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marzo 20, 2010

BATALLAS PASADAS

“Que sencillo es morir durante la batalla, cuando la batalla fue por conservarme un segundo en el reflejo de tus pupilas”

Eso pensó aquel guerrero antes de soltar el último aliento de vida de su cuerpo, al menos el último que daría en esta vida.

Cuando los días más tristes habían pasado, llegaste tu a posarte frente las vagabundas ojeras de aquel hombre, tan pequeño y común que pasaba desapercibido entre los demás hombres.

Y fue tan solo una mirada tuya lo necesario para aventurarse en la batalla que le costaría la vida, que por de mas decirlo, fue la proeza más grande de aquel hombre que solo era un hombre.

Pero cada criatura en ese mundo tenía un segundo de vida para hacer su vida algo épico, todos tenían por destino la grandeza cuando encontraban el sentido de aquello que había dentro, y bastaba un segundo para sentir cuatro letras despertándoles por todo el cuerpo, cuatro letras para descubrirles la gloria que había dentro de ellos, cuatro letras para saberse vivos y dispuestos a arriesgarse todo por mantener eterno eso que encontraban en ese segundo cuando aparecían las cuatro letras.

Y fuiste tú quien le despertó ese sentido a su vida, y fuiste tú quien le hizo encontrar el sentido de su muerte, y fuiste tú quien lo hizo saberse eterno aun después de que la espada le atravesara la armadura que le cubría el cuerpo lánguido que encerraba a su corazón.

Y la batalla duro poco, tan solo 300 años de empuñar su espada entre dragones y gárgolas que trataban de herirte con sus garras y te mantuvo a salvo y te mantuvo lejos del ardor del perturbado aliento de aquellas bestias y te mantuvo soñando y te mantuvo llena de fantasías entre un mundo que a concretos se edificaba para cubrir el cielo de cristales y los ríos de asfalto y te mantuvo con las alas extendidas acariciando el viento y te mantuvo la mirada sin convertirse en piedra, sin convertirte en estatua de sal que con humedades se desmoronaba y se perdía y te mantuvo siendo tú y solo tú por quien latía todo dentro de él.

Pero las desventuras pasan, hasta en los cuentos para dormir y paso en su historia y la desventura le llego para envolverlo en la obscuridad y emprender su último viaje sobre la barca de Caronte

Y la desventura le llego cuando a ti te llego el delicado roce de una mirada que no era la de él y ante la sorpresa y el miedo aquel hombre que se había vuelto un guerrero, bajo la guardia y fue el acero oxidado de otro hombre el que le dejo las marcas en su armadura y perforado el corazón que lentamente fue desangrando todo el cuerpo mientras el solo pensaba que los 300 años de batalla habían valido la pena por el segundo que duro su reflejo en tus pupilas.

300 años después de 300 vidas y siempre se habían encontrado y siempre se habían vuelto a perder tan solo para volverse a encontrar y amarse por primera vez y mirarse por primera vez y herirse por primera vez y perdonarse por primera vez.

Aquel hombre tan pequeño que pasaba desapercibido, ahora descansaba sobre la barca de Caronte, sin monedas de oro o plata, sin ropas limpias, sin perfumes que le mantuvieran fresco por aquella travesía, pues tan solo descansaba, y Caronte y él y tú, sabían que todo volvería a comenzar en otra vida y que aquel viaje tan solo era una pausa y que pronto volvería a encontrarte y a amarte y solo ahora, ahora era momento para esperar al lado de Caronte mientras volvía su barca a recogerte para volver a encontrarse

…en otra vida y volver a latir cuatro letras, cuatro letras uno al otro, cuatro letras para ser solo uno, cuatro letras para encontrarse y saberse de nuevo vivos.

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