que ella usaba como disfraz y al final de la noche Gábriel se quedaba al lado de Karla.

Las cosas cambiaron mucho desde la primera noche que sus miradas se encontraron, y habían cambiado mas desde la primera vez que Karla se había desnudado de todo lo que la envolvía, para dejarse ver por Gábriel como nadie más lo había hecho, la confianza nació, tanto como para que un día cualquiera, en que las lagrimas de Karla se asomaron, ella sintiera que junto a él, estaría a salvo la fragilidad que ella escondía.

En ese tiempo en que ella conseguía desnudarse de todo, para mostrarse ante él como nadie más la había visto, Gábriel siempre se preguntaba porque nadie más quiso ver a aquella mujer, así, desnuda de todo, sin poses, sin aires de fatalidad, sin aquel cuerpo con el que todos parecían llenarse, sin querer dejar a cambio una caricia o un beso, que de verdad pudiera dejar una huella, una gota que llenara aquel pozo de agua en medio del desierto que parecía ser Karla para muchos, encontraba en ella una fragilidad tan hermosa, mucho más hermosa que toda ella, si bien era cierto que lo primero que Gábriel conoció de Karla fue su físico, a él jamás le había llamado el deseo de rozarle, el deseo de besarle, el deseo de tocar a Karla como cualquier otro hombre con el que ella había estado, él la veía, completa, y después de haberla visto quebrarse al sentirse rechazada, le comenzó a parecer más hermosa, pese al llanto, pese a los pucheros, pese a aquella apariencia vulgar de Karla, después de verla llorar, Gábriel la comenzó a ver desnuda, de todo, sobre todo de ella o de lo que aparentaba ser.

Era entonces que aquel indescriptible algo, que Gábriel veía en Karla, parecía más real, e indiscutiblemente él sentía que había mas en Karla, de lo que ella misma creía.

Karla podía ser la mujer más ajena del mundo de Gábriel, llena de muchas cosas que a él nunca le habían parecido necesarias para que una mujer se sienta mujer, su exagerada y vulgar manera en que ella manejaba y explotaba su sexualidad, sus frivolidades y banalidades, su falta de interés en tantas cosas, incluso hasta en ella misma, en lo que había dentro de ella, esa manera tan desesperada con que parecía quererse gastar y llenarse de vacío con sus actos, con sus relaciones tan simples y desapegadas de cualquier lazo emocional que pudiera llegar a sentir, era cierto, Karla no era la mujer que Gábriel consideraría para estar el resto de sus vidas compartiendo su mundo, pero existía algo, ese misterioso algo que muchas veces vemos en alguien, y que sin saber porque, nos hace quedarnos al lado de alguien completamente diferente a todo lo que habíamos esperado, y así era Karla para Gábriel.

Lo que para Karla era él, era igual de inexplicable, porque él lo único que tenía en común con los hombres con quienes solía pasar los días y las noches Karla, era el género, de ahí en fuera, Gábriel era completamente distinto a todos ellos, las diferencias bien podrían ir desde lo físico, pues él no era de esos tipos guapos como con los que solía salir ella, no tenía esa belleza masculina que hacen que las mujeres lo voltearan a mirar, no tenía, simplemente, ese aire masculino, ni porte de caballero extraviado buscando pasar el rato con las mujeres de la taberna antes de llegar al palacio a rescatar a su princesa, no, Gábriel no era nada de eso, no tenía nada de eso que los hombres con los que pasaba Karla el tiempo tenían, pero ella veía algo en él, quizás no lo mismo que él veía en ella, pero ambos encontraban ese algo que les hacia quedarse juntos al final de la madrugada.

¿Cómo se le llama a ese algo que no se ve, pero se siente? Ese algo que nos hace voltear a ver a alguien como ni esa persona se ha visto, ese algo especial que hace que las diferencias no importen, no pesen, y que hace que dos mundos, por diferentes que parezcan, se junten para implosionar en un instante que te hace encontrar en la mirada de alguien, razones para seguir un día más a su lado, o muchas noches más.

Gábriel no sabía qué era lo que encontraba en Karla, muchas veces hasta pensó que era algo irreal, algo que él había decidido inventarse para justificar el tiempo que pasaba con Karla, pero la mañana en que le vio desnudarse los ojos del rímel para dejar correr sus lagrimas al sentirse rechazada, él supo que era real ese algo, y el día de su cumpleaños en que ella le había regalado a Gábriel la primera noche soñando juntos, él había despertado con la certeza de saber que sus mundos, con todas las diferencias existentes, ahora latían un mismo pulso, después del primer beso, hubo muchos más, hubo muchas noches más, y tardes, y días, y a cada momento que compartían, uno aprendía del otro, Karla comenzó a recorrer mas el mundo de Gábriel, olvidaba andar por el de ella, que ahora parecía una senda demasiado lejana y a la que cada día le costaba más trabajo querer regresar, había dejado el maquillaje y el glamur con el que acostumbraba a vestirse o más bien a disfrazarse para que nadie viera lo que había debajo, pero sin tener una razón lógica a Gábriel le había permitido entrar donde nadie más había entrado.

Gábriel se sentía fascinado por todo aquello que Karla iba mostrando, su fragilidad, su asombro ante las cosas más pequeñas que compartían en sus días, esa ternura con que ella lo abrazaba por las noches por miedo a pesadillas, algunas tan infantiles, pero otras tan llenas de explicaciones a el comportamiento de Karla, muchas veces Gábriel pasaba la noche entera viéndola dormir, enamorado de cada gesto que ella hacia entre ronquidos, entre pucheritos que le indicaban que Karla estaba teniendo pesadillas, entonces él le rozaba la mejilla, besaba su frente y después de dar un estirón, Karla se repegaba a Gábriel con los ojos cerrados y con una sonrisa en su rostro, bastaba ese pequeño roce para que las pesadillas de Karla desaparecieran.

Aquella femé fatale que cínicamente una madrugada se metió al baño de hombres para encontrarse a Gábriel, había desaparecido, y cada mañana que despertaban juntos, Gábriel encontraba a su lado, a una mujer sensible, mucho más femenina así, con los ojos hinchados y sin maquillaje, con el cabello alborotado y los labios despintados, tan lejana de aquella rubia escandalosa que vio en aquella cafetería de veinticuatro horas.

Aquello le parecía a Gábriel algo especial, algo único, y siempre sintió gratitud a Karla, a la vida o al destino, por haberlo dejado ser testigo de aquella desnudez con que Karla ahora se vestía, Gábriel sabía que estaba enamorado de Karla, pero la palabra amor se callaba en aquella relación, él no tenía el valor de preguntarle a Karla que eran, y ella no tenía ganas de ponerle nombre a la relación más extraña que ella había tenido, algunas veces se mencionaba la palabra amor, pero no era para hablar de ellos dos, era para hablar de la relación que ella había tenido con aquel tipo que la había dejado desnuda en un hotel para correr a salvar su matrimonio, Karla lo amaba, y era solo en esa relación donde ella aceptaba que existía ese sentimiento dentro de ella, y Gábriel lo nombraba así, con todas sus letras, sin importarle que esas letras quisiera decirlas él a ella, pero prefería callar porque sabía que uno de los sentimientos más grandes que había dentro de Karla era el miedo y en el punto en el que se encontraban a él también le latía el miedo dentro.

Gábriel pese a todo, estaba enamorado de Karla, no de la rubia que había conocido, estaba enamorado de la mujer desnuda que ella le había dejado ver después de que el llanto despintara hasta su cabello, que ahora ya no era rubio, ese algo que había hecho que él se quedara a su lado muchas noches sin saber que era, poco a poco se iba volviendo un todo, y le gustaba su risa, y le gustaban sus pucheros, y le gustaba su manera de caminar hacia el baño por las mañanas para comenzar su cotidianidad, y le gustaba su carita sonrojarse cuando Gábriel encontraba en su pasado un rasguño que la mostraba frágil, le gustaban muchas cosas de ella, y le gustaba que ella le preguntara por las cosas que veía él en su mundo, les gustaba compartir sus mundos, aprender a hacer puentes entre lo que ellos veían o sentían, quizás por todo lo que les gustaba de estar juntos era que ambos compartían el mismo miedo a enfrentar las palabras y ponerle nombre a aquella relación, a nombrarse con cuatro letras lo que en sus ojos se asomaba después de complicidades.

Gábriel estaba enamorado de Karla, pero Karla de él nadie podía asegurarlo, sin embargo Gábriel la amaba, quizás una de las formas del amor que todos llegamos a conocer en algún punto de nuestras vidas es el amor no correspondido, sin embargo, pese a que todos lo hemos vivido, sigue resultando inexplicable todo lo que este tipo de amor trae a nuestras vidas, y a la vida de Gábriel traía el día a día, como si esa forma de amor fuera la única que él estaba destinado a conocer, incluso con Karla, pese a todo lo que él veía en ella ahora, él seguía sintiendo dentro, ese miedo de ser para ella, solo un ave de paso, uno más de su lista de amantes, aunque quizás, la palabra amante le quedaba más justa a él que a cualquier otro que hubiera besado a Karla, porque él, a diferencia de los demás, él la amaba, silenciosamente la amaba.

-¿Qué hora es?
-no sé, deben de ser como las tres y media, vuelve a dormir, aun es temprano
-tengo que llegar temprano al trabajo, tengo junta en la oficina, si te quedas despierto ¿me puedes despertar a las cinco?
-sabes que no duermo cuando me quedo contigo, anda duérmete que yo te despierto a las cinco ¿quieres que te prepare algo de tu ropa?
-no, ya tengo todo listo, solo despiértame, sabes que me cuenta trabajo despertar cuando estoy contigo.
-no sé porque, de verdad nunca he entendido porque no duermes igual cuando no estoy aquí, pero bueno, un día lo averiguaremos, duerme ya, yo te despierto a las cinco.

Karla dio un pequeño estirón, se repego a Gábriel y lo abrazo mientras sus ojos estaban aun cerrados y una sonrisa en el rostro iluminaba aquella habitación, Gábriel beso su cabeza y susurro “te amo”, pero Karla ya estaba dormida y no lo escucho, esa fue la primera vez que Gábriel susurro un te amo con la luz que irradiaba la sonrisa de Karla al dormir, pero también fue la primera vez que ella no lo escucho, y después hubieron muchas primeras veces, y en ninguna de esas veces, ella lo pudo escuchar.

-¿Qué hora es?
-son casi las seis
-¿te irás?
-sí, tengo que irme
- No te vayas, por favor quédate, quédate esta vez, no tienes que irte, esta vez quédate.

Ella lo miraba tratando de que estas palabras le convencieran a él de quedarse esta vez, muchas veces se habían encontrado, hacía muchos años, hacia ya muchas vidas, pero buscaban cosas diferentes y pese a haberse acompañado durante muchos momentos, jamás se habían quedado juntos.

Él se sentó en la orilla de la cama, volteo a mirarla y en los ojos de ella encontró un poco de lo que él había estado buscando muchas vidas atrás y que encontraba cada que alguien se atrevía a mirarle y que encontró hacía mucho tiempo cuando ella se desnudo por primera vez de todo, hasta de ella, cuando Karla se dio cuenta de que él había encontrado de nuevo ese algo en sus ojos, se avergonzó, y la piel de sus mejillas se cubrió de carmín y bajo la mirada; él dejo correr su mirada sobre sus mejillas, fue deslizando sus pupilas sobre su piel sonrojada, cubierta de esos pequeños vellitos que le hacían parecer un durazno, siempre se lo dijo, siempre existió esa comparación entre su piel y la piel de un durazno, cosa que a ella siempre le hacía sonreír.

Muchos tiempos pasaron juntos, muchas veces se separaron, cada quien recorría el camino que les acercara a lo que buscaban, pero pese a no ser uno para el otro aquello que necesitaban, la vida les hacia reencontrarse muchas veces, algunas veces ella mas vacía, algunas veces él más firme en encontrar lo que tanto buscaba, tan lejos uno del otro, pero la complicidad que surge cuando la confianza permite desnudarse de pieles y de nombres, y de cualquier cosa que les alejara, les hacia encontrarse y disfrutar la compañía y las miradas y aquellos instantes en que un beso les limpiaba el polvo que traían de sus días ajenos ensuciándoles la ropa.

-¿Por qué tienes que irte? ¿Es por Lucía?
-tengo que irme solo es eso, tengo que irme.
-¿porque sigue inquietándote tanto ella? ¿Porque sigues sin dormir pensando en ella? ¿Porque no te permites seguir adelante?
-no tienes derecho a mencionar a Lucía, ella no tiene ya nada que ver con esto, solo tengo que irme eso es todo.
-¿A dónde iras? Sabes bien que ya no te encuentras en ningún lugar, sabes bien que ya no estás a gusto en ningún sitio, ya no te llena ninguna compañía, ni yo, ya ni yo puedo hacer que te sientas feliz, haga lo que haga ya ni yo puedo llenar el vacío que ella te dejo.
-no la metas en esto por favor, ella no dejo ningún vacio en mí, no tuvo la culpa ella de lo que paso, fue, fue, no sé qué diablos fue, no sé qué paso, no sé ni porque paso lo que paso, pero ella no tuvo ninguna culpa, ni de lo que fue, ni de lo que ahora pasa en mí, no la metas en esto que créeme, más daño me causaste tu cuando te fuiste.
-a mí nunca me miraste como a ella, a mí nunca me amaste como a ella ¿Por qué no pudiste enamorarte de mí? ¿Porque Lucía y no yo?
-¿Por qué crees que nunca estuve enamorado de ti? Te ame, juro que te ame, cada que te miraba te amaba, cada que te besaba te amaba, cada que llegabas con las alas rotas por esa necesidad tuya de buscar en el cuerpo de otros lo que jamás quisiste ver en mi, te ame, pese a los otros, te ame, pese a que para ti solo fura sexo, te ame, pese a que para ti éramos tan distintos, te ame, pese a ti, y pese a mí, te ame, lo que deberías de preguntarte es ¿Por qué nunca pudiste enamorarte tu de mi? ¿Por qué nunca tuviste valor para enamorarte? Me preguntas ¿porque Lucía y no tu? Podría decirte que no tengo respuesta, no sé porque me enamore de Lucía, pero se, que a diferencia de ti, Lucía creía en el amor…

2 comentarios:

  1. ¡Ya se juntaron las historias!
    Estaba esperando este momento, prometí pasar a dejar mi comentario por acá, ¿Sabes? hay muchas personas que te leen, pero no tienen blog's y así, waah.... al rato te dejaré otro comentario, pero por lo pronto ¡Gracias! porque sigues escribiendo y aunque sigo leyéndote en retroceso, veo avance, y si escribes un libro iré a comprarlo. Cuando publiques avisa!

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  2. Wah, lo volví a releer para recordar detalles, ah sigo insistiendo en "muchas vidas atrás" me fascina esa frase, y pues karla se despojo de todo y se presentó y eso me agradó, aunque ahora me toca leer mucho, no había tocado una compu y nadie (ni el FB) me avisó que ya hay muchos destiempos más, ya quiero saber, así que me voy. Pero me fascina como escribes, en esta parte de la historia hay de todo, explicaciones, y pues... ahh, nunca sabemos porqué pero siempre que escogemos a alguien para compartir algo especial es porque miramos más alla de lo que hay en el exterior, el crear "puentes" entre ambos mundos hace que conoscamos más y que nos enamoremos y que abandonemos el pasado y así, y pues ¡Me encanta leerte, nomo!

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