LO QUE SOY

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abril 19, 2011

A DESTIEMPO (sexta parte)




-te amo.

Susurraba Gábriel a las tres con doce minutos de la madrugada, mientras contemplaba a Karla dormir, preguntándose si ella podría escucharlo y más aun, preguntándose si ella podría sentirlo, si podía sentir que la amaba, si ella sentía amor por él, preguntándose si esta vez ella se quedaría.

No era la primera noche que pasaban juntos, no era la primera noche que Gábriel le hablaba mientras ella dormía, no era la primera vez que él pasaba la noche sin dormir, recorriendo con sus dedos los lunares de Karla, sorprendiéndose de cada detalle de su cuerpo, preguntándose el origen de sus cicatrices, delineando sus arrugas, los pliegues bajo su axila, mirando su cuello de la mandíbula a su clavícula para notar el correr de sus sangre, no era la primera vez que sonreía mientras la miraba haciendo muecas al dormir, retirándole el cabello de su oído, extendiéndolo sobre la almohada, no era la primera noche que deslizaba delicadamente sus dedos sobre la piel se su espalda, tan solo para ver erizarse su piel, hacerlo tan suavemente para no despertarla, no era la primera noche que él le decía que la amaba, pero dormida o despierta, Karla jamás parecía escucharlo.

No era la primera noche que él prefería recorrer insomne la piel de Karla, prefería hacerlo porque la primera noche que pasaron juntos él durmió, y al despertar a las seis con catorce minutos de la mañana, ya no estaba Karla junto a él, así que después de esa noche había decidido no dormir cuando pasaba la noche a su lado, Karla nunca se quedaba, siempre se iba, pero disfrutaba verla al despertar en esa danza de cotidianidades que le hacía mirarla en esa intimidad, la de la cotidianidad, verla despertar, frotarse la nariz, estirarse mientras hacía ruiditos, tallarse los ojos e irlos abriendo de a poco, mientras humedecía sus labios resecos por dormir con la boca entreabierta, le gustaba verla así, despertando unto a él, porque al despertar, Karla sonreía, y a Gábriel le gustaba pensar que era por haber pasado la noche a su lado, aunque sabía que sonreía porque a Karla le gustaba dormir.

Le gustaba mirarla sentarse sobre la cama para buscar su ropa, le gustaba verla vestirse improvisadamente mientras caminaba hacia el baño semi desnuda, Gábriel se ponía de pie y la iba siguiendo, tarando de no interferir con aquella danza, la acompañaba para verla cepillarse los dientes, mientras Karla le hablaba de las cosas que tenía pendientes con la boca llena de espuma, le gustaba acompañarla hasta el closet para escoger la ropa que se pondría, Gábriel le quitaba los ganchos de la mano para indicarle que no se preocupara por las arrugas de la ropa, entonces Karla sonreía y se dirigía de nuevo al baño, abría las llaves de la regadera, se miraba al espejo y se quejaba por sus ojeras, culpaba a Gábriel por ellas, pero le sonreía, se acercaba a él y le besaba mientras lo jalaba hacia la regadera y se quitaba la poca ropa que traía puesta.

-tu ropa, tengo que planchar tu ropa.

Y antes de que la silueta de Karla se perdiera detrás de la puerta de cristal, ella le regalaba una sonrisa, que conservaba Gábriel mientras preparaba la ropa de Karla.

Habían pasado así muchas noches, y muchas mañanas, las horas de sueño para Karla se volvían de poco más de tres horas, para Gábriel las horas en que soñaba al lado de Karla, se habían vuelto de doce, pero tenían que despertar, y despertaban, a destiempo pero despertaban, así como a destiempo soñaban.

No era la primera noche que Gábriel veía desnuda a Karla, la había visto desnuda por primera vez, una mañana de sábado, cuando Karla llego llorando buscando a Gábriel para que le secara las lagrimas, hasta antes de esa mañana para Gábriel Karla representaba poco en su vida, había guardado una línea de distancia entre ellos, en primera porque ella era rubia, además de que la pose de femé fatal que cubría a Karla le desagradaba, le parecía vulgar y escandalosa, pero aquella mañana Karla se desnudo frente a él, lagrima a lagrima, se desprendió de su vestimenta vulgar, de su maquillaje exagerado, de su piel desgastada por el roce de tanto vacio, aquella mañana Karla se dejo ver por Gábriel, como nunca nadie más la había visto.

Desde entonces la relación entre ellos cambio, Gábriel comenzó a preocuparse por ella, poco a poco Gábriel fue borrándole las cicatrices que Karla tenia no solo sobre la piel, también dentro de su corazón, él comenzó a mirarla mas allá de aquello que le desagradaba de ella, sus minifaldas y sus escotes, su color de cabello, su maquillaje, cuando la miraba ya no miraba solo a una rubia, cuando la miraba, la miraba a ella de verdad, la que los demás no conocían y que ahora se había vuelto parte de su vida.

Karla era una mujer de apariencia segura, aunque solo ocultara tras ese disfraz todo ese miedo y esa inseguridad que le hacían comportarse de esa manera, buscar la manera de saberse con el control de las cosas, cuando en realidad aquel aparente control solo la estaba vaciando, pero ese vacío ya lo conocía, y prefería lo conocido, a arriesgarse a perder el control ante una situación que le hiciera perderse a ella misma, pero aquel aparente control ya no existía, sus relaciones le dejaba un vacio, cada vez más profundo, sus amantes, sus amistades, sus compañeros de trabajo, ante todos ellos aparentaba tener control, pero ya nada le llenaba, la única persona a quien consideraba parte de su vida, era a Gábriel, se había vuelto su amigo, su cómplice, su paño de lagrimas, la única constante dentro de aquel vaivén de personas que era su vida.

Pese a que Gábriel conocía a mucha gente, mantenía poco contacto con las personas, era bastante aislado y prefería nunca buscar a nadie, sus amigos ya conocían su manera de ser, así que eran ellos quien de vez en cuando le llamaban por teléfono, sobre todo de madrugada, cuando no podían dormir, o lo acompañaban en algún café, aunque sabían que poco diría de su vida y lo que hacía, se conformaban con verle bien, pero Karla no se conformaba solo con verlo bien, y solía hurgar demasiado en la vida de Gábriel, pero él seguía siendo reservado, y sabía muy bien cómo evitar siempre sus interrogatorios, de cierta manera Karla tenía la sensación de querer corresponderle de la misma manera a todo lo que él había hecho por ella, pero Gábriel siempre le decía que no tenia porque hacer nada, pues él no había hecho nada extraordinario, simplemente la vio, y por el contrario, él tenía que agradecerle a ella por dejarse ver, por haberle tenido confianza, pero Karla no se conformaba con eso, e insistía en sus interrogatorios, y él seguía evadiéndolos.

La relación entre ellos pese a las evasivas de Gábriel, se fue estrechando, Karla comenzó a cambiar mucho en su vida, aunque solo fuera cuando estaba al lado de Gábriel, si lo veía, ya no iba vestida con minifaldas, ni escotes, su manera vulgar de hablar la dejaba a un lado, disculpándose incluso, cuando se le llegaba a salir alguna mala palabra, a Gábriel le daba risa eso, le explicaba que él aceptaba a sus amigos tal y como eran, y que no tenia ella porque cambiar, porque había visto en ella, más que todo eso, y era cierto, Gábriel desde aquella mañana de sábado la veía de manera diferente, aunque siguiera vistiendo minifaldas, aunque siguiera hablando con groserías, aunque siguiera siendo rubia, para Gábriel ya nada de eso era visible, ahora veía algo mas, ahora veía a Karla, y todo lo que era ella.

Aun así, Karla se esmeraba en comportarse diferente cuando estaba con Gábriel, le acompañaba en sus proyectos, y se interesaba en lo que él hacía, los fines de semana de bares y hoteles de paso, se habían vuelto sábados de museos y cafeterías al lado de él, de lagrimas y heridas que iban cerrando y la hacían sentir más ligera, de risas al final de la noche que le dejaban mas llena y plena que las caricias que estaba acostumbrada a recibir al final de sus noches.

Pasaron muchas horas así, muchos días, muchas vidas, y aun no terminaban de conocerse, había cosas que les faltaba por saber, mas a Karla sobre Gábriel, que a Gábriel sobre Karla, una de esas noches, después de varios años, Gábriel le regalo un Libro, un libro que hablaba de muchas aventuras de piratas y hadas, de un beso especial y con poderes asombroso, un libro donde muchas cosas se olvidan, menos una persona, menos Wendy, decidió regalarle ese libro porque la relación que existía entre los personajes, le recordaba a la amistad que tenia con Karla, ella llena de aventuras y de personajes en su vida, llena de olvidos, y al final la única constante en su vida era él, la ventana a la que siempre volvía, aunque pasaran muchas limpiezas de primavera, ella volvía, o él, no tenía importancia, volvían juntos, muchas horas, muchos días, muchas vidas, ellos volvían.

Aquel día en que le regalo el libro, Karla se dio cuenta de que nunca le había acompañado es su cumpleaños, y que ni siquiera sabía cuando cumplía años Gábriel, así que le pregunto, pero Gábriel no estaba acostumbrado a festejar su cumpleaños, y se lo dijo a ella, pero Karla era bastante insistente y a Gábriel no le quedo más que confesarle aquella fecha, Karla le prometió darle un regalo pero Gábriel le dijo que no era necesario, porque tampoco estaba acostumbrado a los regalos, aun así, ella insistió y el día del cumpleaños de Gábriel ella le dio un regalo especial.

Eran las doce con tres minutos de la noche, cuando sonó el teléfono, Karla le llamo para felicitarlo por su cumpleaños, esperando ser la primera en hacerlo, a Gábriel le sorprendió mucho escucharla a esa hora, porque a Karla le gustaba dormir, y dormía desde temprano, Karla lo invito a comer a su departamento, y después de insistirle un rato, Gábriel acepto.

Al día siguiente Gábriel como siempre, le marco desde la esquina donde estaba el departamento de Karla, ella le dijo que estaba abierta la puerta y que pasara, los días eran fríos, y desde temprano el sol se ocultaba tras las nubes que a lo largo del día dejaban caer una ligera lluvia de vez en cuando, el departamento de Karla era bastante frio, así que a Gábriel no le sorprendió ver la silueta de Karla danzando en la cocina con una sudadera puesta y la capucha encima de la cabeza, lo que le sorprendió fue verla precisamente en aquella danza, pues Karla no cocinaba, le desagradaba cocinar, así que él había pensado que ordenaría algo para la comida, en lugar de preparar ella la comida.

-quédate ahí, no vengas, te estoy preparando algo especial y no quiero que sepas que es.

Le grito Karla desde la cocina sin siquiera voltear a verlo, Gábriel ya sospechaba lo que Karla estaba cocinando, el aroma de la albahaca era inconfundible, se quito el abrigo y lo dejo recargado sobre el sillón de la salita.

-prende la tele o pon música, ya sabes que puedes hacer lo que quieras aquí, debería comprarte pinturas para que pintes aquí.

Gábriel sonrío encantado por toda la dedicación que Karla estaba demostrándole.

-listo, cierra los ojos, no quiero que veas hasta que este frente a ti.

En aquel momento Gábriel tuvo un flashback de todo lo que habían vivido, y le parecía increíble que después de haber conocido a Karla como una femé fatal, ahora la escuchaba tan infantil y encantadoramente tierna.

Cerró los ojos y fue escuchando los pasos de Karla saliendo de la cocina, ahora a diferencia de aquel taconeo que escucho por primera vez en el baño de una cafetería, se escuchaba el rechinido de unos tenis, mientras se acercaba Karla iba pidiéndole disculpas por la comida excusándose con el hecho de que no sabía cocinar, Gábriel simplemente le dijo que no tenía importancia aquello, que al contrario ya le había sorprendido con la llamada de la noche anterior, y mas con esa imagen de ella detrás de la estufa, así que con eso bastaba para él, sonó el plato de cristal rozando la madera de la mesita de centro que había en la sala, y el aroma de la albahaca era más intenso, sintió como Karla se sentó a su lado prácticamente dejándose caer sobre el sillón.

-ya, abre los ojos.

Al abrir los ojos Gábriel vio frente a él el plato con la pasta preparada, y sonrío, pese a que no sabía cocinar Karla, aquel plato no se veía tan mal.

-Feliz cumpleaños Gábriel.

Dijo Karla, Gábriel entonces volteo a verla con la sonrisa en el rostro, y al mirar a Karla aquella sonrisa cambio por una mueca de asombro, aunque con la capucha puesta, él distinguió algo diferente en Karla.

-¿Qué hiciste niña?

Le dijo mientras sus manos se fueron estirando hacia el rostro de Karla, ella sonreía, sin decir nada, solo sonreía, mirándolo a los ojos, y mirando sus manos acercarse a su rostro.

Gábriel le quito la capucha de la cabeza y se quedo mirando asombrado su cabello, Karla no dejaba de sonreír, no decía nada solo sonreía, Gábriel le acaricio la cabeza y después enredó sus dedos entre su cabello, no sabía que decir.

-¿te gusta? ¿Cómo me veo?

Preguntaba Karla con una sonrisa mas de nervios o incertidumbre que de completa alegría, supongo que era por la cara que tenía yo mientras le acariciaba el cabello, pero no sabía que decirle, y mucho menos entendía el porqué de aquel cambio, había notado que ponía mucho esmero en cambiar su manera de ser, pero no entendía el porqué lo hacía, siempre me pareció que solo era una manera de querer cambiar lo que conocía, y que tomaba mi mano para hacer aquellos cambios, por miedo a hacerlos sola, pero aquel cambio que estaba viendo era algo extremo, que me dejo sin palabra alguna.

-¿no te gusto? ¿Me veo mal?

-no, no, te ves bien, eres bonita y siempre lo serás, pero ¿Por qué hiciste esto?

-quería hacerme un cambio, ya me había aburrido de verme igual frente al espejo.

-pero ¿algo así?

-¿Qué tiene? Además ya no quería que me llamaras rubia

Y esa última frase de ella me hizo sentir culpable y prejuicioso.

-pero te lo decía de broma, tu sabes que tengo amigas rubias y a todas les digo igual, no tenias porque pintarte el cabello, y mucho menos cortártelo.

-ya se tonto, sé que es broma, pero ya me había cansado de verme igual, y quería cambiarlo, he tenido el cabello largo desde hace muchos años, y creo que ahora ya no soy como antes, y quería marcarlo en mi vida de una manera que pudiera recordar, tú tienes mucho que ver con que yo me vea diferente frente al espejo, y por eso decidí hacerlo este día, es mi forma de decirte gracias y de darte un regalo especial, compartir contigo esto que siento dentro de mí.

-¿Qué él espagueti no era suficiente? ¿No sabe bien?

-no, tonto, bueno, no sé si sabe bien o no, aun no lo pruebo, pero me refiero a que quería compartir esto contigo, y hoy tu aceptaste compartir conmigo tu cumpleaños, así que este día será especial para los dos, bueno eso espero, porque si el espagueti no quedo bien creo que ya habrá fallado todo. Pruébalo anda, deja de estarme manoseando el cabello y mirarme así.

-pero es que te ves bien, te ves más pequeña.

-ya tonto, ándale prueba el espagueti.

Debo de aceptar que aquel espagueti no sabía muy bien, le había puesto demasiada cebolla a la salsa, pero aun así nos terminamos todo el plato, aunque mientras lo comíamos, no podía evitar mirarla una y otra vez, su cabello ahora obscuro y corto, la hacían ver tan pequeña, y mucho más bonita que cuando era rubia de cabello largo, ella me sonreía cada que me sorprendía mirándola, y se sonrojaba, bajaba la mirada lo que me parecía muy raro, porque era ella la que siempre me hacia bajar la mirada con su mirada retadora, verla así, sonrojada, la hacían ver tierna, un lado que no le conocía.

Pasamos el resto del día en su departamento, para las ocho con cuarentaicuatro minutos, ya habíamos comido helado, pastel, y visto dos películas, aunque como era ya costumbre con ella, en lugar de poner atención a las historias tenía que ponerle atención a sus preguntas y explicarle cosas que aparecían en el televisor, pero era entretenido eso, además de que me hacía sentir que le ponía interés a lo que yo veía, a lo que yo oía.

Platicamos de muchas cosas, como siempre Karla hurgaba en mi para tratar de descifrar lo que guardaba, que en realidad no es nada, pero me hacía mucha gracia el escucharle sus interrogatorios y suposiciones, ante las cosas que le contaba o le callaba, Karla sin que yo lo quisiera, se había vuelto parte de mi vida, incluso, algunos días en que no llamaba, era yo quien le llamaba para preguntarle como estaba, y si me faltaba tiempo o valor, hasta la extrañaba.

-bueno ya tengo que irme, ya es tarde y tengo que regresar a trabajar esta noche.

Me puse de pie buscando mi abrigo, pero ella tomo mi mano.

-quédate, quédate esta noche, no tienes que irte, quédate.

Volteé a mirarla mientras sujetaba mi mano, tenía ya muchas vidas que había dejado de verla como rubia y femé fatal, tenía mucho tiempo de ver más allá de sus ojos y su piel, y había aprendido a verla de muchas maneras, frágil, con miedo, insegura, valiente, feliz, verdaderamente feliz, pero aquella mirada que puso al pedirme que me quedara, no la conocía.

-no te vayas, quédate, quédate esta noche, quiero ver lo que ves en tus noches, quiero verte y que me veas, quédate por favor, no te vayas.

Despacio fue jalándome de nuevo al sillón, me senté frente a ella tratando de reconocer aquella mirada, de averiguar que había dentro de ella, pero sobre todo, de saber si aquello que estaba viendo en ella, es lo que veía yo, cuando cuatro letras sonaban dentro de mí.

-Feliz cumpleaños Gábriel.

Dijo sosteniendo mi rostro entre sus manos, y sin que pudiera decir nada me beso y esa noche por primera vez, Karla y yo, compartimos insomnio y sueños.






abril 15, 2011

A DESTIEMPO (quinta parte)



Eran las ocho con doce minutos cuando me despedí de Lucia.

-¿te volveré a ver extraño?

-¿Cómo? ¿No te aburrí lo suficiente?

-tonto, claro que no me aburriste, eres, no sé, ¿raro?

-si, lo sé, todo mundo lo dice, perdón por eso, pero aun no aprendo a comunicarme.

Sonreía de una manera tan cálida, y el brillo de su mirada hacia iluminar aquel arco de piracanto que tenia la entrada de su departamento. Su mirada se clavaba hasta lo más profundo de mis ojos, y me resultaba difícil evadirla, una mezcla extraña entre vergüenza y fascinación me hacían correr los ojos del suelo, a sus ojos.

-¿dime entonces? ¿Volveré a verte?

-si quieres me volverás a ver, y aunque no me veas, si en algún momento quieres que este a tu lado, ahí estaré, de alguna manera, pero estaré, aunque sea en un recuerdo.

Sonrió y de un solo paso me abrazo para darme un beso en la mejilla.

-está bien extraño, te estaré dando entonces mucha lata, a ti o a tu recuerdo.

Al sentirla tan de cerca en ese abrazo no supe que hacer, mis brazos no se movieron, y no supe que decirle, por un momento el aroma de su cabello llego hasta a mí, con su cabeza recargada tan cerca de mi rostro era imposible no haberlo detectado y supongo que aspire demasiado fuerte aquel aroma, porque inmediatamente levanto la cabeza para mirarme, no dijo nada, solo sonrió, así, aun abrazada a mí, la vergüenza que debí de sentir por casi ser descubierto inhalando el aroma de su cabello supongo que me hizo hacer alguna mueca, así que solo sentí todos los colores subiendo por mi rostro, junto con un bochorno terrible.

Eran las nueve con tres minutos cuando un gusano naranja me succionaba junto con muchos que con el rostro cansado y fastidiado viajaban de regreso a donde aquellas heridas de la cotidianidad serian curadas por las sonrisas y besos de quien les esperaba en casa, a mi no me esperaba nadie, sin embargo sonreía.

Todo el camino de regreso fui recordando cada detalle de aquel día, los nervios que sentía mientras le contaba a mi amigo el viejo párroco la razón que tenia para estar esa mañana en aquel parque, el pavor que sentí cuando apareció aquella diminuta mujer con esa intoxicante sonrisa, la vergüenza que sentía cada vez que me sorprendía mirándola para tratar de memorizar cada detalle de su rostro, sus gestos al hablar, la manera en que movía la nariz cuando hablaba, la manera en que abría y cerraba los ojos al contarme lo que había en su mundo, ese morderse los labios después de un bocado para limpiarse cualquier migaja que pudiera haber quedado, ese perder la mirada al recordar algo y como niño pequeño, salir de su estupor con cualquier cosa que se atravesara enfrente, un ave, una falda de colores, una hoja descolgándose de un árbol por tener la necesidad de viajar, de conocer que hay mas allá de aquellas ramas, cada detalle de sus gestos y de su rostro me tenían fascinado.

Pero era inevitable sentir pena al ser descubierto mirándola de aquella manera, era la primera vez que la tenía enfrente y pese a que por las locuras que le contaba por teléfono para hacerla dormir y que obviamente dejaban muy claro el tipo de loco que yo soy, tenía miedo de que pensara que podía ser un tipo de loco diferente, así que cada vez que era descubierto por sus ojos, bajaba la mirada.

No es que sintiera atracción física por ella, pese a ser una mujer bastante bonita, no era del tipo de mujeres que va despertando suspiros a su paso, porque no tenía esa pose de femé fatal, lo que hacía que llamara la atención era esa actitud tan libre que la envolvía, entre el movimiento de su falda y su suéter de colores, entre esa forma en que se sacudía su cabello cuando movía la cabeza para voltear a verme al caminar, esa manera de dar brinquitos sobre los charcos, todo eso, era lo que llamaba la atención de ella, en mi, y en quienes la veían y sonreirán al verla.

Era difícil no sonreír frente a ella, a cada lugar donde íbamos socializaba con la gente, y la gente dejaba de lado sus barreras para sonreírle, quizás era su voz, su mirada o aquella sonrisa, pero sin importar que tan severo se veía el rostro de quien le tenía enfrente, terminaba desmoronando aquel ceño fruncido para regresarle la sonrisa, al verla tan amable con todos, me sentía encantado por haber tenido el número telefónico que tenia, como para que una noche de entre todos los números que pudo ella marcar, marcara el mío.

Me sorprendió mucho de entre las cosas que me conto, su manera de expresarse de las emociones, llamar al amor como algo mas, sin nombre, sin encontrarle las letras adecuadas, pero explotando dentro de cada persona, aunque muchas veces apresado por muros de hierro por miedo o por preferir perder el tiempo en roses vacios, era raro escucharle hablar con tanta pasión de las emociones, de la tristeza, del enfado, de la decepción y sus candados, era raro porque ese tipo de voz se la conocía a los insomnes, a los que como los amorosos, pasan las noches despiertos, soñando con latidos que conocieron, que esperan conocer, pero aquellos insomnes eran gente que, casi siempre, desde el nacer tenían grabadas las letras sobre su frente o bajo las ojeras, pero Lucia no era tan insomne, y por su profesión me parecía que tendría que ser completamente racional y como los otros psicólogos que conocía yo, una persona completamente segura de que el amor solo era una descarga de substancias en el cerebro, con caducidad y todo, pero ella hablaba de otro amor, el que no se encuentra en los libros, porque no hay letras que puedan hablar de él.

Eran las diez con doce minutos cuando llegue a casa, llegue con la sonrisa en el rostro por todos los recuerdos que aquel día, y pese a lo extraño que resulta siempre un primer encuentro, esta vez me había sentido cómodo al lado de Lucia, lo que era raro pues nunca he sociabilizado muy bien, siempre me he considerado un autista sociable, era fácil que me sintiera intimidado cuando estaba rodeado de personas, pero aquel día me había sentido cómodo al lado de Lucia, y esperaba que ella también, lo que me hacia tener miedo ahora, de no volverla a ver, porque aunque podría decirse que aun éramos extraños, sentía ganas desde su primera llamada, de seguir conociéndola más, la mayoría de la gente que conocía era así, con ese encanto que te hace desear pasar muchos momentos al lado de ellos, aunque por diferentes razones me había separado mucho de la gente, sin embargo, quien quería, seguía regresando para despertar fantasías sobre las bancas de los parques y conspirar para cambiar el mundo en algún café, así que pese a lo poco que conocía a Lucia, la consideraba a esa hora, una amiga.

Era raro tener tanta familiaridad con alguien que hasta hace pocos días no conocía en persona, conocerle sus sueños, sus fantasías, su manera de asombrarse por el brillo de una estrella, o por el color de una flor después de media noche, conocer hasta sus ruiditos al dormir, y sin embargo, no haberle visto nunca, adquirir confianza bajo ese anonimato era fácil, porque muchas veces ese anonimato te da confianza para ser como eres, sin miedo a ser juzgado o criticado por ciertos comportamientos, y aquellas llamadas anónimas, que se habían vuelto no tan anónimas, habían servido para conocerle sin conocerle, ver en ella más que lo que quienes pasaban el día a su lado podían ver, y esa confianza se la agradecía cada noche.

Eran las doce con veintitrés minutos de la noche cuando el teléfono sonó, reconocí el número en el identificador, y al hacerlo sonreí.

-hola ex extraño, ¿puedes ver la Luna desde donde estas?

-hola Lucia, si, si se ve mi Luna desde aquí, ¿Por qué no te has dormido?

-me hacía falta salir a caminar para que el aroma del mar me hiciera dormir, pero como si se ve la Luna desde donde estas, supongo que no saldremos al jardín.

-¿Cómo reconocerás el aroma del mar, si dices que no lo conoces?

-como te reconocí a ti, sin conocerte y supe que eras tú.

-dudo que el mar tenga ojeras, en todas las vidas que tengo de conocerle, nunca le he visto, ¿quieres salir al jardín?

-te aprovechas porque no conozco el mar, llévame.

-¿al mar?

-no tonto, al jardín, bueno si quieres también me llevas al mar, pero esta noche no, porque caminamos ya mucho.

Por lo que conocía de ella, durante esas llamadas anónimas, podría asegurar que ya estaba acostada y que mientras me pedía que la llevara al mar se estaba acomodando en su cama.

-¿irías al mar conmigo?

-claro, ya te lo dije la otra noche, quiero que me cuentes lo que ves en tu mundo, y que me dejes contarte lo que veo yo, después creamos otro mundo con lo que veamos juntos, ¿te parece?

Su manera de hablarme me gustaba, tan familiar como si nos conociéramos de muchas vidas, de muchos lugares, como si nos hubiéramos encontrado después de cada muerte, después de cada noche, de cada día.

-está bien, me gusta cómo ves el mundo tu, y me gusta cómo ves mi mundo, ¿no te aburrí?

-tonto claro que no, me la pase bien, me dio gusto conocerte en persona, y ver tus ojeras.

-¿no te decepcione?

-si, sigues así colgare y volveré a hacer llamadas anónimas, además no tenia porque decepcionarme ya te conocía ¿no?

-¿a si? ¿De dónde?

-pues te conocí cuando te llame por primera vez, así como esta noche, eres igual a como has sido todas estas noches, así que no tenia porque decepcionarme, ¿y tú? ¿No te decepcionaste?

-ya te conocía ¿no?

-¿a si? ¿De dónde?

-de cuando te escuche dormir por primera vez.

-¡hay no! Qué pena me da que recuerdes eso, y más que no solo haya sido una vez.

-pues mira que no te debe de dar pena, tus sonidos al dormir son encantadores, y ahora que te he visto de frente, puedo imaginar mejor tus muecas al dormir.

-¿a si? ¿Por qué?

-pues porque ya vi tus muecas al hablar

¿Eh? ¿Hago muecas cuando hablo?

-si.

-¿Cómo?

-pues…

Y le describí lo que recordaba de ella, sus movimientos al caminar, sus gestos, y hasta el aroma de su cabello.

-entonces si me estabas oliendo la cabeza.

-que pena me da aceptarlo, pero si, aunque no fue culpa mía, tu cabeza quedo cerca de mi nariz y pues, el viento hizo lo demás.

-que pena para mí porque seguramente a esa hora ya debía de olerme feo.

-no, para nada, olía bien.

-oye

-mande

-¿como te fijaste en tantas cosas mías?

-me gusta ver a la gente, no soy muy sociable, y cuando salgo con alguien es como tener contacto por primera vez con un humano, entonces me fijo en sus detalles, sus gestos, su tono de voz cuando menciona algunas palabras, su manera de mirar las nubes, los sonidos que le llaman la atención, supongo que algunas veces debe de ser incomodo ser observado así, pero no puedo evitarlo.

-eres como los psicólogos, así ven a la gente, te equivocaste de profesión Gábriel.

-no, no, cuando era pequeño pase mucho tiempo con psicólogos y la verdad me incomodaban sus miradas, de hecho por eso no me gusta mirar a la gente mucho tiempo a los ojos, o que me miren, me hace sentir analizado.

-¿y entonces tu que buscas al fijarte en todos sus detalles?

-conocerles mejor.

-¿Cómo?

-como decía el libro de el Principito, conoces lo que les da alegría, lo que les da miedo, lo que les emociona, y así, ves porque sonríen, si les da pena algo, si les incomoda algo de ellos y que traten de ocultar con alguna mueca, conoces muchas cosas cuando ves esos pequeños detalles de la gente, lo que les enfada, lo que les agrada, ves que tipo de recuerdo es el que te cuentan, si uno que les ilumina la mirada, porque fue muy bueno, o porque desearían volver a vivirlo, o si es un recuerdo que traten de perder, perdiendo la mirada en el piso, si de verdad creen en las palabras que mencionan, cuando las dicen con cierto tono, y les miras las cejas levantarse, si creen en el amor cuando una sonrisa les ilumina el rostro al mencionar esas cuatro letras.

-no he leído nunca el Principito, pero después de escucharte lo tendré que comprar.

-si quieres te lo presto, es un libro enorme, aunque se supone que era para niños, creo que cuando creces le vas encontrando mayor significado.

-bueno la próxima vez que te vea me lo llevas, ¿y cuando volveré a verte?

-cuando quieras, ya te lo dije.

-mmm, ahora.

-está bien, entonces cierra los ojos.

-ya, la verdad los he tenido cerrados desde que escuche tu voz.

-ok, dime ¿a dónde quieres ir?

-a donde nunca haya ido.

Gábriel entonces le pidió que le describiera su habitación, Lucía fue diciéndole las cosas que había en aquella pequeña recamara, le conto de sus muebles y de los colores que había en las paredes, le conto que ya estaba con las luces apagadas, él recordaba que no tenia ventanas pues por eso preguntaba siempre en sus llamadas anónimas si se podía ver la Luna, se paro al lado de la cama donde estaba acostada Lucía, se puso de rodillas y le susurro algo al oído, Lucía sonrió, Gábriel saco uno de los tickets que tenía en el bolsillo de aquella tarde, e hizo un barquito de papel, abrió uno de los cajones del buro que estaba al lado de la cama de Lucía y saco un lápiz labial, se puso de pie y se acerco a una de las paredes, trazo un rectángulo que se volvió una ventana cuando él rozo con sus dedos el perímetro de aquel rectángulo, tomo las cajas de zapatos y unos libros del closet, y armo una escalera, por las hendiduras de aquella ventana comenzó a cruzar la luz, para iluminar aquella habitación, Lucía abrió los ojos por tanta luz, y al hacerlo Gábriel empujo la ventana para abrirla.

Gábriel tomo aquel barquito de papel y lo puso en el marco de la ventana, miro a Lucía y estiro su mano para sacarla de la cama, al bajar Lucía de la cama, se dio cuenta de que aquella habitación era más grande, y las cajas de zapatos y los libros se elevaban muy alto, el foco del techo se veía tan pequeño, Lucía miro todo asombrada, sintiéndose a cada paso más pequeña, Gabriel apretó su mano y le dijo:

-vamos a naufragar.

Lucía sonrió, y lo abrazo, fueron subiendo poco a poco aquellas cajas de zapatos y libros, la luz que cruzaba aquella ventana cada vez era más intensa, y comenzaba a escucharse un rugido extraño a cada paso, al llegar al borde de la ventana, Gábriel le pidió que imaginara todos los tonos de azul que conocía, que se los imaginara moviéndose de un lado a otro, mezclándose en una tanta agua como pudiera imaginar y que con cada roce se formara una espuma blanca y suave, tan frágil que el viento al tocarla la hiciera brincar, le pidió que se imaginara una alberca inmensa, o una tina de baño, lo que le fuera más fácil de recordar, pero que la imaginara tan grande que no pudiera ver el otro extremo, y que dentro de ella pusiera todos aquellos tonos de azul que conocía, bailando de un lado a otro, creando espuma con cada roce, salpicándose unos a otros como ella lo había salpicado aquella mañana con el agua de la fuente.

Subieron al pequeño barquito de papel que ahora era mucho más grande o ellos mucho más pequeños, le pidió Gábriel, al viento, que los moviera, y comenzaron a flotar sobre aquella enorme mancha de azules, cada gotita que salpicaban destellaba brillo, como si fueran cristales brincando de un lado a otro, fragmentando la luz para crear arcoíris, el viento algunas veces soplaba más fuerte y aquellos colores llegaban más alto, tan alto que se quedaban colgados de alguna nube, aquel barquito se mecía suavemente mientras Lucía sacaba las manos por la borda para rozar el agua teñida de todos los azules que recordaba, miraba su reflejo en aquellos cristales que salpicaba el agua y sonreía, Gábriel la miraba y suspiraba.

Se sentaron en aquel barquito de papel recargándose en la borda, Lucía abrazo a Gábriel mientras el barquito seguía meciéndose, hasta que de nuevo a las cinco con treinta minutos de la mañana, por la bocina del teléfono Gábriel distinguía los soniditos que Lucía hacia al dormir y sonreía.

-un día te llevare a conocer el mar.

Susurro Gábriel antes de colgar, teniendo cuidado de no despertar a Lucía.







abril 12, 2011

A DESTIEMPO (cuarta parte)




Eran las diez con quince minutos de la mañana, cuando sonó el teléfono, los sábados solía quedarme en casa haciendo trabajos personales, aunque muchas veces tenía que salir al trabajo, lo que me daba oportunidad de pasar al centro de la ciudad por la tarde y quedarme un par de horas en la cafetería que esta tras la torre, aquel sábado no había sido requerido así que había pasado la madrugada trabajando y aun conservaba la ropa del día anterior, reconocí el numero en el identificador, era Karla así que respondí.

-¿no te interrumpo?

-hola rubia. No, no, estaba por meterme a bañar, ¿Cómo estás?

-mal Gábriel, estoy mal, ¿puedo pasar a verte?

-si claro, ¿Qué te paso? ¿Estas bien? ¿Dónde estas?

-estoy afuera de tu casa, ¿puedes salir? Necesito hablar con alguien.

-si claro, espérame un momento.

Colgué el teléfono y me puse los calcetines y unos tenis, tenía la ropa y la piel manchada aun, pero me pareció que Karla estaba muy mal como para entretenerme limpiando mis manos y cambiándome la ropa, sonaba muy triste, no la había escuchado así en todo el tiempo que tenia de hablarle, desde que la conocí en aquella cafetería de veinticuatro horas me pareció una mujer bastante fuerte, pese a que muchas veces al hablar con ella pensaba que debajo de esa coraza que usa y esa pose de femé fatal se escondía una mujer frágil y tierna, pero jamás había indagado demasiado en su vida, en parte porque a pesar de que habíamos conseguido mantener una relación cordial, no existía entre nosotros ese lazo de complicidad y confianza que existe entre los amigos, lo que me hacía sentirme un tanto intrigado y sorprendido de que hubiese decidido buscarme estando en un problema.

Al abrir la puerta la vi recargada en su auto, inmediatamente al verle los ojos supe que había llorado, su aspecto era todo lo opuesto al glamur con el que siempre la había visto, su cabello suelto y sin cepillar, un poco enmarañado, su ropa era más de su tipo, pese a ser deportiva, no perdía ese toque de sensualidad que le caracterizaba, un body de licra blanco, sudadera abierta color rosa, y un pantalón de licra rosa a media cadera, entre el body y el pantalón de licra dejaba ver la piel de su vientre y esa perforación que tenía en el ombligo y que yo le había hecho en el estudio de un amigo donde solía trabajar trazando los tatuajes de sus clientes y de vez en cuando haciendo perforaciones.

-¿Qué te paso Karla? ¿Por qué has llorado?

Se acerco a mi rápidamente y me abrazo mientras por su rostro corrían lagrimas, fue raro verla así, y más raro el que me abrazara de esa manera tan intima, le había contado a ella que para la mayoría de mis amigas era su paño de lagrimas y que muchas veces asistían a mí para llorar y dejar que les secara las lagrimas, lo que me gustaba hacer, porque me dejaba saber la confianza que me tenían las personas, pero entre ella y yo había poca relación, y siempre con distancia de por medio, ella y yo éramos de mundos diferentes, y aunque habíamos coincidido algunas veces en un café, no teníamos ese lazo estrecho que existe con los amigos, y mucho menos teníamos un esa confianza de los roces y los abrazos, me costaba mucho trabajo el saludarla de beso cuando nos veíamos, incluso muchas veces hasta intentaba evitar aquel pequeño contacto de mi mejilla y sus labios manteniéndome un poco lejos, pero ella siempre con una risa burlona terminaba por jalarme hacia su rostro y besarme.

Incluso el día que me pidió la perforación en su ombligo me negué para evitar tocarla, pero su cinismo o su orgullo al final ganaron es vez y terminamos en el estudio de mi amigo, no sé si ella notaba el rechazo de mi parte, pero siempre pensé que era un juego el que ella intentara siempre algún contacto, conocía yo a varias mujeres que simplemente no toleran que alguien no las voltee a ver, y que hacen de todo con tal de obtener las miradas y la admiración de cualquier hombre, aunque no les interese él, simplemente lo que buscan es la atención y el saberse por absolutamente todos, deseadas, así que Karla para mí era así, simplemente alguien que no toleraba el tener al lado a un tipo que no quisiera meterle mano y yo la verdad no tenía ningún interés en una femé fatal como ella.

El día de la perforación nos quedamos de ver en un café cerca del centro, ella llego con un saco cruzado y una minifalda, las minifaldas para ella eran ropa cotidiana, aquella mañana, como cada que la veía, su lenguaje y su actitud escandalosa me había provocado pena ajena, así que no tardamos mucho en aquel café, y fuimos al estudio de mi amigo que por la ubicación que tenia, siempre estaba lleno de gente bonita, hasta cierto punto con la misma actitud de Karla, por lo que era yo quien se sentía completamente fuera de lugar aquella mañana.

Aquel estudio tenía tres pequeñas salitas, donde realizábamos los trabajos, le había llamado unos días antes para pedirle que me prestara una sala unos momentos para perforar a Karla, mi amigo me tenía bastante aprecio y no dudo en aceptar, al llegar al estudio tenia las tres salitas ocupadas, así que me pidió que esperara un momento, charlamos un rato mientras me enseñaba algunos diseños de unos tribales en los que había estado trabajando, un dueño de un bar le había pedido el trabajo y le pagarían bien, así que me pidió le ayudara con aquellos diseños, y el tatuaje, le pedí que me llamara en la semana para ponernos de acuerdo, mientras tanto Karla charlaba con una pareja, que al igual que ella, hablaban con el mismo tono escandaloso y vulgar, se desocupo una de las salitas y mi amigo nos acompaño hasta ella, preparo las charolas con las agujas y el antiséptico, lave mis manos y me puse los guantes, Karla mientras tanto miraba aquella salita, con fotos de los tatuajes y perforaciones y un par de pinturas.

-está la conozco yo.

Dijo sonriendo mientras señalaba uno de los cuadros que estaba colgado frente al sillón.

-si, ya tiene muchos años, la había olvidado.

Le dije mientras terminaba de abrir los paquetes de agujas, le indique que se recostara en aquel sillón, me sostuvo la mirada mientras desabrochaba su saco.

-si quieres no te lo quites, solo levántalo un poco.

Mi amigo volteo a verme y después a ella, cuando yo voltee a verla, Karla ya se había quitado el saco quedando simplemente con un bra transparente y una enorme sonrisa mientras me miraba como si intentara retarme a no verla, voltee a ver a mi amigo, que si no fuera por el cubre bocas se notaria que había quedado babeando, una vez él me había confesado que parte del encanto que encontraba en su trabajo era el poder ver precisamente aquel espectáculo que Karla en ese momento le estaba ofreciendo, tosí intentando que mi amigo saliera de su trance y volteándome a ver, salió de la salita diciéndome que no me preocupara por el tiempo y que si necesitaba algo mas, le llamara.

Para mí era fácil desviar la mirada de el cuerpo semi desnudo de Karla, el asombro ante la desnudez para mi, nace de otro lugar más profundo que la piel, y por mi trabajo estaba acostumbrado a mirar mucha piel, y no era piel lo que miraba, siempre era más, así que aquella broma de Karla solo estaba siendo divertida para ella, le perfore lo más pronto posible, debo de confesar que no fui sutil al hacerlo, como para vengarme por aquella broma, pero ella parecía estar más concentrada en llamar mi atención de cualquier manera posible, abriendo las piernas para que su minifalda subiera, o retorciéndose al poner el antiséptico, pero todo lo que hacía simplemente me era indiferente, y hasta cierto punto me molestaba porque me hacía sentir que ella pensaba que yo era como cualquiera de los hombres que guardaba en su colección.

Aquel día me despedí temprano de ella, su broma y las insinuaciones que intentaba hacer después indicando que me había puesto nervioso me tenían molesto, así que nos despedimos antes del anochecer.

Aquel día había entendido que para Karla simplemente era yo como una presa, una que le estaba costando trabajo conseguir, y que por ser este un golpe a su ego o vanidad, se había vuelto en capricho, una mujer como ella podía conseguir a cualquier hombre en su vida, cada vez que la veía, la veía con un hombre diferente, para ella el amor no existía, era algo innecesario, algo que simplemente no quería tener, esa era una de las cosas que marcaban la diferencia entre su mundo y el mío, por su trabajo tenía relación con números, para ella las cosas existían de acuerdo al precio que se podía pagar por ellas, otra de las diferencias entre su mundo y el mío, disfrutaba mas de los lugares por su lujo, que por la compañía que pudiera tener a su lado, se jactaba de ser inteligente, por no sentir, y pensar las cosas siempre racionalmente, cada paso que daba lo tenía calculado y la frialdad con la que hablaba de sus “encuentros” para mí era vacio puro.

Muchas veces me preguntaba yo, que hacia al lado de ella, primero por ser rubia, aunque tenía amigas rubias que quería mucho, pero era porque sus emociones siempre fueron más visibles que aquella piel que dejaba ver Karla con su manera de vestir, sin embargo siempre me pareció que podía haber algo más bajo esa mirada cínica y esa risa escandalosa, quizás por eso era que aceptaba acompañarla, pese a que su mundo y el mío eran opuestos, ella buscaba en los hombres todo lo que yo no tenía, y yo simplemente, buscaba más en la gente, de lo que ella veía.

Siempre había existido esa distancia en nuestra relación, por lo que se me había hecho raro que aquel sábado me buscara y mas llegando en ese estado frágil que no le conocía.

-te vas a manchar la ropa, anda pasa y tranquilízate para que me cuentes que te paso.

Le dije cuando me abrazo porque siempre me daba pena ensuciarle la ropa a la gente con mis manchas.

Le pregunte si quería algo, y me dijo que aun no desayunaba, así que pasamos a la cocina y le prepare algo para que comiera, mientras preparaba su desayuno le ofrecí un café, estaba tan callada que me parecía estar frente a una persona completamente diferente a la Karla que conocía, saco un cigarro ofreciéndome uno, le dije que cuando cocinaba no fumaba porque el aroma del tabaco se quedaba en mis dedos y la comida cambiaba de sabor, así que fumaba ella sola sentada con la mirada triste, mientras yo de pie estaba asombrado por verla así, y dolido también, porque nunca me ha gustado ver a una mujer en ese estado de tristeza.

Le pedí que me contara que había pasado, me conto que había salido temprano de casa porque había ido al gimnasio, pero que recibió una llamada y salió a una cita. En esos momentos, solo dos personas eran recurrentes en la vida de Karla, me sorprendió estar entre esas dos personas, junto con un tipo con el que mantenía una relación desde que estaban en la preparatoria, y que en aquellos días era su novio.

Me conto que hacía tres años él se había casado, que tenía dos hijos y que pese a su matrimonio y su pose de hombre de familia, mantenía una relación con Karla, una relación que los hacía mantener visitas clandestina a hoteles y fines de semana en que él justificando su ausencia con viajes de trabajo, salía con Karla al interior de la república, donde podían salir sin preocuparse por ser descubiertos. Esa mañana él le había hablado al gimnasio y le pido verla, así que quedaron de verse en un hotel al que solían ir, y que conocía su lujo porque Karla muchas veces me lo había descrito, después de hacer lo que solían hacer, él recibió una llamada de su esposa, lo que había propiciado una discusión después entre Karla y ese tipo.

Él le había dicho que no era feliz con su esposa y que pensaba dejarla, al parecer muchas veces le había dicho esto a Karla, pero me conto que contrario a lo que él le contaba, ese tipo se portaba con su esposa de manera afectiva, la llamada que él recibió en el hotel era porque su esposa se había dado cuenta de sus infidelidades y le había llamado de afuera del hotel, él le suplico para que le dejara explicarle aquello y dejo a Karla en aquella habitación mientras salía para seguir a su esposa.

Si bien muchas veces él le había prometido a Karla que dejaría a su esposa, siempre encontraba el pretexto justo, para seguir a su lado, y lejos de Karla, aun así Karla pensaba que un día él la dejaría, y se quedaría al lado de Karla, pero el que saliera buscando a su esposa, sin siquiera voltear a ver a Karla, le había dejado muy claro quien pesaba más en la vida de aquel tipo.

Me conto que se quedo llorando en aquella habitación un rato, esperando que el volviera, creyendo que quizás, antes de salir de aquel hotel, recordaría que Karla estaba en aquella habitación, y encontrado el momento perfecto para dejar a su esposa, tras ser descubierta aquella verdad, regresaría por ella, pero no fue así, y Karla se quedo desnuda llorando sobre las sabanas blancas de aquel hotel.

Sin saber a dónde ir, decidió ir a buscarme.

-se que he sido grosera contigo y que me has aguantado muchas pinches cosas, pero también se que nunca me has mandando a la chingada como todos, y te has quedado con una puta paciencia que ni yo se porque me la tienes, perdóname por buscarte y que tengas que estar aguantando mis pinches chillidos de loca, pero no tengo a nadie más a quien contarle Gábriel.

-no tienes que pedir disculpas por nada Karla, hay muchas cosas que hace y que no me parecen, pero pues no soy nadie para decirte has esto o deja de hacer aquello, nunca me meto en la vida de las personas para decirles que hacer o no hacer, cada quien hace lo que quiere, y aunque sea muy diferente lo que yo hago de lo que los demás hacen, respeto su manera de comportarse, así que contigo no tendría porque comportarme diferente, así que no pidas disculpas que no he tenido que aguantarte nada.

-es que en serio Gábriel, me has demostrado una piche paciencia a mis desplantes y ahora ve cabron, hasta tienes que aguantarme así de chillona, pero es que no mames, no tenía a nadie a quien contarle, no tengo ni un puto amigo Gábriel, soy una mierda.

-no eres eso, y no estás sola, debes de tener varias personas que quieran estar ahí contigo, solo que me parece que tú misma pones muchas barreras para dejar que la gente se acerque a ti, y al contrario, gracias a ti por venir a confiarme lo que te pasa, en serio eso vale mucho para mí Karla.

Aquella barrera de distancia y frialdad que existía entre nosotros se derritió en aquel momento, y al verla así de frágil me di cuenta de que no me había equivocado y que debajo de ese disfraz de femé fatal había mucho mas, y bajo ese comportarse frio y descarado, estaba una mujer que tenía ganas de encontrar, lo que todos los demás buscamos, en cualquiera de sus formas.

La relación entre Karla y Gábriel fue extraña desde el principio, la peculiar manera de presentarse en el baño de una cafetería y después esa misma noche, el haberle prestado su abrigo a Karla cuando su acompañante la dejo, después de haber hecho una escena de novio celoso en aquel lugar, Gábriel sin conocerla, sin saber nada de ella, esa noche salió de la cafetería para prestarle su abrigo a Karla que aventando maldiciones en medio de la calle, tiritaba de frio, y después acompañarla en taxi hasta el departamento donde Karla vivía, al otro lado de la ciudad para que no regresara sola.

Pese a ser completamente diferentes sus mundos, seguían encontrándose para acompañarse, pero siempre manteniendo una línea de distancia entre ellos, marcada mas por Gábriel que por Karla, pero aquel sábado a las dos con veinticuatro minutos de la tarde cuando la risa de Karla sonaba más que la cucharita bailando dentro de su taza de café, aquella barrera que les separaba a Karla y a Gábriel, se había quebrado con las lagrimas que Karla había dejado secar entre las manchas de la ropa de Gábriel por la mañana.





abril 11, 2011

A DESTIEMPO (tercera parte)






El teléfono sonó a las tres con treintaicinco minutos de aquella madrugada, no reconoció el numero en el identificador, pero mucha gente que no conocía tenía su número, y varias personas que le conocían y sabían de su insomnio, solían llamarle a esa hora, siendo que era el único anormal que estaba consiente a esas horas, así que aunque no reconociera los números, muchas veces conseguía reconocer la voz detrás de la bocina.
Al levantar el teléfono y antes de que pudiera decir algo una voz femenina le pregunto:
-¿Cómo es tu Luna?
No pudo reconocer la voz, sin embargo la pregunta se le hizo familiar, pues todos los que lo conocían, sabían que la Luna era suya, así que pensó que sería alguien que ya lo conocía.
-pues desde donde estoy no alcanzo a ver mi Luna, pero por la manera en que brillan las plantas se que debe de estar hermosa y radiante como siempre. ¿Podemos salir al jardín a buscarla si quieres?
Respondió pensando que aquella voz del teléfono, seria alguien que ya conocía, así que no dudo en extenderle aquella singular invitación.
-si, si quiero, pero déjame quitarme los calcetines, me gusta sentir el pasto bajo mis pies.
En ese momento se dio cuenta de que aquella persona que le hablaba, no era alguien que conocía, pues todos sus conocidos sabían que su jardín no tenia pasto, aun así, no pregunto quién era.
-no tengo pasto, pero puedes caminar descalza sobre las lozas de cemento que rodean el jardín, y dentro puedes caminar sobre el tezontle, algunas veces hacen cosquillas las piedritas, y cuando llueve se siente fresco por las noches, aunque los días que hace calor las piedritas queman.
-¿es como caminar sobre la arena de una playa?
-no, no es tan fino el tezontle, pero no se siente tan mal, incluso puedes hasta enterrar los dedos de los pies en el, bajo las piedras esta arena de lo que se van gastando, así que si no te molesta pintarte los pies de rojo, puedes enterrar los dedos de los pies.
-está bien, de todos modos nunca he caminado sobre la arena, no conozco el mar, así que puedo pensar que el jardín es una playa.
-¿no conoces el mar? ¿Por qué? ¿Te da miedo el agua?
-no, no me da miedo, pero nunca he podido viajar tan lejos, aunque una de las cosas que hare antes de morir será conocer el mar, ¿me acompañarías tu?
-hace mucho tiempo que no viajo al mar, era mi amigo, pero hace muchas vidas que no lo voy a visitar, algunas veces el viene a verme y me cuenta esas historias que me gustaba conocerle, creo que lo hace para hacerme volver a él.
-¿como que te visita?
-si, si, algunas noches, o tardes, o mañanas, sin importar en qué lugar me encuentre, el aroma de el mar llega hasta mi, y su rugido me susurra al oído toda la belleza que guarda, algunas veces pasa en las noches, como ahora, y cuando camino en el jardín le escucho, le huelo, y aunque no pueda sentirlo el tezontle bajo mis pies me hace pensar que estoy en la arena, como dices tú.
-no sé, no podría saber si el mar me visita a mí, porque no se a que huele el mar ni como suena su voz, quizás alguna noche me ha venido a visitar pero como no le conozco, no me he dado cuenta de que vino y es el.
-si puede ser eso, algunas veces cuando no conocemos las cosas, podemos tenerlas enfrente y no reconocerles.
Eso lo sabía muy bien él, por las historias que le contaban los insomnes, pues algunos de ellos, le habían confesado que muchas veces habían dejado ir el amor, porque no le conocían, y habían pasado muchos días desperdiciando las noches, por no haberse atrevido a conocerle antes, aunque había muchos, que sin haberlo tenido un solo día de frente, todas las noches lo reconocían.
-ya me quite los calcetines, llévame al jardín.
Él tomo el teléfono, que ya estaba preparado para ese tipo de recorridos, pues muchas veces quien le conocía le había pedido un recorrido por el jardín, así que el cable del teléfono, era un cable bastante largo; él ya estaba descalzo, pues estaba acostumbrado a trabajar por las noches con los pies libres, le fue describiendo sus pasos, primero la loza fría pero al tercer paso, la madera fresca que a esas horas aun conservaba la humedad del riego nocturno, miro hacia el cielo buscando su Luna entre las ramas de la vieja pera, pero no alcanzaba a mirarla, así que dio unos pasos más hasta que se escucho su pie, empujando las piedritas de tezontle al centro del jardín, dio algunos paso mientras le contaba a aquella voz en el teléfono de las plantas que había en aquel jardín, la voz atenta algunas veces interrumpía para preguntar por el color de las flores, y el tamaño de las hojas, él le respondía con familiaridad, despreocupado por completo de no saber quien le estaba hablando, sus noches eran raras, y la gente que conocía de noche, mucho más.
Se sentó en el macetón que había al centro del jardín donde los alcatraces crecían rodeados de pensamientos, la tierra de aquel macetón estaba cubierta de conchitas y arena, que él había puesto para proteger la tierra y conservar la humedad, levanto la vista y encontró a su Luna, hermosa y radiante como siempre.
Eran las cuatro con diez minutos, y se habían quedado en silencio los dos mirando la Luna, él escuchaba la respiración suave de ella, y pensó que ya se había quedado dormida, la mayoría de la gente que le llamaba a esa hora terminaba precisamente así, dormida, de cierta manera él se había auto contratado, para semejante labor, la de hacer dormir a quien no pudiera hacerlo, y a él le gustaba hacer aquel difícil trabajo, pues le producía calma ver dormir a la gente, le gustaba ver el aire entrando y saliendo sin ser notado, como alguien que aprovecha el no ser visto, para hacer o deshacer algo, le gustaba ver el movimiento de los parpado, cubiertos por ese color peculiar que adquieren cuando se cierran al dormir, le gustaba ver las muequitas que hace la gente al dormir, escuchar sus ruiditos, sus despreocupados movimientos, que muchas veces le causaban gracia, le gustaban muchas cosas de ver dormir a la gente, y le gustaba poder hacer dormir a la gente.
Se levanto de aquella maceta con cuidado, alejando la bocina de su rostro para que el ruido de sus movimientos no despertara a aquella voz, pero antes de que pudiera dar un paso la voz volvió a escucharse.
-¿ya te vas?
-no, no, es que olvide mi taza de café y mis cigarros y pensaba ir por ellos.
-¿fumas?
-sí, y tomo café.
-yo no fumo, y me gusta el café, pero me gusta más el té, ¿podemos regresar al jardín después?
-sí, si quieres regresamos, pensé que ya te habías dormido.
-no, no estaba dormida, estaba mirando la Luna y tratando de reconocer el olor del mar, pero me resulta difícil sin haberlo conocido antes.
-lo conocerás algún día, y te aseguro que entonces te darás cuenta de que sin saberlo, él ya te había ido a conocer.
Regresaron al jardín y ella le pidió que le contara mas sobre el mar, así que él se puso a contarle algunas de las historias que el mar le había contado, historias de esperas, de encuentros, de mensajes en botellas y barquitos de papel, historias donde algunas conchas de caracol, guardaban poemas que antiguos amantes se decían sobre la arena, eran las cuatro con cuarentaisiete minutos, cuando un ronquido de ella, le hizo sonreír a él. Se quedo un rato mas sentado en aquel macetón, escuchando los ronquidos y murmullos que ella dejaba escapar por la bocina del teléfono.
A las cinco con quince minutos, el anotaba en una libreta el numero del identificador, para reconocerlo si volvía a aparecer, despacio colgó la bocina y se preparo para salir.
Paso el resto del día tratando de adivinar quién sería aquella voz que le acompaño al jardín, intentaba recordar de entre sus conocidos quien podría haber sido aquella voz, pero no pudo relacionar por completo las preguntas y las dudas y esas cosas que le resultaban desconocidas a aquella voz.
Esa noche espero a que sonara el teléfono, pero no sonó, ni la noche siguiente, así que pensó que quizás sin saberlo había sido participe de una broma, jugada a ambos lados de la bocina, por su parte el pensaba en que era alguien que ya le conocía, y seguramente por el otro extremo, pensarían lo mismo, sonrió cuando imagino la cara de aquella mujer contándole a quien suponía le había hablado, de aquella noche, y la otra persona sin tener idea alguna de aquello, le consideraría como un sueño o algo así, sin imaginar que tan solo se había tratado de un número equivocado, así que aquella deducción era el punto final de aquella noche de paseo por el jardín.
Unas semanas después al regresar a casa y mirar el identificador, reconoció aquel numero, no sin antes tener que repasar su agenda para saber quién era, cosa que siempre tenía que hacer pues su mala memoria apenas y conseguía reconocer un par de números, entonces cuando una combinación de números le parecía familiar, revisaba su agenda hasta que por fin encontraba de quien se trataba, la hora de la llamada había sido a las dos con nueve minutos de la tarde, a esa hora él se encontraba en el centro de la ciudad tomando un café, después de haber comprado su material, subrayaba un libro que había comprado también esa mañana y que tenía mucho tiempo buscando.
No sabía qué hacer, si marcar para devolver la llamada, aunque se le haría bastante extraño pues no sabía ni siquiera un nombre para preguntar, también pensó en que tal vez aquella nueva llamada seria por un reclamo, sin saber porque, pero eso pensó él, al final decidió esperar a que volviera a aparecer aquel numero en el identificador.
A las diez con veinticuatro minutos, sonó el teléfono, y apareció aquel número, ya conocido.
-¿puedes ver la Luna a esta hora desde donde estas o salimos al jardín?
Sin saber porque, él sonrió.
-si, si se ve a esta hora desde aquí, pero si quieres podemos salir al jardín de nuevo, solo déjame preparar mi café y mis cigarros.
-¿no tienes nada que hacer? ¿No te interrumpo?
-no, no, aun no comienzo a trabajar.
-¿trabajas a esta hora? ¿Qué haces?
Él le conto lo que hacía, le hablo de colores y de texturas, le hablo de movimiento, le hablo de inmovilidad, le hablo de lo que él hacía, y de lo que no hacía, a ella parecía interesarle lo que él hacía, pero había aceptado que no tenía ninguna familiaridad con todo aquello que él le contaba, sin embargo, le escucho hablar de su mundo y él le pregunto por el suyo, así pasaron aquella noche en el jardín de nuevo, compartiendo sus pequeños mundos, que pese a estar construidos de materiales diferentes, esa noche coincidían por el insomnio y se encontraban bajo el brillo de una hermosa y radiante Luna.
A las cuatro con cinco minutos, ella pidió disculpas por haberse quedado dormida la otra noche, él le pidió disculpas por no haberle regresado la llamada aquella tarde, ella le confesó que no le conocía, él le confesó que le dio gusto reconocer su número, de nuevo. Ella le conto que padecía insomnio y que algunas veces marcaba un numero al azar y que hacia la misma pregunta siempre, muchas veces le respondían, pero muchas veces no, al quinto intento, si no le respondían dejaba el teléfono en paz, le dijo que nunca había llamado dos veces al mismo número, que cuando le respondían siempre conseguía despedirse de las personas, porque era falta de educación colgarles el teléfono, pero que si había decidido llamarle de nuevo, era porque estaba apenada por quedarse dormida si haberse despedido.
-no te preocupes, no es la primera vez que hago que la gente se duerma al teléfono, y tus ruiditos son simpáticos, pero espero que no te ofenda que te lo diga, no lo hago por ofenderte, pero me parecieron simpáticos.
-¿ruiditos? ¿Qué ruiditos?
-los que haces al dormir, tu respiración y esos ronquiditos, además de que murmurabas algo, pero no alcance a escuchar bien que decías.
-¿ronco? ¿En serio ronco? Hay no que pena ¿en serio ronco?
-si, si, pero poquito, y no tienes que preocuparte, es normal que algunas personas ronquen, además de que no te conozco y no me conoces.
-aun así me da mucha pena, no sé porque pero si me vieras ahora verías que hasta roja me puse de la vergüenza, en serio que pena me da, no solo me quede dormida mientras hablabas, también ronque. En serio que pena me da.
Él sonrió mientras imagino el rubor de sus mejillas, que sin conocerla, solo fue apenas un tono de color el que pudo visualizar, le siguió insistiendo en que no tenia porque apenarse, y le conto que aquello responderle y contarle todo aquello la otra noche, era porque muchas veces había tenido que hacer de puente entre el insomnio y el reino de Morfeo, así que para él era normal escuchar ronquidos y soniditos de la gente al dormir, le fue contando de algunas peculiaridades de sus amigos al dormir, y poco a poco ella se fue tranquilizando y de vez en vez ella reía tras escuchar lo que él le contaba, él sonreía al escucharla sonreír.
Eran las cinco con trece minutos y él le tuvo que decir que tenía que colgar porque a esa hora se preparaba para salir a trabajar.
-¿volveré a reconocer tu numero?
-si, ya no me da pena que me hayas escuchado roncar.
-que bueno, porque no tienes nada porque apenarte.
-pero la siguiente vez no me hagas dormir.
-no puedo asegurarte eso, hacer dormir a la gente no depende de mí, y algunas veces hasta creo que es un efecto que provocan mis historias.
-no, no, es así conmigo, no fue así conmigo, aunque lo pareciera por mis ronquidos, pero no quiero que me hagas dormir, mejor vuélveme a hacer soñar.
Él sonrió y simplemente dijo que si.
Pasaron varias noches así, entre historias y sueños, entre los ronquidos de ella al final de cada llamada, y su voz al día siguiente agradeciendo por el sueño que había tenido al dormir, así ella le fue contando sus sueños, y él le fue inventando historias de su mundo, compartiendo los colores cuando no salían a compartir los aromas al jardín, pero sin importar si dentro o fuera, cada noche compartían algo.
-te conozco y aun no te conozco, es extraño que sigas siendo extraño para mi, ¿te conoceré algún día?
-ya me conoces, te he contado lo que soy.
-ya sé, pero me refería a que ¿si no quisieras conocerme en persona? Recorrer el mismo lugar juntos y que me cuentes lo que ves, de lo que yo veo, y contarte lo que yo veo, en lo que tú ves.
-para serte sincero me daba miedo que algún día me hicieras esta pregunta.
-¿miedo? ¿Por qué miedo? ¿Me has visualizado y crees que te decepcionaras al verme?
-no, no, al contrario, me da miedo que después de “conocerme” en persona te decepciones tu de mí, no sé, puede ser que ya no quieras verme y mucho menos hablarme.
-que tonto eres, no me decepcionarías, no sé qué crees que espero ver, pero lo que conozco de ti me agrada y he dejado de hacer llamadas anónimas, aunque siento algunas veces que sigo siendo anónima para ti y eso es raro, porque te has vuelto mi confidente, y te siento como amigo aunque no te conozca físicamente, y los amigos, aunque algunas veces nos decepcionen, les mantenemos al lado porque les aceptamos tal y como son, así que si me has aceptado tal y como soy, para acompañarte estas noches, ¿porque no me aceptas tal y como soy para acompañarte una mañana o una tarde?
Se quedo pensando en lo que ella le dijo, en silencio, mas por ese miedo a decepcionarla y terminar con aquella magia que había en ese extraño anonimato bajo el que se habían conocido, aun así, pese al miedo que sentía, acepto conocerla, en persona.
Quedaron de verse en un parque que estaba dentro de un callejón, a él le pareció extraño que ella conociera aquel parque, porque estaba un poco escondido, ya que la entrada al callejón que llevaba hasta el parque, era muy pequeño, estaba sobre una avenida que al cruzarla tenía una universidad, unas calles antes estaba un teatro, y más atrás, un cine y un par de museos; toda la avenida era bastante transitada de día, pero aquel parque por estar dentro de aquel callejón era poco visitado, en el centro había una pequeña fuente de cantera, había una pequeña capilla que cada mañana tenia la entraba llena de pájaros que comían las semillas que el sacerdote que la habitaba salía a tirar, era un religioso ya grande, le concia de mucho tiempo atrás, y algunas mañanas él le llevaba un vaso de café y se sentaban en la fuente a platicar de cualquier cosa.
Eran las ocho con diez minutos cuando el sacerdote regreso a su capilla, la gente que pasaba a esa hora ya me reconocía por haberme visto varias veces sentado con el padre en aquella fuente, le había dado gusto volverme a ver, tenía ya mucho tiempo que no pasaba a aquel parque, cada vez que nos veíamos me pedía que le contara de los insomnes, de aquella vida nocturna que conocía, de esa búsqueda de cuatro letras que encontraba en cada una de las personas que conocía a esas horas, parecía gustarle todo aquello, aquella mañana le conté lo que había pasado noches atrás y de cómo ese día conocería a una extraña que no me parecía tan extraña ya, y que tenía nervios y miedo de decepcionarla, a él no le pareció raro todo lo que le conté, decía que la gente peculiar se encuentra tarde o temprano, y que las cosas raras que me pasaban eran al final buenas aventuras.
A las nueve con doce minutos había más gente cruzando aquel parque, algunos hacia el trabajo o la universidad, algunos simplemente salían a pasear a sus perros, faltaban pocos minutos para que se cumpliera la hora a la que habíamos quedado, pero imagine que seguramente ella llegaría tarde, yo como siempre había preferido llegar dos horas antes, además de que tenía ganas pasar a saludar a aquel viejo sacerdote, que consideraba mi amigo, los nervios y la emoción poco a poco fueron haciéndose pequeños y dejando que el miedo creciera mas, así que busque en mi mochila un libro y trate de leer un poco mientras esperaba a que llegara mi conocida desconocida.
Estaba poco concentrado en las líneas subrayadas de aquel libro, cuando unas gotitas de agua cayeron en mi cabeza, lo primero que pensé era que seguramente una paloma había pasado encima de mí y me puse la mano en la cabeza, una risa diminuta e infantil me hizo voltear hacia atrás, hasta el otro lado de la fuente, entonces la vi por primera vez.
-hola extraño, ¿ves la Luna desde donde estas?
Una de sus manos chapoteaba con el agua de la fuente,su cabello era largo y rizado, era obscuro y un poco alborotado, traía un suéter de colores, con una capuchita, una playera sin estampado y con el cuello bastante guango, tan guango que se veían los huesitos de su clavícula cubierta de una piel medio pálida, no era blanca, pero era clara, usaba una falda larga de colores, bastante suelta y que con el pequeño viento que soplaba esa mañana, se sacudía suavemente, sus ojos eran grande y de un tono claro, su ceja espesa y al natural, pestañas grandes y un par de chapitas sobre las mejillas que después me di cuenta que eran temporales, su boca era pequeña, con el labio inferior más grueso que el labio superior, y unos hoyuelos que se le hacían cerca de sus comisuras al sonreír.
Mire hacia arriba y le dije:
-pues si, desde aquí mi Luna aun se ve.
Y señale por encima de las ramas de una jacaranda hasta donde se veía la Luna casi transparente.
Ella volvió a reír, con esa risa tan infantil y encantadora que muchas veces le escuche al teléfono, y que ahora al verla en sus labios me parecía hermosa, por lo que en definitiva, tuve más miedo de decepcionarla.
-¿Cómo sabias que era yo?
Rió y dijo:
-por las ojeras, solo quien no duerme puede tener unas ojeras así.
-si, las ojeras, creo que nací con ellas.
Volvió a reír y dijo:
-tonto, te quedan bien.
Cada vez que me llamaba así me parecía que lo hacía con tanta familiaridad, que parecía que nos conociéramos de muchas vidas atrás. Nos quedamos en silencio un breve instante, ella no dejaba de sonreír, su mano seguía chapoteando en el agua, y su mirada se clavaba y desclavaba de la mía, yo no sabía qué hacer ni que decir, una cosa era hablarle e inventarle cosas sin saber cómo era, y otra muy distinta estar frente a ella, y ser intimidado por su belleza, así que ya en ese momento no tenía miedo de decepcionarla, tenia pavor.
Fue acercándose poco a poco, con la mano aun dentro del agua, pensé en decirle su nombre, pues noches atrás ya me lo había dicho, pero no quiso que le dijera el mío, porque decía que así, siempre quedaría una pregunta pendiente que serviría de pretexto para una nueva llamada.
-¿Cómo te llamas extraño?
-Gábriel.
-¿Gabriel?
-no, Gábriel
-Gábriel.
Ya muy cerca de mí, clavo su mirada como si tratara de encontrar algo dentro de mis ojos, no sé qué muecas estaría haciendo yo pero ella sonrió y arrojo un poco de agua a mi rostro, me hice hacia atrás y sin que me diera cuenta me dio un beso en la mejilla mientras tomaba mi mano con la suya.
-hola Gábriel, yo soy Lucia, mucho gusto en conocerte, al fin.
Sonreía mientras su mano mojaba la mía.