LO QUE SOY

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octubre 14, 2010

DE CAFETERÍAS FRÍAS

Muchas veces cuando miro al cielo, es normal que no encuentre las estrellas bailando entre el cabello de mi Luna.

Entonces me preocupo, bastante, o quizás solo un poco. La verdad hay pocas cosas que me suelen preocupar, una de ellas es que a mi Luna se le termine el aire cuando se mete a nadar en el mar, entonces corro hasta el otro lado del mundo para poder asegurarme que logro salir.

Así que cuando no miro las estrellas en el cielo es normal que un pequeño suspiro salga a asomarse y salgo yo entonces a buscarlas, pero resulta difícil caminar por las calles con la mirada fija en el cielo, y tropiezo y choco con un muro que se atravesó por andar igual de distraído que yo, o con un árbol que en su urgencia por escapar de la ciudad no me ve y entonces un golpe nos sacude a los dos, y al nido de las aves a las que les cobra alquiler por la rama en la que hicieron su nido.

Total que después de algunos golpes llego al café del parque y me tomo un descanso y también un moka para llevar, busco una banca donde haya espacio suficiente para que podamos sentarnos mi vasito de café, mis sueños y yo.

Mientras mis sueños se dejan seducir por el aroma del café, yo disimuladamente me ato las agujetas de mis tenis, solo para no ser inoportuno y pues uno sabe que los sueños son muy pudorosos y les cuesta trabajo el dejarse ver tan débiles ante el cinismo del café que con aires seductores los envuelven hasta que se dejan convencer, el café sonsacador y mis sueños tan sonsacables buena pareja hacen.

Así que después de pasar un buen rato desatando y atando mis agujetas unas ocho veces, me reclino sobre la banca y prendo un cigarro, sorbiendo de a poco el café que ya tiene un sabor de sueños.

Esos sueños que mi cama conoce tan bien, a pesar de que haya dejado de ser una cama ya, pues hace muchos años mi cama muto, entonces se volvió escritorio o restirador, y es que quizás ella que me conocía tan bien sabia que mis sueños eran demasiado grandes para caber en ella y prefirió mutar para que cupieran mas sueños, mas de los que cabrían si solo hubiese sido una cama.

Mis sueños, tan pequeños que me acompañan todo el día en mis suspiros, tan grandes que en mi cama jamás cupieron.

Entre sorbo y sorbo y bocanadas voy despejándome del frio que deja el insomnio, y miro una vez más al cielo buscando algún rastro de las estrellas, pero nada, el sol ha comenzado a iluminar el cabello de la Luna y es más difícil verlas.

Entonces miro a mi alrededor y observo a algunos de los arboles con los que choque, sobándose un poco el tronco, mientras las aves reacomodan las ramitas de su nido volteándome a ver con rencor, por haberles desarreglado con el golpe su nido.

Había comenzado a preguntarme si tendría que esperar hasta que anocheciera para ver las estrellas, y al paso del sol que aclara más y más el cabello de la Luna, comencé a planear la retirada de aquel parque.

Pero entonces el efecto del café mezclado con mis sueños hizo efecto en mí, y una avalancha de suspiros escapo de mi pecho, y entre suspiro y suspiro veía tu imagen como fantasma apareciendo frente a mí en aquel parque.

Fue entonces que recordé cuando te conocí, la primera vez que te vi sentada en aquel café.

Esa mañana había salido igual que esta a buscar a las estrellas, pero en ese entonces era más paciente y tardaba varios vasos de café en hacer la retirada, así que había ido a recargar mi vasito a aquella cafetería, que estaba en la esquina del parque, y donde los rostros me eran tan familiares como los arboles contra los que chocaba.

Pero esa mañana además de nuevas aves y nuevos nidos, había un rostro nuevo detrás del mostrador.

Eras tú quien estabas detrás, y detrás de tus ojos estaban las estrellas, cuando me miraste agache la mirada, quizás porque el destello de las estrellas me deslumbro o quizás fue el de tu rostro no estoy seguro, el caso es que no pude sostenerte la mirada y solo logre sonrojarme un poco, o bastante creo porque después de que me miraste sonreíste y también cambio el color de tu rostro, y entre las comisuras de tus labios al sonreír brillaron otras estrellas.

Así que el cada mañana ya no preocupaba cuando en el cielo no podía encontrar las estrellas, y tomaba dos camiones y el metro para llegar hasta la cafetería del parque, donde sabia que se escondían las estrellas detrás de tus ojos y en esa sonrisa que me regalabas cada vez que tu mirada me sonrojaba.

Ahora el efecto del café mezclado con mis sueños, me ayudaron a encontrar de nuevo las estrellas, entre suspiros y tu recuerdo, regreso a casa, regreso a mi cama que no es una cama, regreso con mis sueños en los bolsillos, regreso sin mí, mientras me quedo en aquella banca frente a la cafetería, donde ya no te encuentro, pues así como en mi cama no caben mis sueños, aquella cafetería era demasiado pequeña para los tuyos…

y mi mano mas.





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