Cada ciento ocho años sucedía un evento indescriptible y
asombroso, que aunque podía llegar a sorprender a varios, solo afectaba a dos.
Por alguna extraña razón, y sin que hasta el momento gente estudiada pudiera
explicarlo con certeza, una formación de nubes se creaba en el cielo, no era
una formación común, nada de elefantes, ni de ositos de felpa, ni siquiera
borregos brincando cercas, esta formación de nubes era particular, y solo podía
ser vista en un lugar de la tierra a cierta hora y solo cada ciento ocho años, era
una flor de seis pétalos y cada uno de los pétalos tenia forma de corazón,
hasta el momento ningún científico, ni climatólogo, ni siquiera un ingeniero de
patrones polinificadores, encontraba explicación para este fenómeno, durante
ciento siete años muchos estudiaban aquel fenómeno sin encontrarle explicación,
el año restante lo pasaban buscando en los cielos de todo el planeta el lugar
donde aparecía aquella extraña formación de nubes. Este evento solo afectaba
directamente a dos personas, que tampoco tenían explicación a esto, porque bien
podrían ser cuatro o dieciséis o más, podrían verse afectados todos los que
habían pasado los ciento siete años buscando explicación y también podrían
verse afectados todos los que pasaban el año ciento ocho en espera de aquella
aparición, pero no, solo afectaba a dos personas, dos que incluso desconocían
aquel evento, dos que ni siquiera podían estar mirando al cielo, pero que sin
duda alguna se veían afectados por aquella extraña formación de nubes.
Es muy difícil conocer a alguien
que tenga un lunar en forma de flor, y más si parece ser una flor a la que le
quitaron algunos pétalos, si bien podría parecer un crimen arrancarle los pétalos
a una flor mientras se le hace la misma pregunta una y otra vez, como si se
trata de un preso que es interrogado para sacarle una confesión de la que ya se
conoce hasta la razón del crimen y sus cómplices, la fecha exacta y el lugar
donde se encontrara el cadáver, sin embargo, pues es así algunas veces, y
millones de flores son sometidas a interrogatorios para descubrir crímenes ya
cometidos, pero encontrarse a alguien que tenga un lunar en forma de flor y que
además, parezca que ya ha sido sometida a interrogatorios aquella flor, era
algo inusual. Sin embargo, cada ciento ocho años aquella flor era completada, o
más bien, los pétalos secuestrados eran regresados a su lugar de origen, a
donde pertenecían, a donde hacían falta,
aquellos pétalos no solo completaban el rompecabezas de lunar que pasaba
años sin ser terminado.
Cada ciento ocho años aquel lunar era completado, cuando en el cielo aparecía aquella extraña formación de nubes en forma de lunar de flor, bastaba que él la abrazara con todas sus fuerzas, que pasara sus brazos sobre su espalda, con tanta fuerza que aquellas manchas en su antebrazo se alinearan con las manchas en la espalda de ella, entonces, aquellas manchas en forma de lunar se completaban, aquel lunar en forma de flor volvía a tener todos sus pétalos completos, entonces se reconocían, entonces sabían que tenían que estar juntos, que habían nacido uno para el otro, que se habían hecho falta toda la vida, que sus vidas, hasta aquel abrazo después de ciento ocho años, les completaba, les hacía sonreír y les generaba la sensación de poderse elevar sobre las nubes, sobre una en particular, la que tenía forma de lunar en forma de flor, cada ciento ocho años se formaba aquella nube en el cielo, y se formaba en la tierra una historia entre dos, en alguna cafetería, en algún parque, en algún campo de girasoles o cerca de una alfombra de jacarandás, en cualquier lugar de la tierra podía estar pasando aquel evento que se dibujaba en el cielo cada ciento ocho años.
Cada ciento ocho años aquel lunar era completado, cuando en el cielo aparecía aquella extraña formación de nubes en forma de lunar de flor, bastaba que él la abrazara con todas sus fuerzas, que pasara sus brazos sobre su espalda, con tanta fuerza que aquellas manchas en su antebrazo se alinearan con las manchas en la espalda de ella, entonces, aquellas manchas en forma de lunar se completaban, aquel lunar en forma de flor volvía a tener todos sus pétalos completos, entonces se reconocían, entonces sabían que tenían que estar juntos, que habían nacido uno para el otro, que se habían hecho falta toda la vida, que sus vidas, hasta aquel abrazo después de ciento ocho años, les completaba, les hacía sonreír y les generaba la sensación de poderse elevar sobre las nubes, sobre una en particular, la que tenía forma de lunar en forma de flor, cada ciento ocho años se formaba aquella nube en el cielo, y se formaba en la tierra una historia entre dos, en alguna cafetería, en algún parque, en algún campo de girasoles o cerca de una alfombra de jacarandás, en cualquier lugar de la tierra podía estar pasando aquel evento que se dibujaba en el cielo cada ciento ocho años.
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