LO QUE SOY

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septiembre 28, 2011

A DESTIEMPO (onceava parte)



-Desde el otoño, todos los días serán nuestros, cuando estemos lejos, te encontrare y me encontraras en el frío, en el viento que a tu paso ira cubriendo de ocres los adoquines de las calles por donde caminas, encontraras restos de nuestros días, de los abrazos entre luces verdes y rojas, tus deditos entumidos buscaran dentro de tu abrigo los restos de mis manos frías, sonreirás, se que lo harás, sobre todo cuando un roce del viento despeine tu cabello y recuerdes que bese tu frente antes de dormir, desde el otoño con su frío, todos los días serán nuestros.

Lucía y Gábriel se habían vuelto cómplices en una resistencia a ser devorados por las soledades y vacios que vivían, cada uno desde su trinchera poco habían conseguido, pero cuando se encontraron, pudieron sentir, pese a sus miedos personales, que los días, pero sobre todo las noches, ya no volverían a ser iguales, cada uno cargaba con corazas que les protegían hasta de la luz de la Luna, sin embargo, los dos miraban al cielo todas las noches, buscando un brillo que pudiera iluminarles y rescatarles de aquel abismo donde se encontraban.

Pero a pesar de todo, incluso de ellos mismos, algo dentro se les encendía intermitentemente, como un faro, que pese a las corazas que ellos habían creado, siempre les hacia mantener esa chispa que les entibiaba el corazón, las noches de otoño, y les ayudaba a salir de las tormentas, Lucía, pese a ser una mujer racional y calculadora, que analizaba demasiado sus relaciones, no solo de pareja, también las de sus amistades, siempre buscaba una explicación al porque la gente se quedaba a su lado, aunque más que nada lo que solía hacer era encontrar que necesidad ella cubría en las personas que entraban en su vida, así, según ella, entendía mejor el momento de decir adiós, explicando que la gente se marchaba cuando ya no tenían necesidad de ella, pero aun así, le dolía la palabra, y le dolía cuando alguien salía de su vida, incluso sin despedirse.

Con todo y decepciones, con todo y las traiciones, con todo y los engaños y los abusos de algunas personas, ella seguía confiando, ella seguía entregándose, hasta de mas, a quien se acercara, no podía evitarlo, era parte de esa chispita que tenia dentro, era parte de lo que había sido grabado por su madre dentro del corazón, pero sucede que en algún punto de la vida, la gente se cansa de dar, y se cansa mas de no recibir nada, o recibir demasiadas lagrimas, en ese punto estaba Lucía, cansada de muchas cosas, cansada de estar rodeada de gente que le pedía ayuda, de gente que le buscaba para encontrar consuelo, de gente que le buscaba para encontrar refugio, para encontrar los mimos y la tibieza que una mujer como ella podía ofrecer en un beso, estaba cansada de callar, de no tener a nadie que le escuchara, de no tener a nadie a quien acercarse para pedir consuelo, para pedir refugio, para pedir un mimo, o un beso, que le entibiara el frío que tenia dentro.

Gábriel, Gábriel por su parte no estaba cansado, pero ya estaba convencido de que la soledad era el traje que le tocaba vestir en esta vida, estaba convencido de que por la cantidad de faltas y de carencias que le llenaban las manos, la cabeza y el corazón, no habría nadie que le volteara a ver, no de la manera en que él volteaba a ver a quien había decidido acompañarle unos días, u horas, estaba convencido de que su rol dentro del juego del amor, era el de espectador, se había inventado la idea de que todos nacían dotados para vivir el amor, de una u otra manera, unos, los más aptos, los más dotados, eran los que jugaban sobre la arena, aquellos que se batían en duelo y se cubrían de sudores y de esa euforia que solamente sobre la cancha se puede sentir, otros, sin menos pasión, vivían el juego desde las gradas, emocionándose y contagiándose de esa euforia, sudando de la misma manera y con la misma intensidad, así, cada quien tenía un rol dentro de juego, de acuerdo a sus capacidades, todos habían nacido dotados para vivir el juego, todos menos él.

Pero tras tantas vidas, tantas muertes, y pese a esta idea que se había inventado para encontrar confort en su desolada cotidianidad, había dentro de él esa chispita, esa que muchas veces le hacía sentir que la persona que esperaba, aun no había nacido, entre tantas vidas y muertes, quizás le había dado miedo volver a nacer, volver a sentir frío, y hambre, y soledad y alegría, así que por las noches, salía a mirar la Luna, pensando que quizás en alguna partícula estelar, estaba un fragmento del corazón que tenía el nombre de él, pensaba que pese a esos millones de años luz que le separaban, ella podía escucharlo latiendo, y entonces, para entibiarse del frío que se siente a medio día, producto del insomnio, el soltaba un “te amo”, sin remitente ni destinatario, sin rostro, sin voz, sin el aroma de un suspiro que pudiera recordar, sin el sonido de perfume deslizándose por el cuello de una mujer, sin ninguna imagen en mente, solo musitaba “te amo”.

Tras su ultima muerte estaba más convencido de esto que antes, habían pasado algunos meses desde el día en que sin decir adiós, había dado media vuelta y se había marchado de la última persona que le enseño esto, entre esos intentos por terminar de morir y comenzar a nacer de nuevo, alguien le dijo que todos, antes de nacer, teníamos la oportunidad de escoger el cuerpo con el que queríamos nacer, pensando en el trabajo o el tipo de vida que deseábamos, íbamos escogiendo, como si se tratara de equipamiento bélico, cada parte de nuestro cuerpo, cuando Gábriel escucho eso, inmediatamente pensó que había alguien en esa partícula que flotaba a millones de años luz de distancia, y que quizás, como promesa de amor, y sabiendo que ella había decidido no nacer, el había escogido las armas más torpes y pobres para volver a nacer, así, nadie se fijaría en él, así, dejaría de buscar, sabiendo que jamás encontraría, que jamás le encontrarían, entonces la promesa de amor fiel seria cumplida, y en aquella partícula de polvo estelar, alguien sonreiría al saber que no habría nadie a quien él, le diera su amor, ni nadie que le quisiera dar, lo que lejanamente, latía a millones de años luz para él, aunque tuviera que pasar una vida más, para poder vivirlo todo de nuevo.

Desde aquel instante en que él había decidido comprarse aquella idea, habían pasado ya casi seis años, habían sido seis años de susurrar de madrugada un latido a las estrellas, a la Luna, seis años en que el confort le había anestesiado el alma, seis años de ser alguien que caminaba, comía, bebía, fumaba y de vez en cuando dormía, pese a no tener un solo latido dentro, cada madrugada, lo poco que llegaba a juntarse dentro de él, era soltado hacia el cielo obscuro, cada noche era menos, cada noche el suspiro era más corto, la inercia de los días le movía durante las mañanas y las tardes, pero por las noches, por las madrugadas, era aquel remoto deseo de poder sentir algo de nuevo, lo que le hacía salir al jardín y soltar sobre el viento, lo poquito que quedaba de él, con la esperanza de que llegara hasta aquella partícula de polvo estelar, que aseguraba, existía solo para él.

Casi seis años, o quizás un poco más, y ahora, después de tanta resignación y tanto confort, le sudaban las manos cada que Lucía enredaba sus dedos en ellas, casi seis años, en silencio, mirando hacia arriba por las noches, y ahora cerraba los ojos cada que escuchaba la voz de Lucía por el auricular del teléfono para imaginar sus gestos, sus muecas, sus ojitos abriéndose y cerrándose al hablar, al escuchar, al irse quedando dormida, seis años de haberse ausentado de la vida, y ahora deseaba pasar la vida al lado de Lucía, pero aun, pese a todo lo que estaba sintiendo por ella, aquellas certezas que le había dejado su ultima vida, su ultima muerte, le hacían entender que ella no se fijaría en él, además de que el mundo de ella, y su mundo, eran completamente opuestos, como soñar y despertar.

Algo que había aprendido muy bien de todas las vidas que había muerto, era a crear complicidades, a compartir fragmentos de tiempo, de espacio, sin necesidad de llegar a colisionar su vida, con la de quien le acompañaba, un trato sin términos, sin normas, sin nada más que las ganas de despertar juntos una estrella.

-¿Por qué venimos aquí? ¿Dijiste que querías enseñarme algo?

-si, si, es así, ¿no reconoces este lugar?

-no, nunca ha venido hasta acá.

-¿segura?

-si, lo reconocería si hubiera venido, no sé, tiene algo lindo.

-¿no reconoces nada de este lugar?

-ya te dije que no, en serio, jamás había estado aquí, y nadie me habla de los lugares que conoce, solo te enseñan, las fotos, y nunca había visto este sitio, ni en fotos.

-pero había alguien, alguien que te hablaba de los lugares que visitaba, alguien que te describía los lugares, alguien que iba creando esas fotos dentro de ti, y te hablaba de cómo se sentía el suelo cuando pisaba la arena o el pasto, te hablaba de las huellas que veía en los caminos de adoquín o empedrados, te hablaba de los colores que encontraba en las sombras que se escondían en los muros, del aroma que había en la sombras bajo los árboles, de las voces que tenían las hojas al brincar de rama en rama cuando el viento las liberaba, había alguien que te enseñaba con palabras, las fotos que guardaba en su interior.

-¡mi madre!

-si, si, ¿recuerdas?

-ella era así, llegaba de cualquier lugar y me describía lo que veía, me describía lo que sentía.

-una vez me contaste que después del divorcio solo una vez la volviste a ver inmensamente enamorada, felizmente ilusionada.

-si, pero también después de eso, la vi, inmensamente triste.

-si lo sé, pero cuando me contaste de esos días, me dijiste que ella te hablo del hombre a quien amaba, y de cómo se conocieron, me dijiste que uno de sus recuerdos más bonitos fue cuando él le propuso matrimonio, me hablaste de lo feliz que llego ese día tu mamá, y de cómo te contaron juntos, sus planes, en los que tú estabas incluida.

-él me quería, no niego que lo hiciera, aunque nunca tratara de imponerse como mi padre, sentía ese respeto y cariño hacia él, y él hacia mí, no era un mal tipo.

-lo sé, y mira, este es el lugar donde pasaron dos de sus momentos más importantes, este es el lugar donde ellos comenzaron a ser cómplices en una historia que fue muy hermosa, como una estrella naciendo.

Lucía volteo a ver todo el lugar, miraba los arboles, miraba los muros, miraba hasta el cielo, como si creyese que en algún lugar del cielo, se podía haber quedado guardada alguna de esas imágenes que vivió su madre, como si esperara que el cielo le contara de aquellos días, como si creyera, como si creyera.

-pero ¿estas seguro?

-si, si, cuando me describiste todo lo que tu mamá te conto, cuando me describiste las cosas que ella mencionaba, reconocí en seguida el lugar, no puede ser otro lugar, es este, estoy seguro, aquí esta todo, las bancas, las de troncos, y las de loza, la fuente, los muros altos, el bosque rodeando el lugar, el campanario, hasta esa cuevita que ella te menciono le daba miedo, es este lugar, todo lo que ella te conto esta aquí.

Lucía no dejaba de voltear a todos lados, acaricio hasta la banca sobre la que estaba sentada, como si creyera que en esa banca su mamá se había sentado muchos años atrás, como si creyera que en tezontle de los caminitos que rodeaban la fuente aun encontraría las huellas de ella, como si creyera que todas las cosas que nos rodeaban en ese momento, le guardaban algún sonido de su mamá, como si creyera que un poquito de su risa, la que hacia tantos años había dejado de escuchar, se hubiera quedado guardada en aquel lugar, y ahora todas las cosas se la entregaban como un recuerdo, el recuerdo, de un recuerdo que ella no vivió, pero por la capacidad que tenía su mamá de despertarle la fantasía dentro cuando le contaba las cosas que vivía lejos de ella, siempre Lucía sintió, que ella estaba en esos viajes.

-nunca la había visto tan feliz después de que papá se fue, nunca la había visto tan contenta e ilusionada, el día que ella y su pareja llegaron a contarme lo que había pasado y los planes que tenían, ella tenía un brillo en los ojos que no le había visto, y tuve miedo de que le volvieran a hacer daño, tuve miedo de que ese brillo tan intenso, se volviera una obscuridad igual de intensa, no podía compartir esa alegría que mi madre tenía ese día, pero no me equivoque, y le hicieron daño de nuevo.

- pero no fue por falta de amor.

-pero fue el mismo resultado, al final ella se quedo triste, y lloraba, nunca se volvió a acercar a un hombre, ni volvió a verse tan feliz como cuando estaba al lado de su pareja, tú dices que no fue por falta de amor que ella estuviera así, pero da lo mismo Gábriel, al final sufría, al final estaba triste, al final ella era lo único que tenia y me dolía verla así, ¿Cómo puedo creer yo en el amor, si el amor le hacía tanto daño a ella?

-¿creías en tu mamá?


-si, con toda mi alma, siempre le creí, le creí todo, siempre le creí todo.

-lo que hizo tu mamá, lo hizo por amor, por el amor a ti, por el amor a su pareja, hasta por el amor a tu padre, sacrifico su felicidad al lado de quien amaba, para que tu no tuvieras que extrañar a quien también amabas, sacrifico su sueño de ser feliz al lado de alguien que amaba y que la amaba, por el amor que sentía hacia los que la rodeaban, no fue por falta de amor que ella dijera adiós a su pareja, ni fue por falta de amor que su pareja se fuera, no Lucía, no fue así, y sé que pudiste verlo en los ojos de él cuando regreso, cuando regreso y ya no encontró a tu mamá.

-recuerdo que en sus ojos vi la misma obscuridad que vi en los ojos de mi madre cuando le dije lo que había pasado, el coraje que le tenía por haberse ido en ese momento desapareció, sentí otra cosa, y me sentí mal por haberle guardado rencor muchos años, sentí culpa por haber hablado mal de él cada que veía a mi mamá llorando, sentí culpa por no saber que decirle en el momento que las lagrimas comenzaron a salir de sus ojos, no supe ni que hacer y me sentí mal por eso, aun me siento mal por eso.

-no había nada que pudieras decirle o que pudieras hacer, para quitarle el sentimiento que en ese momento le causaba el llanto, créeme Lucía, no había nada que tú pudieras ofrecerle para consolarlo, cuando perdemos a quien amamos nos duele la vida entera, no hay consuelo que nos ayude, quizás nos reservamos dentro, como una vela encendida, la idea de que quizás, un día, un mañana que llegue en muchos años, volvamos a estar al lado de esa persona, eso da un poquito de calma, eso ayuda un poco en esos momentos, esa idea de creer que solo es una separación para poder crecer, para poder ser mejor para la persona que amamos, y que esa persona crezca y sea mejor también, la decisión que tomaron ellos cuando se separaron, pero para lo que paso después no hay consuelo Lucía, para lo que sucedió después, no llega ese consuelo.

Lucía me conto que a pocos meses de que se volviera a casar su mamá con aquel hombre, a él le ofrecieron un puesto en el extranjero, tanto su madre como aquel hombre buscaron opciones para poder seguir adelante con sus planes, pero la mamá de Lucía se preocupaba demasiado por ella, y por la relación que tenia con su padre, no quería separarlos, porque sabía que Lucía amaba a su padre, y pese a todo, su padre también amaba a Lucía, además Lucía estaba rodeada de amigos, era muy feliz en esos días, cuando ella tenía catorce años, pese a los cambios que esa edad representa, siempre los papas de sus amigos y los compañeros del trabajo de su mamá, le decían que le envidiaban el carácter de Lucía, porque no era conflictiva, ni tenía esos desplantes que se suelen tener por la edad, no era raro que le preguntaran a su mamá que hacía, o que le decía, que la tenía tan bien educada, y tan feliz, su madre siempre les respondía lo mismo, que las dos se amaban y que mas que educarla, juntas estaban aprendiendo a crecer con amor.

La madre de Lucía sabía muy bien que un cambio tan drástico en la vida de Lucía y que traería, inevitablemente, demasiado extrañar personas de su vida, no le haría bien a su hija, y además, pensaba en el dolor que traería la separación de su papá, es cierto, su mamá seguramente encontraría la manera de hacerla feliz en el extranjero, porque su madre tenía esa capacidad, porque su mamá la amaba, pero se sentía egoísta porque al seguir cumpliendo ese sueño que vivía, le estaría causando mucho daño a Lucía, y ella no se sentía con el derecho de hacerla pasar por toda esa tristeza.

Su madre y su pareja hablaron, y decidieron, con mucho dolor, separarse, cancelaron la boda, y él se fue al extranjero, hicieron un pacto, de esos pactos que uno hace por amor, y ellos de verdad se amaban, él regresaría en tres años, y ambos esperaban continuar esa historia que habían esperando vivir toda su vida, así que tres años no era mucho, lo principal ya había pasado, que era el haberse encontrado, Lucía ya sería mayor de edad y entonces su madre pensaba que en ese momento ella no tuviera tanto empacho en irse al extranjero con ellos, pensaba que las inquietudes de la edad estarían de su parte y dispuesta a aventurarse en nuevas vivencias, ella aceptaría y sería feliz, podría regresar a ver a su padre cada que ella quisiera, y aunque lo extrañaría en la cotidianidad, la posibilidad de estar con él cada que ella lo deseara, le daría calma.

Lucía me conto que todo esto se lo conto su madre, mucho tiempo después de que él se fue, y ella no lo entendió, muchas veces pensaba que quizás aquel hombre no amaba tanto a su mamá porque no había querido quedarse, pero su madre le explicaba que ella no podía pedirle a él que se quedara, porque él tenía que crecer también, porque él tenía que seguir volando para realizarse en su trabajo, y no era justo que por amor, uno de los dos tuviera que cortarse las alas, su mamá confiaba en que el tiempo estaría a favor del amor y que aquellos tres años se pasarían pronto, pero la distancia hace que todo se sienta más grande, y así como el amor puede sentirse inmenso, también el dolor al extrañar a alguien se vuelve igual de inmenso, los dos sufrían esa distancia, así que su mamá le había pedido a él que ya no le escribiera, que se concentrara en su trabajo y en crecer todo lo que tenía que crecer y que dejaran en silencio las cosas, teniendo fe en el amor, en que sobreviviría a pesar del silencio, cuando se dejaron de comunicar lo primero que pensó Lucía era que él ya se había olvidado de ellas, y que seguramente como su papá, él ya había encontrado a otra mujer.

-¿te diste cuenta de que la amaba? ¿Viste en sus ojos que de verdad la amaba?

-si, supe que mi mamá no se había equivocado, supe que ella tenía razón en creer en el amor, y que de verdad la amaba, de que nos amaba, pero ya era tarde Gábriel, mamá ya había muerto.

Cuando respondió esto, Lucía comenzó a llorar.

Dos años después de que aquel hombre se había marchado, la mamá de Lucía enfermo, le detectaron cáncer y meses después murió, Lucía me contaba que en aquellos días ella descubrió a las personas que de verdad amaban a su madre, y a quienes ella amaba, poca gente estuvo a su lado en esos momentos, pero alguien a quien mencionaba mucho su mamá en esos días, era a aquel hombre, Lucía no entendía cómo pese al daño que su partida había dejado en su madre, ella siguiera pensando en él, y hasta dijera que le hacía falta, no lo entendía, porque en esos momentos, lo que mas quisiera haber entendido ella, era que su madre no moriría, que la persona que era su vida, seguiría a su lado, pero la muerte, por más que su inevitable llegada nos debería de hacer verla como lógica, llega cargada siempre de falta de entendimiento, uno nunca entiende porque la gente que se ama, tiene que morir y Lucía, no entendía en esos días, porque su madre tenía que morir.

Nunca me gusto ver llorar a una mujer, y ver llorar a Lucía en ese momento me partió el alma, sin saber porque, sentía el dolor que ella sentía, sin saber porque, sentía sus lagrimas como mías, sin saber porque, tuve ganas de llorar con ella, por ella, cuando amas a alguien, te duele lo que le duele a esa persona, te hace feliz lo que le hace feliz, eso me lo habían enseñado los insomnes, pero hasta ese momento, frente a Lucía, pude sentirlo tan claro, y sus lagrimas me dolían, y sin saber muchas cosas, la abrace para que supiera que no estaba sola, para que supiera que estaba ahí con ella, sin saber muchas cosas, desee quitarle esa tristeza y ese dolor, pero sabia dos cosas, que ese dolor no se lo podría quitar nunca, porque así es cuando muere alguien a quien amamos, esa marca queda toda la vida, y la otra certeza que tenia, era que podía no saber muchas cosas, pero si sabía, que si sentía toda esa incertidumbre, si sentía ese inexplicable dolor al verla llorar, al verla extrañar a su madre, si sentía esas ganas de sacudirle el dolor, era porque la amaba.

-no llores Lucía, no llores, no quería que vinieras aquí para hacerte sentir mal, por favor no llores. Si te traje aquí fue para que conocieras el lugar donde tu mamá había sentido inmensa felicidad, para que escucharas de las cosas, lo feliz que tu mamá se veía, no llores, que ella nunca quiso verte así, tú me preguntas que como te puedo pedir que creas en el amor, pero precisamente, mira en este lugar y mira en todos tus recuerdos, todo lo que el amor que sentía tu mamá fue capaz de hacer, mira que pese a todo, tu mamá nunca perdió la fe en amor, y al final aunque no estuviera al lado de la persona que la amaba, ella supo lo que se sentía ser correspondida.

Sabía muy bien que nada de lo que pudiera decirle en ese momento la calmaría, y no pude hacer nada más que abrazarla, abrazarla fuerte, abrazarla con todo el amor que ya sentía por ella, abrazarla para que sintiera mis latidos, los mismos que sentía su mamá por aquel hombre, los mismos que sentía aquel hombre por su mamá, los mismos que deseaba, un día, ella pudiera sentir por mí.

-¿sabes? Aquí se besaron por primera vez, por eso fue aquí donde él le pidió que se casara con ella.

-¿en serio?

-si, mi mamá me conto que fue aquí donde él la beso por primera vez, el muy abusado la hizo entrar en la cuevita que hay atrás del campanario, y ella asustada lo abrazaba y lo abrazaba, y él, nada tonto, no la dejaba salir, iban caminando hasta que llegaron al tragaluz que hay en la cueva y allí, él le robo un beso.

-mañoso

-si, después venían cada mes la misma fecha que ese día, era su lugar secreto, por eso aquí le pidió matrimonio, cada que regresaba de este lugar, llegaba muy feliz, me contaba lo que comían, lo que platicaban, una vez hasta paso una semana con gripa, porque les agarro la lluvia aquí, y los muy tontos no traían ni, chamarras ni paraguas, llegaron ya enfermos a casa y los regañe, pero no dejaba de sonreír, nunca dejaba de sonreír cuando él estaba en nuestras vidas, lo amaba mucho, bueno, se amaban mucho.

-¿ves como el amor no es tan malo? ¿Ves porque deberías de creer en el amor? Mereces ser igual de feliz que tu mamá.

-gracias

-¿Porque?

-por estar aquí, por enseñarme este lugar, por ayudarme a entender las cosas

-yo no hice nada, al contrario, gracias a ti por dejarme estar contigo, gracias por hablarme de tu mamá, es ella quien en realidad te sigue ayudando a entender el mundo, yo no he hecho nada, en serio gracias a ti, por dejarme ser cómplice de tu mamá y verte crecer un poco más.

Separo su carita de mi pecho, y al mirarme pude verle los ojitos húmedos, ya solo quedaban sobre sus mejillas los rastros de sus lagrimas, un puchero en su boca, le bese los ojos, y después la frente, separe mi rostro con los ojos cerrados, no podría describir lo que sentía en ese momento, esa sensación de calma que ya había llegado, ese poquito de dolor que había desaparecido ya del corazón de Lucía, esa calma, esa calma.

Tenía su carita entre mis manos, en las yemas de mis dedos sentía su cabello enredándose, abrí los ojos y la vi mirándome fijamente, sus ojitos, aunque con los parpados hinchados por el llanto, irradiaban un brillo que la hacía verse hermosa, ya su puchero había desaparecido, y unas chapitas coloreaban sus mejillas y parecían secar los pocos rastros que quedaban de sus lagrimas, me miraba de una manera tan especial, tan desconocida para mi, y sentí miedo de nuevo, pero antes de que pudiera retroceder movido por aquel miedo, Lucía se acerco y sus labios desvanecieron el miedo con un beso.

-¿me enseñarías a sonreír como sonreía mi mamá?

-Desde el otoño, todos los días serán nuestros, cuando estemos lejos, te encontrare y me encontraras en el frío, en el viento que a tu paso ira cubriendo de ocres los adoquines de las calles por donde caminas, encontraras restos de nuestros días, de los abrazos entre luces verdes y rojas, tus deditos entumidos buscaran dentro de tu abrigo los restos de mis manos frías, sonreirás, se que lo harás, sobre todo cuando un roce del viento despeine tu cabello y recuerdes que bese tu frente antes de dormir, desde el otoño con su frío, todos los días serán nuestros.





1 comentario:

  1. :') Ay, lloro de alegría y de ilusión. Ay, ay, qué bonito, está hermoso. La vida nos enseña tantas cosas y a pesar de que nos negamos a creer en algo tan maravilloso como el amor, hay algo que siempre nos da esperanza, nos hace pensar más sobre como actuar y CREER. Como siempre escribes bien bonito :3 :3

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