LO QUE SOY

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junio 29, 2010

EL DÍA SIN TI

Sucede que algunas veces, sin saber cómo, uno se encuentra con un latido que lleva su nombre, jamás considere encontrar en aquella banca una mirada que me reconociera, y reconocerle en la sonrisa los sueños que ella no creía poder encontrar, pero sucede que los días se han vuelto extraños y llueve cuando no debe de llover y el invierno se sigue sintiendo a principios de julio, al menos dentro de aquellos que guardamos para vestirnos el abrigo de la soledad, de aquella que va creciendo como enredadera después de esperar las mañanas de enero un copo de nieve que mantenga la esperanza de sucesos inesperados e inexplicables, tan inexplicables y sin sentido como el reconocerse en la sonrisa que se le despierta a alguien cuando su mirada se clava en nuestro pecho.

Algunas veces deberían de explicarnos que cualquier día tiene una fecha marcada en el calendario, que el día menos pensado llega mañana o se asoma en el ticket del metro el día de hoy, que nos giña un ojo lo inesperado terminando con las esperas, aunque sea tarde, aunque sea a destiempo, aunque cuando el corazón llegue no encuentre en su otra mitad un hueco donde cobijar sus latidos y sea neceser reservar en la alacena y bajo la cama todos los besos y caricias que ya no caben en la piel de quien se reconoce y que por nombre tiene cualquier nombre que conjugue la palabra amor, que no importa ni el nombre de uno cuando en una mirada se olvidan todas las palabras y se dialoga gritando latidos, gritando con un roce un te amo, gritándose en un abrazo un te extraño, gritándose en una mirada un quédate toda la vida y que así como cualquier día llega, para siempre sea hoy y mañana y ayer cuando le vi en aquella banca.

Quien iba a pensar que llegaría, quien iba a pensar que tenía en las manchas de mis dedos todos los sueños que le faltaban, que ella guardaba en su sonrisa todos los latidos que yo jamás había dado, quien iba a pensar que después de encontrarle y a pesar de reconocernos el tiempo corría a destiempo, el tiempo ya no era nuestro tiempo y sin pertenecernos avanzó, avanzó tanto que ni ella ni yo podíamos ser uno del otro, que no podíamos conjugar ningún presente, ni podíamos tomarnos las manos sin remordimientos, ni podíamos cubrir uno al otro aquellos huecos que dentro del pecho uno va rascando por las noches cuando el frio de las cuatro de la madrugada toca a la ventana, ni mucho menos, aquel tiempo en que tomándole la mano ella supiera que le amaba y recogiendo su cabello ella me regalara las estrellas que le hacían falta a las calles que recorríamos, no el tiempo en que al verle en aquella banca, en aquel anden, en aquella mesa de la cocina, en aquel sillón de la sala, pudiéramos amarnos sin preocuparnos por el mundo que afuera arde en el sinsentido de la rutina y sin el asombro de la cotidianidad.

Ninguna despedida pesa tanto, como aquella que se sabe no llegara a perderse en un vagón, en una sala de espera de aquella terminal, no hay despedida de aquello que jamás pudo quedarse a tu lado, aunque fuera una tarde, aunque fuera una mañana, una madrugada de esas que se alargan entre gemidos y sabanas frescas, de esas en que se nombra todo el amor del mundo en una caricia y se pintan constelaciones entre lunares y arrugas, entre cicatrices y estrías, entre la perfección imperfecta que se descubre en la piel de quien uno ama, de quien uno ama como jamás ha amado, como cada noche sería capaz de amar, como cada mañana, como cada tarde, como cada día seria uno capaz de amar, pero las despedidas no llegaron, ni llegaron esos días, llego el tiempo con sus tardanzas, con su inoportuno paso ligero, con un pasado que era presente conjugándose y que por más que uno deseara no podría ser pasado.

Llego el día en que nos reconocimos, el día en que encontramos uno dentro del otro, todo aquello que nos faltaba, llego el día en que tu corazón dijo mi nombre entre un suspiro y un latido, llego el día en que el mío dijo te amo entre el rencor contra el tiempo por llegar a destiempo y todas las ganas de poder quedarme un poco más, a pesar de no encontrar dentro de ti un solo rincón para dejarte un latido que al menos te hiciera recordar lo que jamás pudo ser, llego el día en que te encontré en aquella banca y me reconociste y el café se enfrió entre tu sonrisa y las hojas secas que usaba para pintarte sobre los adoquines cielos ocres, estrellas purpuras y mares verdes, llego el día y poco a poco llegaron sus horas mientras toda la vida de ausencia desaparecía entre un tic tac, llego la tarde y la noche, llego el momento en que de tu vida desaparecía sin poder aparecer del todo, llego el día en que no pudimos vivir juntos todo lo que nos falto por vivir toda una vida lejos, sin ti y sin mí, llego el día sin que pudiéramos decir hola, te esperaba, te encontré, te amo, no te vayas quédate esta noche y todas las que sigan, llego el día y desperté sin ti, después de haber soñado todas las noches contigo.

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