LO QUE SOY

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abril 11, 2011

A DESTIEMPO (tercera parte)






El teléfono sonó a las tres con treintaicinco minutos de aquella madrugada, no reconoció el numero en el identificador, pero mucha gente que no conocía tenía su número, y varias personas que le conocían y sabían de su insomnio, solían llamarle a esa hora, siendo que era el único anormal que estaba consiente a esas horas, así que aunque no reconociera los números, muchas veces conseguía reconocer la voz detrás de la bocina.
Al levantar el teléfono y antes de que pudiera decir algo una voz femenina le pregunto:
-¿Cómo es tu Luna?
No pudo reconocer la voz, sin embargo la pregunta se le hizo familiar, pues todos los que lo conocían, sabían que la Luna era suya, así que pensó que sería alguien que ya lo conocía.
-pues desde donde estoy no alcanzo a ver mi Luna, pero por la manera en que brillan las plantas se que debe de estar hermosa y radiante como siempre. ¿Podemos salir al jardín a buscarla si quieres?
Respondió pensando que aquella voz del teléfono, seria alguien que ya conocía, así que no dudo en extenderle aquella singular invitación.
-si, si quiero, pero déjame quitarme los calcetines, me gusta sentir el pasto bajo mis pies.
En ese momento se dio cuenta de que aquella persona que le hablaba, no era alguien que conocía, pues todos sus conocidos sabían que su jardín no tenia pasto, aun así, no pregunto quién era.
-no tengo pasto, pero puedes caminar descalza sobre las lozas de cemento que rodean el jardín, y dentro puedes caminar sobre el tezontle, algunas veces hacen cosquillas las piedritas, y cuando llueve se siente fresco por las noches, aunque los días que hace calor las piedritas queman.
-¿es como caminar sobre la arena de una playa?
-no, no es tan fino el tezontle, pero no se siente tan mal, incluso puedes hasta enterrar los dedos de los pies en el, bajo las piedras esta arena de lo que se van gastando, así que si no te molesta pintarte los pies de rojo, puedes enterrar los dedos de los pies.
-está bien, de todos modos nunca he caminado sobre la arena, no conozco el mar, así que puedo pensar que el jardín es una playa.
-¿no conoces el mar? ¿Por qué? ¿Te da miedo el agua?
-no, no me da miedo, pero nunca he podido viajar tan lejos, aunque una de las cosas que hare antes de morir será conocer el mar, ¿me acompañarías tu?
-hace mucho tiempo que no viajo al mar, era mi amigo, pero hace muchas vidas que no lo voy a visitar, algunas veces el viene a verme y me cuenta esas historias que me gustaba conocerle, creo que lo hace para hacerme volver a él.
-¿como que te visita?
-si, si, algunas noches, o tardes, o mañanas, sin importar en qué lugar me encuentre, el aroma de el mar llega hasta mi, y su rugido me susurra al oído toda la belleza que guarda, algunas veces pasa en las noches, como ahora, y cuando camino en el jardín le escucho, le huelo, y aunque no pueda sentirlo el tezontle bajo mis pies me hace pensar que estoy en la arena, como dices tú.
-no sé, no podría saber si el mar me visita a mí, porque no se a que huele el mar ni como suena su voz, quizás alguna noche me ha venido a visitar pero como no le conozco, no me he dado cuenta de que vino y es el.
-si puede ser eso, algunas veces cuando no conocemos las cosas, podemos tenerlas enfrente y no reconocerles.
Eso lo sabía muy bien él, por las historias que le contaban los insomnes, pues algunos de ellos, le habían confesado que muchas veces habían dejado ir el amor, porque no le conocían, y habían pasado muchos días desperdiciando las noches, por no haberse atrevido a conocerle antes, aunque había muchos, que sin haberlo tenido un solo día de frente, todas las noches lo reconocían.
-ya me quite los calcetines, llévame al jardín.
Él tomo el teléfono, que ya estaba preparado para ese tipo de recorridos, pues muchas veces quien le conocía le había pedido un recorrido por el jardín, así que el cable del teléfono, era un cable bastante largo; él ya estaba descalzo, pues estaba acostumbrado a trabajar por las noches con los pies libres, le fue describiendo sus pasos, primero la loza fría pero al tercer paso, la madera fresca que a esas horas aun conservaba la humedad del riego nocturno, miro hacia el cielo buscando su Luna entre las ramas de la vieja pera, pero no alcanzaba a mirarla, así que dio unos pasos más hasta que se escucho su pie, empujando las piedritas de tezontle al centro del jardín, dio algunos paso mientras le contaba a aquella voz en el teléfono de las plantas que había en aquel jardín, la voz atenta algunas veces interrumpía para preguntar por el color de las flores, y el tamaño de las hojas, él le respondía con familiaridad, despreocupado por completo de no saber quien le estaba hablando, sus noches eran raras, y la gente que conocía de noche, mucho más.
Se sentó en el macetón que había al centro del jardín donde los alcatraces crecían rodeados de pensamientos, la tierra de aquel macetón estaba cubierta de conchitas y arena, que él había puesto para proteger la tierra y conservar la humedad, levanto la vista y encontró a su Luna, hermosa y radiante como siempre.
Eran las cuatro con diez minutos, y se habían quedado en silencio los dos mirando la Luna, él escuchaba la respiración suave de ella, y pensó que ya se había quedado dormida, la mayoría de la gente que le llamaba a esa hora terminaba precisamente así, dormida, de cierta manera él se había auto contratado, para semejante labor, la de hacer dormir a quien no pudiera hacerlo, y a él le gustaba hacer aquel difícil trabajo, pues le producía calma ver dormir a la gente, le gustaba ver el aire entrando y saliendo sin ser notado, como alguien que aprovecha el no ser visto, para hacer o deshacer algo, le gustaba ver el movimiento de los parpado, cubiertos por ese color peculiar que adquieren cuando se cierran al dormir, le gustaba ver las muequitas que hace la gente al dormir, escuchar sus ruiditos, sus despreocupados movimientos, que muchas veces le causaban gracia, le gustaban muchas cosas de ver dormir a la gente, y le gustaba poder hacer dormir a la gente.
Se levanto de aquella maceta con cuidado, alejando la bocina de su rostro para que el ruido de sus movimientos no despertara a aquella voz, pero antes de que pudiera dar un paso la voz volvió a escucharse.
-¿ya te vas?
-no, no, es que olvide mi taza de café y mis cigarros y pensaba ir por ellos.
-¿fumas?
-sí, y tomo café.
-yo no fumo, y me gusta el café, pero me gusta más el té, ¿podemos regresar al jardín después?
-sí, si quieres regresamos, pensé que ya te habías dormido.
-no, no estaba dormida, estaba mirando la Luna y tratando de reconocer el olor del mar, pero me resulta difícil sin haberlo conocido antes.
-lo conocerás algún día, y te aseguro que entonces te darás cuenta de que sin saberlo, él ya te había ido a conocer.
Regresaron al jardín y ella le pidió que le contara mas sobre el mar, así que él se puso a contarle algunas de las historias que el mar le había contado, historias de esperas, de encuentros, de mensajes en botellas y barquitos de papel, historias donde algunas conchas de caracol, guardaban poemas que antiguos amantes se decían sobre la arena, eran las cuatro con cuarentaisiete minutos, cuando un ronquido de ella, le hizo sonreír a él. Se quedo un rato mas sentado en aquel macetón, escuchando los ronquidos y murmullos que ella dejaba escapar por la bocina del teléfono.
A las cinco con quince minutos, el anotaba en una libreta el numero del identificador, para reconocerlo si volvía a aparecer, despacio colgó la bocina y se preparo para salir.
Paso el resto del día tratando de adivinar quién sería aquella voz que le acompaño al jardín, intentaba recordar de entre sus conocidos quien podría haber sido aquella voz, pero no pudo relacionar por completo las preguntas y las dudas y esas cosas que le resultaban desconocidas a aquella voz.
Esa noche espero a que sonara el teléfono, pero no sonó, ni la noche siguiente, así que pensó que quizás sin saberlo había sido participe de una broma, jugada a ambos lados de la bocina, por su parte el pensaba en que era alguien que ya le conocía, y seguramente por el otro extremo, pensarían lo mismo, sonrió cuando imagino la cara de aquella mujer contándole a quien suponía le había hablado, de aquella noche, y la otra persona sin tener idea alguna de aquello, le consideraría como un sueño o algo así, sin imaginar que tan solo se había tratado de un número equivocado, así que aquella deducción era el punto final de aquella noche de paseo por el jardín.
Unas semanas después al regresar a casa y mirar el identificador, reconoció aquel numero, no sin antes tener que repasar su agenda para saber quién era, cosa que siempre tenía que hacer pues su mala memoria apenas y conseguía reconocer un par de números, entonces cuando una combinación de números le parecía familiar, revisaba su agenda hasta que por fin encontraba de quien se trataba, la hora de la llamada había sido a las dos con nueve minutos de la tarde, a esa hora él se encontraba en el centro de la ciudad tomando un café, después de haber comprado su material, subrayaba un libro que había comprado también esa mañana y que tenía mucho tiempo buscando.
No sabía qué hacer, si marcar para devolver la llamada, aunque se le haría bastante extraño pues no sabía ni siquiera un nombre para preguntar, también pensó en que tal vez aquella nueva llamada seria por un reclamo, sin saber porque, pero eso pensó él, al final decidió esperar a que volviera a aparecer aquel numero en el identificador.
A las diez con veinticuatro minutos, sonó el teléfono, y apareció aquel número, ya conocido.
-¿puedes ver la Luna a esta hora desde donde estas o salimos al jardín?
Sin saber porque, él sonrió.
-si, si se ve a esta hora desde aquí, pero si quieres podemos salir al jardín de nuevo, solo déjame preparar mi café y mis cigarros.
-¿no tienes nada que hacer? ¿No te interrumpo?
-no, no, aun no comienzo a trabajar.
-¿trabajas a esta hora? ¿Qué haces?
Él le conto lo que hacía, le hablo de colores y de texturas, le hablo de movimiento, le hablo de inmovilidad, le hablo de lo que él hacía, y de lo que no hacía, a ella parecía interesarle lo que él hacía, pero había aceptado que no tenía ninguna familiaridad con todo aquello que él le contaba, sin embargo, le escucho hablar de su mundo y él le pregunto por el suyo, así pasaron aquella noche en el jardín de nuevo, compartiendo sus pequeños mundos, que pese a estar construidos de materiales diferentes, esa noche coincidían por el insomnio y se encontraban bajo el brillo de una hermosa y radiante Luna.
A las cuatro con cinco minutos, ella pidió disculpas por haberse quedado dormida la otra noche, él le pidió disculpas por no haberle regresado la llamada aquella tarde, ella le confesó que no le conocía, él le confesó que le dio gusto reconocer su número, de nuevo. Ella le conto que padecía insomnio y que algunas veces marcaba un numero al azar y que hacia la misma pregunta siempre, muchas veces le respondían, pero muchas veces no, al quinto intento, si no le respondían dejaba el teléfono en paz, le dijo que nunca había llamado dos veces al mismo número, que cuando le respondían siempre conseguía despedirse de las personas, porque era falta de educación colgarles el teléfono, pero que si había decidido llamarle de nuevo, era porque estaba apenada por quedarse dormida si haberse despedido.
-no te preocupes, no es la primera vez que hago que la gente se duerma al teléfono, y tus ruiditos son simpáticos, pero espero que no te ofenda que te lo diga, no lo hago por ofenderte, pero me parecieron simpáticos.
-¿ruiditos? ¿Qué ruiditos?
-los que haces al dormir, tu respiración y esos ronquiditos, además de que murmurabas algo, pero no alcance a escuchar bien que decías.
-¿ronco? ¿En serio ronco? Hay no que pena ¿en serio ronco?
-si, si, pero poquito, y no tienes que preocuparte, es normal que algunas personas ronquen, además de que no te conozco y no me conoces.
-aun así me da mucha pena, no sé porque pero si me vieras ahora verías que hasta roja me puse de la vergüenza, en serio que pena me da, no solo me quede dormida mientras hablabas, también ronque. En serio que pena me da.
Él sonrió mientras imagino el rubor de sus mejillas, que sin conocerla, solo fue apenas un tono de color el que pudo visualizar, le siguió insistiendo en que no tenia porque apenarse, y le conto que aquello responderle y contarle todo aquello la otra noche, era porque muchas veces había tenido que hacer de puente entre el insomnio y el reino de Morfeo, así que para él era normal escuchar ronquidos y soniditos de la gente al dormir, le fue contando de algunas peculiaridades de sus amigos al dormir, y poco a poco ella se fue tranquilizando y de vez en vez ella reía tras escuchar lo que él le contaba, él sonreía al escucharla sonreír.
Eran las cinco con trece minutos y él le tuvo que decir que tenía que colgar porque a esa hora se preparaba para salir a trabajar.
-¿volveré a reconocer tu numero?
-si, ya no me da pena que me hayas escuchado roncar.
-que bueno, porque no tienes nada porque apenarte.
-pero la siguiente vez no me hagas dormir.
-no puedo asegurarte eso, hacer dormir a la gente no depende de mí, y algunas veces hasta creo que es un efecto que provocan mis historias.
-no, no, es así conmigo, no fue así conmigo, aunque lo pareciera por mis ronquidos, pero no quiero que me hagas dormir, mejor vuélveme a hacer soñar.
Él sonrió y simplemente dijo que si.
Pasaron varias noches así, entre historias y sueños, entre los ronquidos de ella al final de cada llamada, y su voz al día siguiente agradeciendo por el sueño que había tenido al dormir, así ella le fue contando sus sueños, y él le fue inventando historias de su mundo, compartiendo los colores cuando no salían a compartir los aromas al jardín, pero sin importar si dentro o fuera, cada noche compartían algo.
-te conozco y aun no te conozco, es extraño que sigas siendo extraño para mi, ¿te conoceré algún día?
-ya me conoces, te he contado lo que soy.
-ya sé, pero me refería a que ¿si no quisieras conocerme en persona? Recorrer el mismo lugar juntos y que me cuentes lo que ves, de lo que yo veo, y contarte lo que yo veo, en lo que tú ves.
-para serte sincero me daba miedo que algún día me hicieras esta pregunta.
-¿miedo? ¿Por qué miedo? ¿Me has visualizado y crees que te decepcionaras al verme?
-no, no, al contrario, me da miedo que después de “conocerme” en persona te decepciones tu de mí, no sé, puede ser que ya no quieras verme y mucho menos hablarme.
-que tonto eres, no me decepcionarías, no sé qué crees que espero ver, pero lo que conozco de ti me agrada y he dejado de hacer llamadas anónimas, aunque siento algunas veces que sigo siendo anónima para ti y eso es raro, porque te has vuelto mi confidente, y te siento como amigo aunque no te conozca físicamente, y los amigos, aunque algunas veces nos decepcionen, les mantenemos al lado porque les aceptamos tal y como son, así que si me has aceptado tal y como soy, para acompañarte estas noches, ¿porque no me aceptas tal y como soy para acompañarte una mañana o una tarde?
Se quedo pensando en lo que ella le dijo, en silencio, mas por ese miedo a decepcionarla y terminar con aquella magia que había en ese extraño anonimato bajo el que se habían conocido, aun así, pese al miedo que sentía, acepto conocerla, en persona.
Quedaron de verse en un parque que estaba dentro de un callejón, a él le pareció extraño que ella conociera aquel parque, porque estaba un poco escondido, ya que la entrada al callejón que llevaba hasta el parque, era muy pequeño, estaba sobre una avenida que al cruzarla tenía una universidad, unas calles antes estaba un teatro, y más atrás, un cine y un par de museos; toda la avenida era bastante transitada de día, pero aquel parque por estar dentro de aquel callejón era poco visitado, en el centro había una pequeña fuente de cantera, había una pequeña capilla que cada mañana tenia la entraba llena de pájaros que comían las semillas que el sacerdote que la habitaba salía a tirar, era un religioso ya grande, le concia de mucho tiempo atrás, y algunas mañanas él le llevaba un vaso de café y se sentaban en la fuente a platicar de cualquier cosa.
Eran las ocho con diez minutos cuando el sacerdote regreso a su capilla, la gente que pasaba a esa hora ya me reconocía por haberme visto varias veces sentado con el padre en aquella fuente, le había dado gusto volverme a ver, tenía ya mucho tiempo que no pasaba a aquel parque, cada vez que nos veíamos me pedía que le contara de los insomnes, de aquella vida nocturna que conocía, de esa búsqueda de cuatro letras que encontraba en cada una de las personas que conocía a esas horas, parecía gustarle todo aquello, aquella mañana le conté lo que había pasado noches atrás y de cómo ese día conocería a una extraña que no me parecía tan extraña ya, y que tenía nervios y miedo de decepcionarla, a él no le pareció raro todo lo que le conté, decía que la gente peculiar se encuentra tarde o temprano, y que las cosas raras que me pasaban eran al final buenas aventuras.
A las nueve con doce minutos había más gente cruzando aquel parque, algunos hacia el trabajo o la universidad, algunos simplemente salían a pasear a sus perros, faltaban pocos minutos para que se cumpliera la hora a la que habíamos quedado, pero imagine que seguramente ella llegaría tarde, yo como siempre había preferido llegar dos horas antes, además de que tenía ganas pasar a saludar a aquel viejo sacerdote, que consideraba mi amigo, los nervios y la emoción poco a poco fueron haciéndose pequeños y dejando que el miedo creciera mas, así que busque en mi mochila un libro y trate de leer un poco mientras esperaba a que llegara mi conocida desconocida.
Estaba poco concentrado en las líneas subrayadas de aquel libro, cuando unas gotitas de agua cayeron en mi cabeza, lo primero que pensé era que seguramente una paloma había pasado encima de mí y me puse la mano en la cabeza, una risa diminuta e infantil me hizo voltear hacia atrás, hasta el otro lado de la fuente, entonces la vi por primera vez.
-hola extraño, ¿ves la Luna desde donde estas?
Una de sus manos chapoteaba con el agua de la fuente,su cabello era largo y rizado, era obscuro y un poco alborotado, traía un suéter de colores, con una capuchita, una playera sin estampado y con el cuello bastante guango, tan guango que se veían los huesitos de su clavícula cubierta de una piel medio pálida, no era blanca, pero era clara, usaba una falda larga de colores, bastante suelta y que con el pequeño viento que soplaba esa mañana, se sacudía suavemente, sus ojos eran grande y de un tono claro, su ceja espesa y al natural, pestañas grandes y un par de chapitas sobre las mejillas que después me di cuenta que eran temporales, su boca era pequeña, con el labio inferior más grueso que el labio superior, y unos hoyuelos que se le hacían cerca de sus comisuras al sonreír.
Mire hacia arriba y le dije:
-pues si, desde aquí mi Luna aun se ve.
Y señale por encima de las ramas de una jacaranda hasta donde se veía la Luna casi transparente.
Ella volvió a reír, con esa risa tan infantil y encantadora que muchas veces le escuche al teléfono, y que ahora al verla en sus labios me parecía hermosa, por lo que en definitiva, tuve más miedo de decepcionarla.
-¿Cómo sabias que era yo?
Rió y dijo:
-por las ojeras, solo quien no duerme puede tener unas ojeras así.
-si, las ojeras, creo que nací con ellas.
Volvió a reír y dijo:
-tonto, te quedan bien.
Cada vez que me llamaba así me parecía que lo hacía con tanta familiaridad, que parecía que nos conociéramos de muchas vidas atrás. Nos quedamos en silencio un breve instante, ella no dejaba de sonreír, su mano seguía chapoteando en el agua, y su mirada se clavaba y desclavaba de la mía, yo no sabía qué hacer ni que decir, una cosa era hablarle e inventarle cosas sin saber cómo era, y otra muy distinta estar frente a ella, y ser intimidado por su belleza, así que ya en ese momento no tenía miedo de decepcionarla, tenia pavor.
Fue acercándose poco a poco, con la mano aun dentro del agua, pensé en decirle su nombre, pues noches atrás ya me lo había dicho, pero no quiso que le dijera el mío, porque decía que así, siempre quedaría una pregunta pendiente que serviría de pretexto para una nueva llamada.
-¿Cómo te llamas extraño?
-Gábriel.
-¿Gabriel?
-no, Gábriel
-Gábriel.
Ya muy cerca de mí, clavo su mirada como si tratara de encontrar algo dentro de mis ojos, no sé qué muecas estaría haciendo yo pero ella sonrió y arrojo un poco de agua a mi rostro, me hice hacia atrás y sin que me diera cuenta me dio un beso en la mejilla mientras tomaba mi mano con la suya.
-hola Gábriel, yo soy Lucia, mucho gusto en conocerte, al fin.
Sonreía mientras su mano mojaba la mía.




1 comentario:

  1. Sinceramente has hecho que los sentimientos afloren en mi, y no es que sea muy sentimental pero señor que manera de describir y de contar historias, que hermosa redacción... que linda historia, te culpo por hacerme derramar inquietantes lágrimas de emoción, que forma de conocer a Lucia, gracias por compartir historias tan lindas... gracias :D
    "Recorrer el mismo lugar juntos y que me cuentes lo que ves, de lo que yo veo, y contarte lo que yo veo, en lo que tú ves." esa parte me fascinó, en fin en un comentario no podría describir todo lo que me hiciste sentir enserio, un honor leerte siempre :D

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