No sé bien cómo fue que te encontré, he escuchado que los mejores encuentros suelen ser por casualidad, por accidente, por descuido, no sé de qué manera llegaste a mi vida, pero llegaste.
Si bien es cierto que no suelo valorar los recuerdos por el tiempo que duraron también es cierto que prefiero valorarlos por la intensidad con que me hicieron vibrar.
Dicen que es tan corto el amor y tan largo el olvido, a mi me da igual el tiempo que dure, que más da si fueron días o semanas o años o esos escasos segundos en que nuestras miradas se encontraron y sabia que eras tú y supiste que era yo.
Que mas da lo corto que fuera siempre y cuando fuera amor, y es preferible haberlo vivido, aunque fuera tan breve y sin importar los años que uno trate en vano de olvidar y de no olvidarte, pues sabes también que si no suelo dejarme amar es por esa falta de valor para olvidar, para olvidarte, para olvidarme.
Es cierto que extraño lo que fue extrañarte, lo que fue intentar mirar al frente y hacer a un lado las promesas y los restos de ti que encontraba en cada esquina, en cada semáforo, en cada banca de parque, en los restos de mi café, en los restos de mi, esos que quedaron tras tu partida.
Y caminar las calles sin tu mano entre la mía y no poder encontrar las plumas de tus alas que se desprendieron con tu adiós, y encontrar solo polvo, solo manchas de sal sobre el asfalto, de cada lágrima que llore mientras la nostalgia que llegaba con tu recuerdo me abrazaba y me quitaba el frio.
¿Que sueñas ahora? ¿Qué es soñar tan lejos? ¿Qué es suspirar de a poco? ¿Qué es olvidar sin olvido, sin pena, sin rencor, sin un adiós?
No sé bien como te encontré, no sé si quiera si te encontré, o fuiste solo un sueño.
Pero sigo soñando que un día este sueño se materialice de poco en poco, de gotita en gotita, de suspiro en suspiro de anhelo en anhelo hasta que un día frente a mi puerta te materialices por completo y me digas:
Te estaba buscando para jamás dejarte ir.
Los sueños no se hicieron para dormir se hicieron para poder despertar.
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