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octubre 19, 2011

A DESTIEMPO (treceava parte)

-Sabes, a veces también pienso que no me crees cuando te digo que te amo…

-¿cómo podría ser? Prácticamente todo sucedió muy rápido.

-Lo sé, pero he de confesarte que poco a poco, me hiciste sentir algo… es difícil explicarlo, una necesidad de darte algo, ¿afecto? ¿Cariño? ¿Amor? y no por lástima, como estoy segura que pensarás.

-Has aprendido a conocerme bien

-Si, eres fácil de descifrar, aunque es dificil quitarte todas las corazas que tienes, pero bueno, una noche, cuando me hablaste de esa parte de tu vida, sentí necesidad de darte algo y no por lastima, sino porque sentí que eras como yo. Había algo en ti que también yo tenía. Y algo despertó en mí… me gusto lo que provocaste esa noche, me gustaste cuando vi por primera vez tu rostro en aquella foto, me gustaste aún más cuando te vi en persona sentado en aquella fuente, mucho antes de que tuviera valor para acercarme, mucho antes de que tu amigo se fuera. Y todo lo que provocabas en mí, ¡dios! abrazas bien, tus abrazos transmiten tantas emociones. Por vez primera después de mucho tiempo volví a sentirme tan dichosa ¡como cuando tenía 8 años!, entre tus brazos dejaba de ser yo y me sentía una parte de ti. ¿Era verdad?, ¿en realidad yo podía hacer feliz a otra persona? era increíble que existiera esa persona, me encantaba que fueras tú ese alguien.

-A mi me encantaba ser ese alguien que pudiera demostrarte que podías ser feliz, que merecías ser feliz, pero sobre todo, ser ese alguien que te amaba.

-Gábriel, tu sabes que no creo en el amor a primera vista, sabes que me costaba mucho trabajo simplemente creer en el amor, creer, tan solo eso, creer. Yo me enamoré de ti antes de tenerte frente a mí, me enamore de lo que podía percibir a través de tus palabras, de lo poco que dejabas ver de ti mismo en tu fantasía, me enamore de lo que creabas y cuando te conocí simplemente confirme que no eras un sueño que tenia cada noche cuando descolgaba el teléfono para escucharte, que respirabas, que caminabas, que eras real. Así te amo, por lo que eres, porque estás, no conmigo, pero estás!, te amo porque eres como un niño pequeño, porque conoces el dolor y parece que entiendes el mío, te amo porque das, porque sientes, te amo porque siento que eres como yo.

-Estoy contigo, lo he estado desde la primera vez que llamaste por la madrugada, pero siento que me quede esperando un momento, y que fuera mi nombre el que latías, y no el de esos pasados que no pudieron ser, entiendo que tengas miedo, que hayas marcado limites por esos otros que te lastimaron, pero nunca me acerque a ti con la intención de lastimarte, nunca quise hacerte daño, y cada oportunidad que tuve para demostrártelo, lo hice, pero solo pedía que dejaras de ver tus pasados en mi, y me vieras sin el nombre o el rostro de uno de esos fantasmas que sigues guardando, quería volver realidad todos esos planes que teníamos, pero que fueran como sueños nuevos, y no solo opciones por si las cosas no te salían bien en otro lugar.

-Gábriel, tú crees que te amo por tratar de corresponderte, insistes en decir que eres “el premio de consolación”, ¡por Dios! Me duele que pienses eso, y mucho, pero sé que tuve la culpa, se que muchas veces me frene, y otras corrí, se que debí desesperarte al verme avanzar y después esconderme, y si, se que al principio temía que fueras a ser como cualquiera de esos fantasmas pero, jamás me había enamorado de alguien como lo estoy de ti, nunca había sentido tampoco esa correspondencia de afecto. Pero es imposible tratar de explicarlo con palabras, eso simplemente se siente y punto. Es obvio que no te hago sentir amado, mucho menos feliz. Y aquí podría darte la razón, porque siempre te lo dije Gábriel no sé amar, no sé amarte. ¿No te hago feliz, cierto?

-Lucía me haces feliz, como no creí poder serlo al lado de alguien, y menos al lado de alguien como tú.

-¿Qué pasa entonces Gábriel? ¿Qué nos está pasando? Extraño tus historias para hacerme dormir, extraño tus fantasías llegando a despertar las mías, extraño tantas cosas ahora Gábriel, ¿Qué nos está pasando?

-¿te hacían soñar aun?

-Siempre, incluso en esas noches en que no me las cuentas, o en que hablas de cosas que esconden tu pasado o esos secretos que no me compartes, que no me dejas tocar. Justo en este momento hay mucha melancolía en ti, como cuando se extraña a alguien amado. ¿Estas enamorado de alguien más? ¿Regreso Karla a tu vida? Aunque no lo digas se que ella te busca aun y sé que ella conoce cosas de ti que yo no. ¿Es ella? ¿Es por ella que estas así? ¿Estas enamorado?

-No, no es ella, o más bien, no es eso Lucía, sabes que el amor para mí no es así, sabes que es más grande.

-Gábriel tu estas enamorado de todos, hasta de los seres que solo existen en tus cuentos y todos, a su manera, corresponden a ese tipo de amor, si quieres llamarle así. Pero he concluido que yo no sé amar, te lo dije muchas noches, no conozco el amor, y mucho menos he sabido amarte, y no tengo felicidad que ofrecerte, así que he decidido alejarme de ti para aprender a hacerlo. Para aprender a ser feliz conmigo misma pues injustamente te confié mi felicidad como si fuera una misión en tu vida.

-Lucía, por favor no es así como pasan las cosas.

-Gábriel, me alejo sobre todo para amarme un poquito más, para aprender a verme como tú me ves, para dejar de creer que soy insignificante a tu lado, para dejar de sentirme incapaz de dar amor, para aprender eso muy tuyo que es no esperar nada a cambio de algo, para no pensarte con tristeza y desilusión, para tratar de recuperar un poco de lo que yo era antes de conocerte, tú lo llamaste conformismo pero justo ahora necesito un poco de ello, extraño mi tranquilidad, mi paz… extraño despertar por las mañanas pensando en cosas reales, extraño desbaratar mentalmente mi desorden mientras voy rumbo al consultorio, extraño llegar a casa quejándome de mi día, extraño, me extraño, y demasiado.

-Te lo dije muchas veces, tu mundo y mi mundo son muy diferentes, pero el trato era crear uno nuevo, uno en el que pudieras dejar de quejarte de tus cotidianidades, uno en el que no hubiera pucheros al despertar y que aun después de la ducha, siguieras soñando, te lo dije muchas veces Lucía, no puedo hacerle bien a nadie, y el amor en el que creo duele por falta de entendimiento, de ese razonamiento que tu usas para todo y que no existe dentro de mí, pero precisamente, sin razonarlo, sin pensarlo debes de saber que te amo, que pese a lo diferentes que somos me enamore de ti, desde antes de encontrarte me enamore de ti, y aunque no lo creas eres lo que jamás creí merecer para ser feliz, te amo por todo lo que eres, incluso por eso que no puedes ver aun, te amo con todo y tu racionalidad, con todo y esa forma tan calculadora de analizar cada paso que darás, amo tu agenda en la que de poco en poco fuiste llenado renglones de horarios con mi nombre, amo tus despistes selectivos que mañosamente hacen que olvides desayunar, amo llegar a tu consultorio antes de que llegues para dejarte el desayuno con la recepcionista, amo imaginar la cara que pones cuando pasa eso, amo que cuando te pregunto si crees en el amor, agaches la mirada y te quedes en silencio, porque así tengo nuevas oportunidades para enseñarte que es real, pero sobre todo, que si crees, amo todo de ti Lucía, de verdad te amo tal como eres y no me sentía tan feliz al lado de alguien como me siento contigo.

-No digas mas Gábriel, ya no digas mas, me has hecho muy feliz, no miento cuando te digo que hace años que mi corazón no latía de la forma que lo has hecho latir, me diste cuerda, me diste vida estos últimos meses a tu lado, gracias por atraer vida para mí. Gracias por los sueños, por haber sido mi sueño hecho realidad, por tus historias para hacerme dormir y que amo, por cada canción y cada poema que me dejas escuchar por la bocina y que me acercan cada noche a ti, para soñar contigo aunque no durmiera a tu lado, cada expresión tuya que me hacía caminar entre nubes rosas, por los besos y abrazos que hicieron sentirme viva, gracias por estos meses que me has dejado estar contigo y que me han hecho conocer que el amor es más grande de lo que había escuchado, gracias por todo, ¿puedo pedirte algo? No dejes de ser mi amigo, ahora no puedo verte como tal pero prometo que puedo hacerlo, así como Karla, también puedo aprender a quedarme a tu lado y verte como mi amigo. Sé que no tiene sentido lo que te estoy pidiendo, crees que es una contradicción ¿no? Lo que deseo es que me permitas ser tu amiga, algún día y por qué no, la más cercana, más que Karla. Ahora quiero liberarte del título de novio, no quiero que pienses en mí como la mujer que moriría por ti sino como la que moriría contigo.

Gábriel al escuchar esa última frase sintió un escalofrío recorrerle la espalda, y sintió miedo, miedo de estar viviendo lo que estaba viviendo en ese momento, y un par de días atrás, era cierto, Gábriel había visto a Karla, pero no porque ella regresara a su vida buscando continuar la historia que él se negó a continuar escribiendo, si Lucía creía que no sabía amar, Karla ni siquiera había tenido el valor para intentarlo, para ella Gábriel había sido un juego, pero la complicidad que había gracias a ese juego habían hecho que fuera Gábriel quien la buscara en lugar de acercarse a Lucía, no porque no le tuviera confianza a Lucía, más bien porque no quería que ella lo viera con tanto miedo encima.

Karla podía ofrecer muchas cosas a cualquier persona, pero algo que no ofrecía, era lastima, y Gábriel en aquellos momentos necesitaba esa frivolidad con que Karla se movía, con que ella se comportaba, necesitaba que no lo miraran con condescendencia, necesitaba no ver miedo ni tristeza en los ojos de quien lo viera, y pensaba que Lucía al saber lo que pasaba, tendría miedo, y sentiría tristeza, y no quería hacerla sentir nada de eso, no quería que ella pasara por todo eso, bastante miedo y tristeza tenia él.

En aquel momento en que Lucía soltó esa última frase Gábriel supo que estaba perdiendo todo, su vida, su amor y todas las vidas que había esperado para mirarse en los ojos de ella, y todas las vidas que había guardado en su pecho, para vivir al lado de ella, los planes de futuros que creaba al lado de Lucía, las ilusiones de nuevos horizontes, de nuevos mañanas, todo lo comenzaba a perder, la única persona con la que él había imaginado un mañana, se iba, la tenía que dejar ir, porque no podía hacerla vivir lo que Gábriel estaba viviendo en esos días.

-Gábriel, necesito encontrar equilibrio no pretendo olvidarme de ti, eso no podré hacerlo. Pienso en ti con solo mirar la Luna. ¿Sabías que ella y yo manteníamos un romance desde hace mucho tiempo? Cuando te conocí descubrí que la Luna te ama más a ti. Muero de celos, prefiero verte realmente feliz al lado de Karla o alguien más, alguien mejor que ella, pero muy bonita, que sea además la mujer que pueda hacerte inmensamente dichoso. Hoy no me lo digas, hoy no me digas que te has enamorado de otra mucho más de lo que alguna vez creíste estarlo de mí porque lloraré. Lloraré toda la noche y el día siguiente y el siguiente, ¿cuántos días son suficientes para guardar luto? ¿Un mes? ¿Dos? Probablemente después podrás decírmelo, y te odiaré, también odiaré mi vida porque si fuera justa, sería yo quién caminaría tomada de tu mano sin complejos ni temores. Nos odiaría menos de un par de semanas porque no soy rencorosa. Cuando eso suceda me habré resignado a oírte hablar de ella y de lo feliz que eres a su lado. Y te amaré, con un latido escondido en el bolsillo, por el resto de mi existencia o hasta que olvide recordar.

Quería contarle todo en ese momento, quería decirle lo que pasaba, desmoronarme en sus brazos y confesarle que tenía miedo, que tenía mucho miedo, que no quería morir, quería contarle todo, quería llorarle todo, pero sabía que no era justo, sabía que no podía hacerla pasar por todo aquello que me espera, sabía que no era justo lastimarla con mis dolores, con mi miedo, con la muerte de todas nuestras vidas juntos, hasta las que aun no vivíamos, sabía que no quería hacerla pasar por todo eso, ni yo quería pasar por todo eso, quería contarle todo, quería gritarle todo, quería llorarle todo, pero sobre todo, quería decirle que la amaba, como solo a ella podía llegar a amar, como jamás creí que merecería amar y sentirme amado, que la única persona con la que quisiera morir era ella, quería decirle todo, pero las lagrimas que comenzaron a salir de mis ojos me impidieron hablar.

-no llores Gábriel, mira que yo no lloro, no porque no tenga ganas, pero no quiero que me recuerdes así, llorando, no llores Gábriel, es lo mejor para los dos, además, ¿recuerdas que cuando te hablaba de alguna persona que había amado, me decías que había historias que no tenían final, que solo eran pequeñas pausas para crecer y que después, quizás, nos volveríamos a encontrar? ¿Recuerdas eso? Pues ahora debes de tener más fe en eso, y pensemos que solo es una pausa, que sin que tú ni yo lo sepamos, la vida nos tiene deparadas nuevas mañanas, juntos, nuevas noches, nuevas sonrisas, y aun juntos, anda Gábriel no llores, que me haces sentir mal, ya lo decidí y no quiero arrepentirme ahora, en serio es lo mejor para los dos, y dijiste que respetarías siempre mis decisiones, así que deja de llorar y dime adiós, para que pueda seguir creyendo que siempre me dijiste la verdad, y que respetas mi decisión, aunque duela, aunque no la entiendas, pero ni yo la entiendo, y también a mi me duele.

-no quiero decirte adiós, no puedo decirte adiós Lucía.

-por favor Gábriel, necesito dejar de sentirme así, necesito estar en paz, necesito…

Algunas veces amamos tanto a alguien que no quisiéramos nunca verle con dolor encima, algunas veces amamos tanto a una persona que desearíamos que todos sus días despertara con sonrisas en el rostro, algunas veces amamos tanto, pero tanto a una persona, que no quisiéramos nunca hacerla sufrir, ni siquiera por algo que nos pase a nosotros, y es que todo aquel que ha amado, sabe que al amar se comparte todo, al amar uno siente lo que la otra persona siente, si esa persona esta triste, sentimos esa tristeza, si esa persona es feliz, sentimos esa felicidad, Gábriel amaba a Lucía de esa manera, desde que se habían encontrado él había buscado la manera de apagarle las tristezas a Lucía, y de encenderle en su vida una luz en que ella tenía poca fe, pero a cada momento que pasaban juntos, él se encargaba de alimentar sea flamita, y poco a poco Lucía fue defendiendo ese brillo dentro de ella, incluso hasta de ella misma, de sus pasados, de sus complejos.

Lucía y Gábriel habían conseguido hacer un puente entre sus mundos, entre sus vidas, cada uno de ellos tumbo los muros tras los que se escondían por separado, y que los alejaban, siempre hubo algo presente entre ellos, algo que sin que lo pudieran percibir iba creciéndoles dentro, ese algo que les hacia sonreír cuando un ligero detalle en sus cotidianidades les hacia recordar uno al otro, las llaves de casa, un cajón en la oficina, un roce del viento en mitad de la calle mientras esperaban la luz verde, se hacían presentes, uno en la vida del otro, aun estando lejos, aun sin estar juntos, se encontraban en esos detalles que formaban ese puente entre sus vidas.

Poco a poco fueron extrañándose, fueron volviéndose una razón para sonreír, o para hacer a un lado las cosas que pesaban de sus días, se fueron rescatando sin saberlo, si algo salía mal en sus días, bastaba recordar que existía el otro para que las cosas se vieran mejor, por las noches Gábriel esperaba a que Lucía regresara del consultorio para que tomara el teléfono y le contara de su día, había aprendido a reconocer su estado de ánimo por el tono de su voz, entonces, si algo estaba mal, antes de que Lucía le contara lo que pasaba, Gábriel hacia algo, o decía algo, le contaba algún cuento, le describía algún rincón salpicado de color, eso hacía que la flamita que ella tenía dentro, brillara un poco más fuerte, Lucía suspiraba, y al exhalar el aire, dejaba escapar todo el tedio y la pesadez de aquel día, entonces más tranquila le contaba a Gábriel lo que había salido mal.

Era fácil hacer sonreír a Lucía, pero más que nada era adictivo, ella escondía en sus labios, millones de maneras de sonreír, y todas le resultaban a Gábriel hermosas, conocía varias, pero también muchas de esas sonrisas que Lucía tenia, Gábriel las veía por primera vez, razón por la cual cada sonrisa que ella le regalaba, era como si fuera la primera, y bastaba eso, tan solo eso, para que Gábriel encontrara una nueva sonrisa que amar de ella, y un detalle nuevo de Lucía, que lo enamoraban, si pudiera decirse, un poco más.

Cuando uno ama, cada mirada es nueva, cada sonrisa, cada mueca, cada puchero, cada ceño fruncido es nuevo, Gábriel así veía a Lucía, y cada momento que pasaba a su lado era algo nuevo, era algo hermoso que le hacía sentir la felicidad que no pensó poder llegar a conocer, desde la primera vez que escucho su voz en el teléfono, sintió esa necesidad de hacerla sonreír, por ella, y por él, porque a él le gustaba su sonrisa, verla, escucharla, e imaginarla, Lucía tardo un poco más en darse cuenta de que le gustaba regalarle sus sonrisas a Gábriel, ponerle una etiqueta con su nombre en la comisura del labio izquierdo, para que no se confundiera y supiera que esa sonrisa era para él, no hay nada mejor que se le pueda regalar a quien se ama que una sonrisa, y Lucía le regalaba todas sus sonrisas a Gábriel, no hay nada que exprese mejor cuanto uno ama a alguien que despertarle una sonrisa, y a Gábriel le encantaba despertarle sonrisas a Lucía, cuando no había razón, cuando había razón, cuando caminaban por la tarde bajo lluvias de ocre, cuando sentados en alguna banca en un parque, un puchero y una lagrima por su pasado se dibujaban en el rostro de Lucía, en cualquier momento él encontraba una oportunidad de despertarle una sonrisa a Lucía.

Gábriel amaba ver sonreír a Lucía, descubrirle nuevas sonrisas, y volver a ver algunas que sin ser repetidas, le seguían pareciendo hermosas, amaba verla sonreír, amaba verla feliz, tanto, que no podía contarle a ella lo que pasaba ahora en sus días, y que le hacían alejarse, y que le habían hecho acercarse a Karla, y que le hacían, como consecuencia de todo eso, tener que decirle adiós a Lucía, porque la amaba, porque no quería verla triste, porque no quería verla preocupada ni con miedo, porque lo que más quería Gábriel, era hacerla feliz, y la amaba tanto, que sabía que en esos momentos, él no podía hacerla feliz y tenía que dejarla ir.

-está bien Lucía, también creo que es lo mejor en este momento, pero quiero pedirte un favor antes de que te vayas, bueno, es más bien una promesa que quisiera que hicieras.

-no puedo prometerte nada en este momento Gábriel.

-lo sé, y lo entiendo, pero aun así, espero que puedas cumplirla un día, quiero que me prometas, que pese a este adiós, que pese a estos últimos días, y que pase lo que pase, nunca dudes que te amo, que te ame, es lo único que quiero que hagas, o que no hagas mas bien, no dudes nunca, nunca, que te amo.

1 comentario:

  1. ¡Yo te odio! ¿Cómo puedes hacer llorar a la gente de esta forma con tus historias?. Bueno ya, yo me adueñe de lo que leía, está hermoso. Qué linda forma de declarar el amor, qué situación más triste. Es como estar a punto de aventarse a un abismo y decir que amas todo lo que dejas atrás, pero aún así decides aventarte. Ay, ¿Qué es lo que pasa? Oh no, yo no creo que lucía dude del amor de Gábriel, ella duda del amor que proviene de ella, yo creo que si podría prometerle eso, pero también sé que no le gustan los compromisos. Ay, qué bonitas frases. Pues, quiero leer más. Ay, qué bonito todo. Waah, Gracias por dejarnos leer :3

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