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octubre 24, 2010

RELATO DE UN LATIDO SEGUNDA PARTE (BOCETO)

Habían pasado varios días juntos, venciendo las distancias y los pasados, venciendo el tiempo y su andar apresurado parecía darles tregua permitiéndoles despertar en un futuro juntos, haciendo efímera la posibilidad de un adiós, de una fecha en la que ella tuviera que partir, de un mañana sin ella a su lado, habían pasado ya muchas cosas, habían crecido tanto como había crecido el amor que había entre ellos, ahora se miraban y se sabían uno parte del otro, se sabían el final de sus esperas, de sus distancias, de su andar sin andar, de su despertar sin latidos y su soñar sin salir de la realidad para encontrarse en medio de un sueño, y así andaban como si todo aquello fuera un sueño vuelto realidad, el sueño más bello que pudieron llegar a imaginar, el sueño que a ella le había parecido innecesario en su vida, el sueño que él creía jamás poder soñar, y soñaron juntos, y despertaron para seguir soñando, porque a diario les hacía falta soñar de nuevo juntos.
Y se dedicaron a seguir soñando, hicieron caso omiso a las voces que decían que aquello no era real que despertarían uno sin el otro tarde o temprano, que era un juego aquello y que al regresar ella dejaría de lado aquello que al lado de él había vivido, y entre criticas y burlas prefirieron apartarse de aquellas voces para seguir juntos sin importarles nada, pues solo quienes hayan conocido el amor verdadero podrían entender al verles que aquello era amor, que aquello era real, que aquello que vivían era más grande y fuerte que lo que quienes reclamaban y se burlaban podían llegar a sentir.
Y volvieron a vencer para seguirse amando, y dejaron de lado todo una vez más, pero una prueba se asomaba en sus días, no sé bien se fue una prueba de la vida para saber si ellos se amaban y merecían estar juntos, o era una prueba de la vida para que ellos se dieran cuenta de lo mucho que se amaban, de lo que implicaba de verdad, caminar juntos, y no soltarse.
El viernes 3 de septiembre tras unos fuertes dolores el médico decide mandarle a hacer unos estudios a ella, fue la primera vez que tuvieron miedo juntos, el mismo miedo corriéndoles al mismo tiempo, el mismo miedo entre sus manos, te cuidare muy bien y regresaras a casa más sana de lo que has llegado, eso le había prometido él a ella al llegar, habían pasado varios días desde aquella promesa, y hasta ese momento él no había faltado a esa promesa, pero la promesa implicaba más que todo lo que había hecho antes.
Los dos se sabían fuertes juntos, se sabían valerosos por todo lo que habían enfrentado, por la manera airosa en que habían vencido ya muchas cosas, pero aunque se miraban y se decían que todo estaría bien el miedo se había comenzado a mudarse y el amor no pudo hacer más que crecer, crecer para ser más fuerte que el miedo, crecer para acompañarles durante el difícil viaje que comenzaban juntos.
El 7 de septiembre tras recibir los resultados de los análisis, él la interna en un hospital de urgencia, sin saber lo que estaba pasando, la gravedad de ella se notaba en las caras de los médicos y en haberla admitido inmediatamente en aquel hospital a pesar de no ser derechohabiente de aquella ciudad, ella parecía entender menos que él lo que pasaba, él fingía no estar preocupado pero corría de una sala a otra, de oficina en oficina para poder conseguir que ella fuera atendida, sabía muy bien lo duro que era estar en hospital, y le preocupaba el dejarla asola en la sala de espera mientras hacia los tramites adecuados y preguntaba a los médicos ¿que estaba pasando?, ¿porque la urgencia, porque tanto medico preguntando por su estado, porque tenía que internarse, porque lo hacían estar lejos de ella? Casi después de diez horas de andar recorriendo con papeles el hospital, por fin le dejaron verla
-su esposa tiene que internarse, así que por favor póngale esta bata, en unos minutos la subiremos a piso para asignarle una cama.
Sin hacer preguntas hizo lo que la enfermera le pidió, el silencio en que el miedo los tenia envueltos de vez en cuando se rompía por alguna tontería, de esas que él trataba de hacer para que ella quitara un poco su carita de miedo, sin saber mucho de lo que sucedía ellos sabían que no era algo fácil, se abrazaron fuerte, él le dio un beso a ella en los labios, después le dio un beso en la frente y le repitió su promesa –te cuidare bien, te cuidare muy bien, entraron los médicos y le pidieron salir de aquel cubículo, una señora tras una ventanilla le pedía que fuera a hacer el último de los tramites, el tuvo que contener el llanto mientras una trabajadora social lo llamaba para hacerle firmar los consentimientos.
Al ver sus dudas la trabajadora social mando a llamar a un médico para que le explicara lo que estaba pasando, el médico pacientemente le informo que ella estaba en riesgo, que si no era atendida moriría y que aun así, con todo y el tratamiento su cuerpo podría colapsar en cualquier momento, su cuerpo estaba en muy mal estado, su cuerpo estaba colapsando, su cuerpo estaba muriendo.
Le preguntaron a él si no se había dado cuenta de su gravedad y él en llanto respondió que hasta hace poco estaba bien, que no era posible que ella estuviera tan mal, que no era posible eso, que no era posible que la estuviera perdiendo, les conto su historia más que otra cosa para hacerles saber que ella no había estado tan mal, para ver si de alguna manera algo en la historia les hacía dudar de su gravedad y darle un poco de esperanza, pero nada en los días pasados les decía a los médicos que las cosas serian diferentes y que saldría bien aquella noche.
Salió de la oficina de la trabajadora social para seguir haciendo los trámites, una enfermera le informo que ya habían comenzado a administrarle medicamento,
-¿puedo verla?
-no, es que en la cama de enfrente están atendiendo a otro paciente y los médicos no permiten el paso de las visitas, espere un poco.
-nada mas déjeme verla, por favor, solo un momento.
-mire espere a que salga un medico para ver si le autoriza el paso, de todas formas en un momento la subiremos a piso y ahí podrá verla.
La enfermera se marcho dejándolo en medio de un pasillo poco iluminado, con más miedo que nunca en su vida, pues lo que le había dicho aquel medico lo había dejado sin saber que hacer, -se me está muriendo, pensaba mientras lloraba sentado en las escaleras de emergencia de aquel hospital, él no era un tipo muy sociable, así que no tenía a nadie a quien llamarle para contarle aquello, no tenía a quien pedirle ayuda o al menos alguien a quien contarle aquella tormenta, estaba solo, solo con ella, solo sin poder ayudarla a ella, sin poder quitarle a ella el dolor de su cuerpo, solo sintiéndose tan pequeño e inútil, mientras la vida de ella se le iba de entre las manos, solo con ella, y sin poder estar a su lado por políticas del hospital.
Espero a que le llamaran para avisarle que ya podía verla, espero mientras trataba de calmar su llanto para que ella no lo viera así, para que el miedo no dejara marcas en sus ojos que ella pudiera reconocer, espero mientras tomaba aire, mientras le pedía a Dios que le diera fuerza a ella, mientras le reclamaba a Dios, porque le había dejado conocerla si de todos modos se la iba a quitar, espero para poder verla a ella.
Por fin le llamaron en la ventanilla, corrió para que le informaran si podía pasar a verla pero antes de que le respondieran, una camilla paso detrás de él y reconoció la mirada de ella, sus ojitos apagados y sin el brillo que le iluminaba todos los horizontes a él, su sonrisa a medias sin ser aquella enorme que a carcajadas hacia bailar las nubes cualquier tarde, su cabello regado sobre una sábana blanca sin moverse al compas del viento, una manguera le salía de debajo de las sabanas, su cuerpo se veía tan pequeño bajo aquella sabana, tan frágil, y sin embargo al verla le volvió el aire a él.
-de una vez suba con ella y espere ahí a los médicos, irán a decirle que le van a hacer.
Corrió para alcanzar la camilla, y acariciarle el cabello a ella, corrió para besarle la frente y decirle que estarían bien, aunque él no estaba tan seguro de eso, corrió para verla y que a pesar de verla apagada y extinguiéndose, le siguiera pareciendo la mujer más hermosa que había visto, corrió para preguntarle cómo se sentía, y que su mirada le respondiera todo el miedo que sentía.
Esa noche los médicos no llegaron, pasaron su primera noche en el hospital en la incertidumbre, hablaron de lo que pasaba, sin saber que pasaba, él no le quiso contar nada de lo que el médico le había dicho, y ella le creyó a su silencio, de vez en cuando una sonrisa iluminaba como flash, aquella habitación obscura, él sentado en una silla al lado de su cama, tomaba su mano mientras le pedía en silencio a Dios que no se la quitara, ella con su mano entre la de él fue durmiéndose, al verla dormida el salió de aquella habitación, porque le dolía verla partir, porque le dolía no poder hacer nada para que ella sanara, porque le dolía no saber que decirle a ella para ahuyentarle el miedo, salió y lloro, lloro poco pues no quería estar lejos de ella, porque le preocupaba el dejarla sola y que se fuera sin tenerlo al lado, así que regreso a la silla al lado de la cama, para pasar la noche a su lado, observándola respirar, observándola tan hermosa y tan frágil, observándola sin saber si todo lo que habían vivido seria la ultima sonrisa de ella al lado de él.
Los médicos fueron llegando en los días siguientes, así como llegaron los diagnósticos podo esperanzadores, análisis de sangre que le dejaban los brazos llenos de moretones, algunas veces tres veces al día, algunas veces más de tres pinchazos para llenar un tubo con muestras, pastillas y bolsas colgando de tripies, pastillas y médicos ordenando análisis nuevos se urgencia, baumanómetros que gritaban mas pastillas, las mangueras en su cuerpo seguían colgando y se habían multiplicado, ahora un catéter salía de su cuello, su cuerpo cada vez parecía más pequeño bajo las sabanas, y él no hacía más que apretar su mano a cada pinchazo, pasaron días así, sin saber lo que pasaba, algunos días ella parecía tener más fuerza, otros días era prioritario bajarla de madrugada para hemodiálisis y transfusiones, pasaron los días y él seguía pasando las noches al lado de su cama, partiéndole la comida, llamando a las enfermeras cuando las bolsas se vaciaban, vaciándole la orina cuando había que hacerle conteo, tapándole el catéter para que no se mojara mientras él la bañaba, pasaron los días y nuevos tratamientos, nuevos medicamentos, y aparecieron los mareos y los vómitos, las nauseas y una debilidad que la tenía todo el día sedada, pasaron los días y algunas veces sonreía ella, y algunas veces no, pasaron los días y parecían no encontrar la puerta que les sacara de aquel infierno y les regresara al sueño que estaban viviendo antes de todo aquello.
Solamente quien ha conocido el verdadero amor podría entender lo doloroso que fueron aquellos días, a ella le dolía el cuerpo y el miedo de ver pasar su vida y el miedo de ya no verla pasar, él le dolía el dolor de ella, el que sentía por los pinchazos, el que sentía por las cosas que había hecho y por las que aun no había hecho, le dolía no poder ser mas para ella, le dolía no poder hacer más para ella, le dolía no poder terminar con todo aquello y volver a verla sonreír, y volver a verla sin dolor y volver a verla feliz, le dolía tener miedo, le dolía no poder quitarle el miedo a ella, solo las personas que han amado de verdad podrían entender que algunas veces, si no es que siempre, uno desea todo lo mejor para una persona, por amor, y se siente muy poco al ver que no hay nada dentro de uno, que pueda hacer que las cosas sean diferentes y saberle a ella feliz.

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