LO QUE SOY

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abril 19, 2011

A DESTIEMPO (sexta parte)




-te amo.

Susurraba Gábriel a las tres con doce minutos de la madrugada, mientras contemplaba a Karla dormir, preguntándose si ella podría escucharlo y más aun, preguntándose si ella podría sentirlo, si podía sentir que la amaba, si ella sentía amor por él, preguntándose si esta vez ella se quedaría.

No era la primera noche que pasaban juntos, no era la primera noche que Gábriel le hablaba mientras ella dormía, no era la primera vez que él pasaba la noche sin dormir, recorriendo con sus dedos los lunares de Karla, sorprendiéndose de cada detalle de su cuerpo, preguntándose el origen de sus cicatrices, delineando sus arrugas, los pliegues bajo su axila, mirando su cuello de la mandíbula a su clavícula para notar el correr de sus sangre, no era la primera vez que sonreía mientras la miraba haciendo muecas al dormir, retirándole el cabello de su oído, extendiéndolo sobre la almohada, no era la primera noche que deslizaba delicadamente sus dedos sobre la piel se su espalda, tan solo para ver erizarse su piel, hacerlo tan suavemente para no despertarla, no era la primera noche que él le decía que la amaba, pero dormida o despierta, Karla jamás parecía escucharlo.

No era la primera noche que él prefería recorrer insomne la piel de Karla, prefería hacerlo porque la primera noche que pasaron juntos él durmió, y al despertar a las seis con catorce minutos de la mañana, ya no estaba Karla junto a él, así que después de esa noche había decidido no dormir cuando pasaba la noche a su lado, Karla nunca se quedaba, siempre se iba, pero disfrutaba verla al despertar en esa danza de cotidianidades que le hacía mirarla en esa intimidad, la de la cotidianidad, verla despertar, frotarse la nariz, estirarse mientras hacía ruiditos, tallarse los ojos e irlos abriendo de a poco, mientras humedecía sus labios resecos por dormir con la boca entreabierta, le gustaba verla así, despertando unto a él, porque al despertar, Karla sonreía, y a Gábriel le gustaba pensar que era por haber pasado la noche a su lado, aunque sabía que sonreía porque a Karla le gustaba dormir.

Le gustaba mirarla sentarse sobre la cama para buscar su ropa, le gustaba verla vestirse improvisadamente mientras caminaba hacia el baño semi desnuda, Gábriel se ponía de pie y la iba siguiendo, tarando de no interferir con aquella danza, la acompañaba para verla cepillarse los dientes, mientras Karla le hablaba de las cosas que tenía pendientes con la boca llena de espuma, le gustaba acompañarla hasta el closet para escoger la ropa que se pondría, Gábriel le quitaba los ganchos de la mano para indicarle que no se preocupara por las arrugas de la ropa, entonces Karla sonreía y se dirigía de nuevo al baño, abría las llaves de la regadera, se miraba al espejo y se quejaba por sus ojeras, culpaba a Gábriel por ellas, pero le sonreía, se acercaba a él y le besaba mientras lo jalaba hacia la regadera y se quitaba la poca ropa que traía puesta.

-tu ropa, tengo que planchar tu ropa.

Y antes de que la silueta de Karla se perdiera detrás de la puerta de cristal, ella le regalaba una sonrisa, que conservaba Gábriel mientras preparaba la ropa de Karla.

Habían pasado así muchas noches, y muchas mañanas, las horas de sueño para Karla se volvían de poco más de tres horas, para Gábriel las horas en que soñaba al lado de Karla, se habían vuelto de doce, pero tenían que despertar, y despertaban, a destiempo pero despertaban, así como a destiempo soñaban.

No era la primera noche que Gábriel veía desnuda a Karla, la había visto desnuda por primera vez, una mañana de sábado, cuando Karla llego llorando buscando a Gábriel para que le secara las lagrimas, hasta antes de esa mañana para Gábriel Karla representaba poco en su vida, había guardado una línea de distancia entre ellos, en primera porque ella era rubia, además de que la pose de femé fatal que cubría a Karla le desagradaba, le parecía vulgar y escandalosa, pero aquella mañana Karla se desnudo frente a él, lagrima a lagrima, se desprendió de su vestimenta vulgar, de su maquillaje exagerado, de su piel desgastada por el roce de tanto vacio, aquella mañana Karla se dejo ver por Gábriel, como nunca nadie más la había visto.

Desde entonces la relación entre ellos cambio, Gábriel comenzó a preocuparse por ella, poco a poco Gábriel fue borrándole las cicatrices que Karla tenia no solo sobre la piel, también dentro de su corazón, él comenzó a mirarla mas allá de aquello que le desagradaba de ella, sus minifaldas y sus escotes, su color de cabello, su maquillaje, cuando la miraba ya no miraba solo a una rubia, cuando la miraba, la miraba a ella de verdad, la que los demás no conocían y que ahora se había vuelto parte de su vida.

Karla era una mujer de apariencia segura, aunque solo ocultara tras ese disfraz todo ese miedo y esa inseguridad que le hacían comportarse de esa manera, buscar la manera de saberse con el control de las cosas, cuando en realidad aquel aparente control solo la estaba vaciando, pero ese vacío ya lo conocía, y prefería lo conocido, a arriesgarse a perder el control ante una situación que le hiciera perderse a ella misma, pero aquel aparente control ya no existía, sus relaciones le dejaba un vacio, cada vez más profundo, sus amantes, sus amistades, sus compañeros de trabajo, ante todos ellos aparentaba tener control, pero ya nada le llenaba, la única persona a quien consideraba parte de su vida, era a Gábriel, se había vuelto su amigo, su cómplice, su paño de lagrimas, la única constante dentro de aquel vaivén de personas que era su vida.

Pese a que Gábriel conocía a mucha gente, mantenía poco contacto con las personas, era bastante aislado y prefería nunca buscar a nadie, sus amigos ya conocían su manera de ser, así que eran ellos quien de vez en cuando le llamaban por teléfono, sobre todo de madrugada, cuando no podían dormir, o lo acompañaban en algún café, aunque sabían que poco diría de su vida y lo que hacía, se conformaban con verle bien, pero Karla no se conformaba solo con verlo bien, y solía hurgar demasiado en la vida de Gábriel, pero él seguía siendo reservado, y sabía muy bien cómo evitar siempre sus interrogatorios, de cierta manera Karla tenía la sensación de querer corresponderle de la misma manera a todo lo que él había hecho por ella, pero Gábriel siempre le decía que no tenia porque hacer nada, pues él no había hecho nada extraordinario, simplemente la vio, y por el contrario, él tenía que agradecerle a ella por dejarse ver, por haberle tenido confianza, pero Karla no se conformaba con eso, e insistía en sus interrogatorios, y él seguía evadiéndolos.

La relación entre ellos pese a las evasivas de Gábriel, se fue estrechando, Karla comenzó a cambiar mucho en su vida, aunque solo fuera cuando estaba al lado de Gábriel, si lo veía, ya no iba vestida con minifaldas, ni escotes, su manera vulgar de hablar la dejaba a un lado, disculpándose incluso, cuando se le llegaba a salir alguna mala palabra, a Gábriel le daba risa eso, le explicaba que él aceptaba a sus amigos tal y como eran, y que no tenia ella porque cambiar, porque había visto en ella, más que todo eso, y era cierto, Gábriel desde aquella mañana de sábado la veía de manera diferente, aunque siguiera vistiendo minifaldas, aunque siguiera hablando con groserías, aunque siguiera siendo rubia, para Gábriel ya nada de eso era visible, ahora veía algo mas, ahora veía a Karla, y todo lo que era ella.

Aun así, Karla se esmeraba en comportarse diferente cuando estaba con Gábriel, le acompañaba en sus proyectos, y se interesaba en lo que él hacía, los fines de semana de bares y hoteles de paso, se habían vuelto sábados de museos y cafeterías al lado de él, de lagrimas y heridas que iban cerrando y la hacían sentir más ligera, de risas al final de la noche que le dejaban mas llena y plena que las caricias que estaba acostumbrada a recibir al final de sus noches.

Pasaron muchas horas así, muchos días, muchas vidas, y aun no terminaban de conocerse, había cosas que les faltaba por saber, mas a Karla sobre Gábriel, que a Gábriel sobre Karla, una de esas noches, después de varios años, Gábriel le regalo un Libro, un libro que hablaba de muchas aventuras de piratas y hadas, de un beso especial y con poderes asombroso, un libro donde muchas cosas se olvidan, menos una persona, menos Wendy, decidió regalarle ese libro porque la relación que existía entre los personajes, le recordaba a la amistad que tenia con Karla, ella llena de aventuras y de personajes en su vida, llena de olvidos, y al final la única constante en su vida era él, la ventana a la que siempre volvía, aunque pasaran muchas limpiezas de primavera, ella volvía, o él, no tenía importancia, volvían juntos, muchas horas, muchos días, muchas vidas, ellos volvían.

Aquel día en que le regalo el libro, Karla se dio cuenta de que nunca le había acompañado es su cumpleaños, y que ni siquiera sabía cuando cumplía años Gábriel, así que le pregunto, pero Gábriel no estaba acostumbrado a festejar su cumpleaños, y se lo dijo a ella, pero Karla era bastante insistente y a Gábriel no le quedo más que confesarle aquella fecha, Karla le prometió darle un regalo pero Gábriel le dijo que no era necesario, porque tampoco estaba acostumbrado a los regalos, aun así, ella insistió y el día del cumpleaños de Gábriel ella le dio un regalo especial.

Eran las doce con tres minutos de la noche, cuando sonó el teléfono, Karla le llamo para felicitarlo por su cumpleaños, esperando ser la primera en hacerlo, a Gábriel le sorprendió mucho escucharla a esa hora, porque a Karla le gustaba dormir, y dormía desde temprano, Karla lo invito a comer a su departamento, y después de insistirle un rato, Gábriel acepto.

Al día siguiente Gábriel como siempre, le marco desde la esquina donde estaba el departamento de Karla, ella le dijo que estaba abierta la puerta y que pasara, los días eran fríos, y desde temprano el sol se ocultaba tras las nubes que a lo largo del día dejaban caer una ligera lluvia de vez en cuando, el departamento de Karla era bastante frio, así que a Gábriel no le sorprendió ver la silueta de Karla danzando en la cocina con una sudadera puesta y la capucha encima de la cabeza, lo que le sorprendió fue verla precisamente en aquella danza, pues Karla no cocinaba, le desagradaba cocinar, así que él había pensado que ordenaría algo para la comida, en lugar de preparar ella la comida.

-quédate ahí, no vengas, te estoy preparando algo especial y no quiero que sepas que es.

Le grito Karla desde la cocina sin siquiera voltear a verlo, Gábriel ya sospechaba lo que Karla estaba cocinando, el aroma de la albahaca era inconfundible, se quito el abrigo y lo dejo recargado sobre el sillón de la salita.

-prende la tele o pon música, ya sabes que puedes hacer lo que quieras aquí, debería comprarte pinturas para que pintes aquí.

Gábriel sonrío encantado por toda la dedicación que Karla estaba demostrándole.

-listo, cierra los ojos, no quiero que veas hasta que este frente a ti.

En aquel momento Gábriel tuvo un flashback de todo lo que habían vivido, y le parecía increíble que después de haber conocido a Karla como una femé fatal, ahora la escuchaba tan infantil y encantadoramente tierna.

Cerró los ojos y fue escuchando los pasos de Karla saliendo de la cocina, ahora a diferencia de aquel taconeo que escucho por primera vez en el baño de una cafetería, se escuchaba el rechinido de unos tenis, mientras se acercaba Karla iba pidiéndole disculpas por la comida excusándose con el hecho de que no sabía cocinar, Gábriel simplemente le dijo que no tenía importancia aquello, que al contrario ya le había sorprendido con la llamada de la noche anterior, y mas con esa imagen de ella detrás de la estufa, así que con eso bastaba para él, sonó el plato de cristal rozando la madera de la mesita de centro que había en la sala, y el aroma de la albahaca era más intenso, sintió como Karla se sentó a su lado prácticamente dejándose caer sobre el sillón.

-ya, abre los ojos.

Al abrir los ojos Gábriel vio frente a él el plato con la pasta preparada, y sonrío, pese a que no sabía cocinar Karla, aquel plato no se veía tan mal.

-Feliz cumpleaños Gábriel.

Dijo Karla, Gábriel entonces volteo a verla con la sonrisa en el rostro, y al mirar a Karla aquella sonrisa cambio por una mueca de asombro, aunque con la capucha puesta, él distinguió algo diferente en Karla.

-¿Qué hiciste niña?

Le dijo mientras sus manos se fueron estirando hacia el rostro de Karla, ella sonreía, sin decir nada, solo sonreía, mirándolo a los ojos, y mirando sus manos acercarse a su rostro.

Gábriel le quito la capucha de la cabeza y se quedo mirando asombrado su cabello, Karla no dejaba de sonreír, no decía nada solo sonreía, Gábriel le acaricio la cabeza y después enredó sus dedos entre su cabello, no sabía que decir.

-¿te gusta? ¿Cómo me veo?

Preguntaba Karla con una sonrisa mas de nervios o incertidumbre que de completa alegría, supongo que era por la cara que tenía yo mientras le acariciaba el cabello, pero no sabía que decirle, y mucho menos entendía el porqué de aquel cambio, había notado que ponía mucho esmero en cambiar su manera de ser, pero no entendía el porqué lo hacía, siempre me pareció que solo era una manera de querer cambiar lo que conocía, y que tomaba mi mano para hacer aquellos cambios, por miedo a hacerlos sola, pero aquel cambio que estaba viendo era algo extremo, que me dejo sin palabra alguna.

-¿no te gusto? ¿Me veo mal?

-no, no, te ves bien, eres bonita y siempre lo serás, pero ¿Por qué hiciste esto?

-quería hacerme un cambio, ya me había aburrido de verme igual frente al espejo.

-pero ¿algo así?

-¿Qué tiene? Además ya no quería que me llamaras rubia

Y esa última frase de ella me hizo sentir culpable y prejuicioso.

-pero te lo decía de broma, tu sabes que tengo amigas rubias y a todas les digo igual, no tenias porque pintarte el cabello, y mucho menos cortártelo.

-ya se tonto, sé que es broma, pero ya me había cansado de verme igual, y quería cambiarlo, he tenido el cabello largo desde hace muchos años, y creo que ahora ya no soy como antes, y quería marcarlo en mi vida de una manera que pudiera recordar, tú tienes mucho que ver con que yo me vea diferente frente al espejo, y por eso decidí hacerlo este día, es mi forma de decirte gracias y de darte un regalo especial, compartir contigo esto que siento dentro de mí.

-¿Qué él espagueti no era suficiente? ¿No sabe bien?

-no, tonto, bueno, no sé si sabe bien o no, aun no lo pruebo, pero me refiero a que quería compartir esto contigo, y hoy tu aceptaste compartir conmigo tu cumpleaños, así que este día será especial para los dos, bueno eso espero, porque si el espagueti no quedo bien creo que ya habrá fallado todo. Pruébalo anda, deja de estarme manoseando el cabello y mirarme así.

-pero es que te ves bien, te ves más pequeña.

-ya tonto, ándale prueba el espagueti.

Debo de aceptar que aquel espagueti no sabía muy bien, le había puesto demasiada cebolla a la salsa, pero aun así nos terminamos todo el plato, aunque mientras lo comíamos, no podía evitar mirarla una y otra vez, su cabello ahora obscuro y corto, la hacían ver tan pequeña, y mucho más bonita que cuando era rubia de cabello largo, ella me sonreía cada que me sorprendía mirándola, y se sonrojaba, bajaba la mirada lo que me parecía muy raro, porque era ella la que siempre me hacia bajar la mirada con su mirada retadora, verla así, sonrojada, la hacían ver tierna, un lado que no le conocía.

Pasamos el resto del día en su departamento, para las ocho con cuarentaicuatro minutos, ya habíamos comido helado, pastel, y visto dos películas, aunque como era ya costumbre con ella, en lugar de poner atención a las historias tenía que ponerle atención a sus preguntas y explicarle cosas que aparecían en el televisor, pero era entretenido eso, además de que me hacía sentir que le ponía interés a lo que yo veía, a lo que yo oía.

Platicamos de muchas cosas, como siempre Karla hurgaba en mi para tratar de descifrar lo que guardaba, que en realidad no es nada, pero me hacía mucha gracia el escucharle sus interrogatorios y suposiciones, ante las cosas que le contaba o le callaba, Karla sin que yo lo quisiera, se había vuelto parte de mi vida, incluso, algunos días en que no llamaba, era yo quien le llamaba para preguntarle como estaba, y si me faltaba tiempo o valor, hasta la extrañaba.

-bueno ya tengo que irme, ya es tarde y tengo que regresar a trabajar esta noche.

Me puse de pie buscando mi abrigo, pero ella tomo mi mano.

-quédate, quédate esta noche, no tienes que irte, quédate.

Volteé a mirarla mientras sujetaba mi mano, tenía ya muchas vidas que había dejado de verla como rubia y femé fatal, tenía mucho tiempo de ver más allá de sus ojos y su piel, y había aprendido a verla de muchas maneras, frágil, con miedo, insegura, valiente, feliz, verdaderamente feliz, pero aquella mirada que puso al pedirme que me quedara, no la conocía.

-no te vayas, quédate, quédate esta noche, quiero ver lo que ves en tus noches, quiero verte y que me veas, quédate por favor, no te vayas.

Despacio fue jalándome de nuevo al sillón, me senté frente a ella tratando de reconocer aquella mirada, de averiguar que había dentro de ella, pero sobre todo, de saber si aquello que estaba viendo en ella, es lo que veía yo, cuando cuatro letras sonaban dentro de mí.

-Feliz cumpleaños Gábriel.

Dijo sosteniendo mi rostro entre sus manos, y sin que pudiera decir nada me beso y esa noche por primera vez, Karla y yo, compartimos insomnio y sueños.






2 comentarios:

  1. Si no me equivoco las cuatro letras eran "AMOR" :') ya pues, me enamoré de como escribes y ya quiero que salgan mas historias, me fascina simplemente y ver como cambian las personas ante una amistad sincera... en fin excelente lectura como siempre

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  2. GRAAACIAS LU (:
    muchas gracias por seguir pasando y dejarme un poco de ti en letras.

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